Aquel mercader de Venecia

Una propuesta de enome interés y gran calidad en Las Naves del Español

Aquel mercader de Venecia
El mercader de Venecia, de Shakespeare - Naves del Español

Más de cuatro siglos nos contemplan desde que Shakespeare la escribió y es un clásico indiscutible, aunque su marcado antijudaísmo la haga difícil de representar y ver hoy día. Yolanda Pallín y Eduardo Vasco nos sirven una excelente versión de El mercader de Venecia, con ese distanciamiento e ironía imprescindibles al acercarse a los clásicos, con un montaje ligero y desenfadado que no pierde su ágil pulso en ninguno de sus cien minutos.

Bassanio ama a Porcia. Para aspirar a su mano necesita tres mil ducados. Se los pide a su mejor amigo, el potentado Antonio, quien en ese momento no dispone de liquidez por tener toda su fortuna invertida en diversas expediciones comerciales. Pero Antonio anima a Bassanio a que pida un préstamo con su garantía al judío Shylock. El judío, resentido por el trato despectivo de Antonio y del resto de los nobles venecianos, exige una clausula singular: Shylock tendrá una libra de carne de Antonio si este no devuelve el dinero en la fecha convenida. Una libra de carne pesa 453,59 gramos. Un corazón humano, está en torno a los 450. Al mismo tiempo, la hija de Shylock se fuga con uno de los amigos de Bassanio llevándose todo el dinero y los bienes que puede transportar. Pronto se sabe que han naufragado todos los barcos de Antonio; está en la ruina y no puede devolver al prestamista el dinero en la fecha convenida.  Shylock exige cobrar la fianza y prepara un cuchillo y una balanza. Reunido el tribunal para dictar sentencia, Porcia, disfrazada de abogado, encuentra una argucia para librar a Antonio y castigar a Shylock dejándolo en la más absoluta ruina.
  
Dice con razón Eduardo Vasco que esta obra tiene los grandes méritos de las que  han hecho de William Shakespeare ese dramaturgo que fascina cada nueva época, que no conoce fronteras ni dogmas y que, aun arrastrando tantas referencias literarias como escénicas desde sus primeras composiciones, se alza siempre sobre el escenario como algo nuevo y extraordinario, renovando la esencia del propio teatro para fortuna de los que amamos el arte de Talía. ‘Es una historia sobre el dinero. Nuestra Venecia tiene que ver con una ciudad de negocios en la que todo se mueve alrededor del mercadeo, de la propiedad y del interés’. Los comentarios previos en los medios han enseguida apuntado a la burbuja inmobiliaria, a las insensatas hipotecas que muchos firmaron y a las consiguientes crisis bancaria y choque de intereses entre el que presta y el que se endeuda. Pero por fortuna, Vasco tiene la suficiente madurez y experiencia como para no caer en actualizaciones artificiales, sesgadas y exageradas que tan desagradables y repetitivas resultan en estos días.

El texto suena y resuena esplendoroso, la versión resulta impecable, sin la menor estridencia. El montaje facilita la comprensión de la trama, compleja como siempre en Shakespeare, con historias paralelas que se entrecruzan y condicionan necesitando de una dirección de escena rigurosa para ordenar el desorden de continuas apariciones, para desordenar el ordenado guion en esos contados momentos en que se trata de inyectar jaleo. La escenografía no puede ser más sencilla pero mantiene una elegancia y buen gusto notables, bien apreciables en pequeños detalles como la nube previa, tan distinta de esas humaredas con que frecuentemente nos atufan. La escena inaugural es espectacular pero algo confusa en su desenlace. Por contra hay geniales ocurrencias, como el trayecto en góndola. Iluminación y vestuario resultan sobresalientes. Y la discreta y adecuada música en directo contribuye al equilibrio general. Es un enfoque atemporal viable para una obra siempre vigente por más que tenga un grave problema.

Y este problema no es solamente que el malo y malvado sea un judío avaro de panfleto antisionista, la imagen que propició y provocó una sangrienta y sanguinaria persecución durante siglos, un racismo que con premeditación y alevosía hizo pasar incontables sufrimientos a una minoría étnica perseguida en toda Europa. Más allá de que el personaje Shylock haya sido creado para justificar la leyenda negra de su pueblo, lo peor es que Shakespeare justifica todo para castigarlo, hasta la traición más inaudita de su propia hija, que roba a su padre y reniega de su recuerdo, y hasta las argucias legales, las trampas jurídicas y el amañamiento judicial con que la trama se salda para cebarse en el perdedor. Shakespeare hizo una pieza no sólo seguidista de los peores instintos colectivos de su época sino espoleadora de la idea de que todo valía contra la minoría judía porque todo se merecía su infinita maldad.

