Desvaríos veraniegos

Una comedia dieciochesca con serias aspiraciones a convertirse en éxito

Desvaríos veraniegos
Los desvaríos del veraneo - Teatro Infanta Isabel

Verano tórrido en la ciudad, de vuelta o de ida a unas vacaciones, o de visita en la villa y corte, tiempo de comedias ligeras, de teatro refrescante si es que tal cosa existe. ‘Los desvaríos del veraneo’ es un clásico italiano conectado con el aquí y ahora, que puede entretener y divertir a pesar de su simpleza y banalidad, o quizás por ello. Un enredo de celos y envidias con nueve personajes en una discreta puesta en escena de dos horas de duración.

Se trata de la primera parte de la trilogía ‘La villeggiatura’, escrita y estrenada en Venecia en 1761 por Carlo Goldoni, el gran clásico italiano, seguidor de Molière, enterrador de la estereotipada ‘commedia dell’arte’, un observador inteligente y atemperado de la realidad, que creía que ‘la comedia fue inventada para corregir vicios y ridiculizar las malas costumbres’.

En quince años Goldoni escribió muchas, muchas comedias, y esta trilogía no es de lo mejor entre ellas. ‘He concebido simultáneamente la idea de tres comedias consecutivas. La primera se titula Los afanes del veraneo; la segunda, Las aventuras del veraneo; la tercera El regreso del veraneo. En la primera se describen los disparatados preparativos; en la segunda el comportamiento alocado; en la tercera las lamentables consecuencias que le siguen’, explicará. Y la compañía Venezia Teatro la ha emprendido con la primera parte, aspirando a representar un día cercano ‘la trilogía completa y llegar a ofertar un día entero de teatro en diferentes espacios’.

Se deja ver con agrado y la calidad de su texto y trama la ha permitido envejecer con dignidad, pues los vicios sociales que fustiga siguen vigentes y seguirán quizás siempre. ‘Le smanie per la villeggiatura’ se ambienta en la Venecia del siglo XVIII, a comienzos del verano, cuando los burgueses venecianos se preparan para veranear en sus casas de campo, y rivalizar otro año por ser más derrochadores que sus vecinos, tener más invitados, vestir a la última y endeudarse con tal de mantener las apariencias. Los hermanos Leonardo y Vittoria por su parte, y el señor Filipo y su hija Jacinta por la suya, están metidos de lleno en los preparativos, y sus criados respectivos Paolo y Brígida no dejan de echar su cuarto a espadas en el lío de los detalles de última hora, en el que la cargante presencia del cotilla mariquita Ferdinando y la voluntariosa intervención del estirado Fulgencio añadirán leña al horno de las odiosas comparaciones, de las supuestas afrentas: que si salen esa tarde o aplazan la salida, que quién va con quién en ambas expediciones, y en fin los malentendidos entre los novios Leonardo y Jacinta a costa de la presencia del tímido pretendiente Guillermo, que pasaba por allí y es invitado al jolgorio.

En fin, nada que no sea un argumento convencional sin mayor enjundia, bien escrito y planeado, versionado con fidelidad (ver el texto original) aunque plagado de alusiones a la vida de hoy, alusiones que chirrían un tanto en oídos puristas como los nuestros, pero que buscan por alusión esa risa fácil de un público dócil (o adocenado) que se ha convertido en el máximo objetivo de tantos autores y directores teatrales. José Gómez-Friha recarga la suave crítica social del original con la pincelada gruesa oral y gestual de obligado cumplimiento por el elenco en pleno, y construye un vodévil cercano a la revista y al circo en el que podría aparecer Gracita Morales en cualquier momento seguida de Fofó, Miliki y Miliquito. La sal gorda de toda la vida, ese humor un tanto zafio, esos movimientos chabacanos, ese griterío constante que poco pegan a la delicadeza de Goldoni, y convierten su obra en un despliegue de necedades sobrantes, redundantes y perjudiciales.

La escenografía brilla por su ausencia, cachivaches espolvoreados de aspecto feo y desangelado. El vestuario es decididamente malo queriendo ser ecléctico, y la iluminación nada aporta. Tenemos nueve actores en el escenario, que cuando no intervienen se sientan en los laterales haciendo gestos complementarios, y no tenemos más que el texto de Goldoni, una única presencia contenida -la de Juanma Navas-, y un conjunto de interpretaciones en el que las supuestamente más brillantes no gozan de nuestro respaldo, especialmente la Vittoria de Esther Sala -decididamente pasada de rosca, una lástima- y  sobre todo la incalificable versión de Ferdinando que no sabemos si el día en que acudimos interpretaba Kevin de la Rosa o Kike Hinojosa, pero que nos pareció una pasada de mal gusto y peor encaje. Macarena Sanz hace una Jacinta convincente, demostrando que es una actriz versátil que puede llegar a la Macarena de El Laberinto Mágico de Max Aub (ver nuestra reseña), o caer en cosas tan banales como la hija tonta que le tocó en suerte en El inspector de Gogol (ver nuestra reseña). Lo cual vuelve a recordarnos que los pobres actores y actrices son simplemente carne de cañón para directores mucho o poco inspirados.

