Lohengrin, el buen perdedor siempre gana

Gran producción de la inmortal ópera de Wagner en el Teatro Real

Lohengrin, el buen perdedor siempre gana
Lohengrin, de Wagner - Teatro Real

Si Richard Wagner únicamente hubiera creado en su vida este gigantesco monumento, seguiría siendo recordado y reverenciado hoy día. Al margen de teóricos y expertos, su primer acto es uno de los trabajos más redondos de la historia de la ópera. Lohengrin retorna y retorna y siempre vence. La nueva producción del Teatro real que se estrenó anoche es un engranaje casi perfecto en el que la música se elevó imparable hasta los cielos y la escena acompañó con discreción y elegancia. Tras cuatro horas y media de espectáculo total (una de ellas en dos intermedios) el público exhausto y conmovido aplaudió reverencial, lentamente, como saliendo de un trance hipnótico.

Un héroe enviado por los dioses a defender a una desvalida dama víctima de la maldad y la calumnia, no puede terminar su obra por la impaciencia curiosa de esta débil mujer que no acepta el regalo del cielo en sus debidos términos. Wilhelm Richard Wagner aún no ha cumplido los cuarenta y es ese huracán genial que no sólo va a cambiar el mundo musical sino que pretende hacer historia y se debate entre el anarquismo social y el caudillaje mitológico como solución a los males de su patria. Lohengrin es el dubitativo prólogo a su inclinación posterior por la segunda vía, una inclinación que se hará colectiva y convertirá el veneno de la soberbia en la catástrofe del nacionalsocialismo. En Lohengrin el poder absoluto recae en el Führer von Brabant, al líder, al «guía» de Brabante. A partir de 1945 ese título se sustituirá casi siempre por el de Schützer (un descafeinado ‘defensor’), dado el significado histórico adquirido.

El caso es que el libreto que escribió Wagner está a la altura de la partitura musical, cosa que poca veces ocurre en el género. No vamos a recontarlo aunque a menudo se cuenta regular tirando a mal. El caso es que en el primer acto se impone la verdad y el héroe vence al malvado Telramund ante la furia silenciosa de su bruja esposa Ortrud y la felicidad inmensa de la desvalida Elsa. El segundo acto es una desbordante irrupción del mal en forma de malas artes diabólicas por parte de la mala Ortrud y de odio vengativo por parte del malo Telramund, una delas parejas de malos más malos de la ópera. Y en el tercer acto las sospechas que consiguen sembrar en el corazón de Elsa arruinan su matrimonio en la misma noche de bodas y consiguen que el héroe confiese públicamente que su nombre es Lohengrin, que es hijo de Parsifal y ha sido enviado por la orden del Santo Grial de Montsalvat para salvarla y entregar el título de Führer von Brabant a Gottfried, su hermano al que Ortrud convirtió en cisne para que telramund se quedara con el poder. El encantamiento se disuelve y el futuro gobernante Gottfried regresa con los de Brabante. Pero Lohengrin debe volver al reino celestial de Montsalvat y Elsa morir de arrepentimiento. Los héroes no pueden tener vidas felices como cualquier mortal.

Para encarnar esta descomunal historia fantástica, el director de escena ha concebido una gruta enorme que ocupa todo el escenario y sirve de decorado único para los tres actos que se desarrollan en un llano al borde del río Escalda, en la fortaleza de Amberes y en la cámara nupcial respectivamente. El escenógrafo Alexander Polzin la ha plasmado en una de sus afamadas estructuras, que ya conocimos anteriormente en La página en blanco y La conquista de México. Esta vez es una caverna con recovecos y aristas, con pasadizos y salientes, y sobre todo con orificios de todos los tamaños y un gran cráter en lo alto que permiten un gran trabajo de iluminación a cargo de Urs Schönebaum, que por sí solo modifica las atmósferas espirituales de la pieza, subraya pasajes y contribuye a conseguir que el escenario evoque un espacio mitológico misterioso e inescrutable. Demasiado estático a nuestro gusto, demandante de complementos alusivos a las sucesivas etapas de la historia, a los bien marcados presentación, nudo y desenlace, a esta especie de construcción hegeliana con tesis, antítesis y síntesis imposible entre el mundo ideal y la realidad terrenal. Un bloque de hielo resplandeciente del que habrá brotado una estatuilla totémica, simbolizan de manera un tanto fallida el final del conjuro que libera al heredero Gottfried de su encantamiento en cisne y le permite retomar su destino.

La interpretación de la partitura wagneriana por parte de la orquesta titular a las órdenes de Hartmut Haenchen fue la gran triunfadora de la noche y el firme sostén de la producción, pues siempre, siempre, en la ópera debe mandar la música. Haenchen estuvo brillante en el podio, potente y contenido, minucioso en los momentos líricos y arrollador en los desbordamientos telúricos de un coro de 92 cantantes y una orquesta de 123 músicos que hicieron retumbar el Teatro real en momentos sobrehumanos. Pocas veces esta orquesta ha sido tan especialmente aplaudida. Y nuestro Haenchen, que en el Real ya había destacado dirigiendo Lady Macbeth de Mtsensk (ver nuestra reseña) y Boris Godunov (ver nuestra reseña), que no es un especialista wagneriano, fue siendo miuy aplaudido en sus sucesivas salidas y entradas al foso hasta terminar ovacionado tras la definitiva caída del telón.