Pallín y Vasco, conocedores de este grave problema de la obra, no intentan paliarlo con atajos y tapujos, sino con sutiles distanciamiento e ironía capaces de hacer admisible un préstamo tan sensacionalista y un desenlace tan marrullero. De hacer parecer verosímil y al mismo tiempo pura ficción un argumento de película gore al que salva un texto extraordinario, plagado de esas reflexiones y observaciones inteligentes, brillantes, imperecederas que hacen de Shakespeare quien es. No exento de fallos por cierto, y ya puestos a cometer el mayor de los atrevimientos criticando al autor, añadamos que la obra tiene un recoveco alrededor de los anillos de Porcia y Nelissa que da lugar a un epílogo final bastante flojito y meloso.

Y quien es necesita actores y actrices de verdad para emocionar, para conmocionar, para hacer reír y llorar. Arturo Querejeta lo lleva demostrando hace tiempo y hace un Shylock medido y complejo, tan complejo que a los amantes de desfacer entuertos y de las causas pobres les cae más simpático de lo políticamente correcto hasta rechazar la sentencia final por ser tan injusta como el mal que evita. Dicho lo cual debemos reconocer que pocas veces hemos presenciado una actuación tan original y personal como la de Toni Agustí en ese Bassanio deconstruído; no es que sea la bomba, es que tiene enjundia, tiene garra.

Por lo demás, todo el reparto junto y por separado está sólido y potente. Francisco Rojas lidia con un personaje difícil que por momentos resulta hierático a continuación debe generar la mayor de las tribulaciones en los espectadores. Excelente Porcia de Isabel Rodes bien secundada por la Nerissa de Lorena López. Héctor Carballo y Cristina Adua hacen buena pareja, y nos quedan ese amigo Graciano al que Fernando Sendino le da tintes ‘lumpernarios’ y ese criado Lanzarote que Rafael Ortiz viste gracioso. Y destacar al pianista y actor Jorge Bedoya, un cóctel más y más necesario en los escenarios actuales, en los que la música gana puntos y el teatro musical, encarnaciones.

Una producción digamos que redonda. Tras Hamlet en el año 2004, Noche de reyes en el 2012 y Otelo en el 2013, Noviembre Compañía de Teatro continúa haciendo el mejor shakespeare de nuestros lares. Un shakespeare que esta vez nos deja algo decepcionados con un final tan edulcorado -Porcia informa a Antonio que contra lo que se suponía, encima tres de sus barcos han vuelto sanos y salvos- y tan blanquinegro -todos resplandecientes y felices menos el malvado Shylock en las sombras arrojando furioso la balanza en la que se disponía a pesar el corazón de Antonio. Menos de la mitad de entrada este martes último, quinta representación de las veinte previstas. Algo que debería cambiar rápidamente, pues es cita imprescindible para los buenos aficionados.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 8
Versión, 8
Dirección, 9
Interpretación, 8
Escenografía, 8
Producción, 9
Programa de mano, 7
Documentación a los medios, 8

Las Naves del Español
SALA FERNANDO ARRABAL 
EL MERCADER DE VENECIA
De William Shakespeare
Dirección: Eduardo Vasco
Versión: Yolanda Pallín
Del 12 de noviembre al 13 de diciembre de 2015 

Reparto
Shylock  Arturo Querejeta
Bassanio  Toni Agustí
Porcia   Isabel Rodes
Antonio  Francisco Rojas
Graciano   Fernando Sendino
Lanzarote  Rafael Ortiz
Lorenzo  Héctor Carballo Yésica 
Cristina Adua Nerissa 
Lorena López
Pianista  Jorge Bedoya 
 
Ayudante de dirección   Fran Guinot 
Selección y adecuación musical Eduardo Vasco sobre piezas de Brahms y F. Schubert  
Iluminación    Miguel Ángel Camacho
Escenografía    Carolina González
Vestuario    Lorenzo Caprile  
Producción    Miguel Ángel Alcántara 
Distribución    Noviembre Compañía de Teatro
Fotografía     Chicho.
 

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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