José Gómez-Friha se ha inclinado demasiado por imitar a la televisión. ‘Como si de un guionista de series americanas se tratase, Goldoni construye un mecanismo de reloj preciso, agitado e hilarante’. Efectivamente, la pieza podría ser un guión de teleserie, pero tiene bastante más calidad y aspiraciones que todas esas del montón que han hecho tendencia. El director fuerza el código cómico original -refinado, sutil, a base de sugerencias- con toda la parafernalia clásica de la risotada vulgar, ese universo audiovisual de los años 60 al que la generación post-transición ha retornado con renovado impulso, un mecanismo de forzar complicidades nimias y risas facilonas como objetivo prioritario, una tendencia que crea escuela y que tuvo la temporada pasada su ejemplo más ilustrativo con el trabajo de Miguel del Arco en ‘¡Cómo está Madriz! (ver nuestra reseña)

En cuanto a la simpleza del montaje y a la economía de medios rayana en cicatería, la compañía se justifica: ‘Una de las características de los espacios en los espectáculos nuestros es la simplicidad de los mismos (no a nivel conceptual sino a nivel de presencia). El establecimiento de una estética definida con pocos elementos facilita inmensamente la llegada a escenarios nuevos, haciendo que nuestros montajes escenográficos no superen la hora y media y los desmontajes se realicen en la mitad de tiempo’. Puede ser barato, puede ser operativo, pero ello no justifica el aire feotón que las fotografías promocionales disimulan, pero que el espectador experimentado capta. En el tratamiento de las pausas, los micrófonos son recurso ya muy visto a estas alturas. La presencia permanente de todo el elenco en escena, rodeando a los que actúan, interactuando a veces con gestos e imprecaciones, y extrayendo cosos y cosas necesarias a lo largo de la acción del revoltillo de objetos que limita la escena, no resulta tampoco innovador sino que abunda en la impresión de estar ante una propuesta sin novedades.

En el vestuario se ha seguido la tendencia imperante de fusión a toda costa, el estilo ‘casual’ actual con referencias dieciochescas: se aspira a ‘crear moda’ pero si bien el tono pastel dominante aporta coherencia, las levitas floreadas con los pantalones bermuda no pasan de chistoso.

La obra vuelve a Madrid tras haber inaugurado la temporada el pasado octubre. A la vista del primitivo dossier se deducía la supresión de dos papeles secundarios, el cambio de actriz en el papel de Vittoria, y novedades de vestuario. Efectivamente, ellos mismos lo confirman en un segundo dossier actualizado que nos ha llegado a última hora: ‘Después de un año y medio, a nivel estético, vestuario y escenografía son elevados a una mayor factura, Galiano y Lacroix entre otros son fuente de inspiración. El espacio se modifica con nuevos colores aunque la distribución es la misma (la alfombra, zona de actuación de los personajes, libre de elementos) y el alrededor (sillas, baúles y muebles) donde los actores observan y comparten la obra como si formasen parte del público’.

‘La dramaturgia sufre varias modificaciones, añaden. La más importante conlleva la reducción del texto en 20 minutos para quedar en una hora y media aproximada, realizando un descanso al finalizar el segundo acto tras la escena más cómica de la obra: la pelea entre Jacinta y Vittoria, que por nuestra experiencia, es la escena en la que el público conecta de manera excepcional con la comedia de la obra. Tras este
descanso, se desarrollaría el último acto, vertiginoso (aproximadamente 30 minutos) donde se suceden las escenas de mayor comicidad y se desencadena en la apoteósis final’. Pero lo prometido sigue siendo deuda, porque finalmente no se ha cumplido esta intención de reducir la duración, y sus dos horas initerrumpidas, finalmente pesan.

Eso sí, se ha reforzado especialmente la mercadotecnia, ‘nuevo cartel, fotografías promocionales, trabajo en redes sociales y de comunicación que se adapte a las circunstancias del espacio progamado, buscando como primer objetivo el conseguir un producto de calidad insuperable y una venta de entradas inmejorable para estar a la altura de la progrmación de SMedia’, la poderosa empresa contratante.

Añadamos que la trilogía completa se ha programado este verano por La Comédie Française, mientras otra obra de Goldoni, Los enamorados, se representaba en su tierra, y la más conocida y quizás mejor de sus piezas, La hostalera, en nuestro Festival de Olmedo.

Venezia Teatro ha montado y producido tres espectáculos en sus tres años de vida; los anteriores fueron “La Hostería de la Posta”, también de Carlo Goldoni, y “La isla de los esclavos” de Pierre de Marivaux, ambos estrenados en el teatro Fernán Gómez. Preparan una versión del Tartufo de Molière y otra de “No
te pago”, de Eduardo de Filippo.

A mediados de agosto, el Infanta Isabel este jueves estaba lleno y el público celebró muchos momentos y aplaudió con fuerza al caer el telón, sin apenas discrepancias. Discreto teatro de consumo para seguir adormilado. Criticones y exigentes, abstenerse.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 6
Texto, 7
Dirección, 6
Escenografía, 5
Interpretación, 7
Producción, 6
Documentación para los medios, 6
Programa de mano, 6

Teatro Infanta Isabel
Los desvaríos del veraneo
De 19 de julio a 18 de septiembre de 2016
Versión y dirección José Gómez-Friha

Diseño de escenografía: José Gómez-Friha
Diseño de iluminación: Marta Cofrade
Diseño de vestuario: Sara Roma
Asesor musical: Renier Piñero
Producción: Venezia Teatro

Teatro Infanta Isabel
Calle Barquillo, 24 – Madrid
Martes a viernes 20:30 h. Sábados 20:00 h. Domingos 19:00 h.
Duración aprox: 120 minutos.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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