Un gran reparto fue el remache de oro a este genuino ejemplo de Gesamtkunstwerk, esa «obra de arte total» a la que este inmenso personaje dedicó su vida, utopía y entelequia a la que se acercó como casi naadie ha logrado. En los méritos vocales debemos empezar destacando a los malos de la película, a Deborah Polaski y a Thomas Johannes Mayer como unos Ortrud y Friedrich sobresalientes, no sólo muy convicentes en sus interpretaciones actorales, sino magníficos en sus voces oscuras y maléficas en el punto de mezzosoprano y barítono que más nos gusta personalmente de toda la sobrehumana escala de las voces operísticas.

Catherine Naglestad y Christopher Ventris eran los buenos, las voces puras y poderosas de soprano y tenor que deben encarnar a Elsa y Lohenrin. Estuvieron a la tremenda altura exigida, especialmente la soprano dramática estadounidense, impoluta, impecable, intachable. Al tenor británico le perjudicó una caracterización deficiente (en ropa casual veraniega, incluidas playeras) dentro del conjunto poco agraciado de los figurines del montaje. Vocalmente aguantó sin desmayos un tercer acto que es una prueba de fuego. Destacó también Franz Hawlata haciendo un rey Heinrich más de ‘House of Cards’ que del siglo X.

Una gran producción del Teatro Real en la que hay que lamentar la ausencia prácticamente total de contribución española, una tónica de la etapa anterior que puede y debe cambiar en la que se inicia.

Y una osada e irónica predicción final: llegará un día no lejano en que Wagner será escenografiado como indica el libreto y las escasas partes repetitivas y redundantes de sus partituras serán recortadas en beneficio de la ansiada Gesamtkunstwerk. Justo al revés que se ha ce ahora, las partituras son intocables mientras que todo vale en los montajes Eso será cuando nos lo sepamos de memoria, seguramente nunca.

Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 9
Libreto: 8
Partitura: 9
Dirección musical: 9
Dirección artística: 7
Voces: 8
Interpretación: 8
Escenografía: 8
Orquesta: 9
Realización: 9
Producción: 9
Programa de mano: 8
Documentación a los medios: 8

LOHENGRIN
Richard Wagner (1813-1883)
Ópera romántica en tres actos (1850)
Libreto del compositor,
basado en los romances Parzival, de Wolfram von Eschenbach, y Lohengrin, de autor anónimo
Nueva producción del Teatro Real
In memoriam Gerard Mortier

Equipo artístico
Director musical:     Hartmut Haenchen (Abr. 3, 6, 7, 10, 13, 15, 17, 20, 22, 24, 27)
            Walter Althammer (Abr. 11, 19)
Director de escena:     Lukas Hemleb
Escenógrafo:         Alexander Polzin
Figurinista:         Wojciech Dziedzic
Iluminador:         Urs Schönebaum
Director del coro    Andrés Máspero
Directora coro de niños Ana González

Reparto
Lohengrin:         Christopher Ventris (Abr. 3, 7, 10, 13, 17, 20, 24, 27)
            Michael König (Abr. 6, 11, 15, 19, 22)
Elsa von Brabant     Catherine Naglestad (Abr. 3, 7, 10, 13, 15, 17, 20, 22, 24, 27)
            Anne Schwanewilms (Abr. 6, 11, 19)
Friedrich von Telramund Thomas Johannes Mayer (Abr. 3, 7, 10, 13, 17, 20, 24, 27)
            Thomas Jesatko (Abr. 6, 11, 15, 19, 22)
Ortrud             Deborah Polaski (Abr. 3, 7, 10, 13, 17, 20, 24, 27)
            Dolora Zajick (Abr. 6, 11, 15, 19, 22)
El rey Heinrich     Franz Hawlata (Abr. 3, 7, 10, 13, 17, 20, 24, 27)
            Goran Jurić (Abr. 6, 11, 15, 19, 22)
El heraldo         Anders Larsson
Cuatro caballeros
barbanzones         Antonio Lozano
            Gerardo López
            Isaac Galán
            Rodrigo Álvarez
Cuatro pajes         Inés Balbás, Hugo Fernández, Patricia Ginés, María Guzmán,
            Celia Martos, Laura Palop, Catalina Peláez, Patricia Redondo    
            (Pequeños Cantores de la JORCAM)

Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real

Duración aproximada
Acto I: 1 hora y 5 min.
Pausa de 25 min.
Acto II: 1 hora y 25 min.
Pausa de 25 min.
Acto III: 1 hora y 10 min.

Fechas
3, 6, 7, 10, 11, 13, 15, 17, 19, 20, 22, 24, 27 de abril de 2014
19.00 horas; domingos, 18.00 horas

El 2 de abril a las 20.30 horas, un día antes del estreno de la ópera, tuvo lugar en la Sala principal del Teatro Real un Acto de homenaje a Gerard Mortier.

La función del día 10 será transmitida en directo por Radio Clásica, de Radio Nacional de España

En torno a esta ópera, se ofrecerá el espectáculo familiar Sueños y pesadillas de Wagner, con seis funciones matinales de fin de semana concebidas para el público joven (5, 6 y 13 de abril) y dos nuevas sesiones del taller familiar ¡Los domingos, a la Gayarre! denominadas El caballero del cisne.

Fotógrafías: © Javier del Real / Teatro Real.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

Lo más leído