Idiota, corto de entendimiento

Abre el nuevo Teatro Pavón Kamikaze con decidida vocación comercial

Idiota, corto de entendimiento
Idiota - Teatro Pavón Kamikaze

Una comedia ingeniosa para pasar un rato. ‘Idiota’ aspira a enganchar con acertijos al público que quiere divertirse a toda costa. Correctamente puesta en escena e interpretada, sirve para abrir la temporada de un Teatro Pavón que ha pasado de sede de la compañía nacional de teatro clásico a ser gestionada por una compañía privada, Kamikaze Prducciones, que en siete años ha obtenido mucho éxito y reconocimiento. No hay apenas casos recientes de tan espectacular salto adelante, arriesgado y corajudo. Reciban nuestros mejores deseos. Y pasemos a cumplir nuestro trabajo que es darles rendida cuenta de lo que nos pareció la obra.

Estrenada en catalán y dirigida por su autor la temporada pasada en Barcelona, se la puede considerar producto ibérico inspirado en el famoso, mil veces copiado, rememorado hasta la saciedad por la industria global del entretenimiento ‘Experimento de Milgram’ una serie de sesiones de psicología social llevada a cabo por Stanley Milgram en la Universidad de Yale, descrita en un artículo publicado en 1963 y resumida en 1974 en su libro Obedience to authority. Además debe parentesco directo a El método Grönholm de Jordi Galceran, uno de los más grandes éxitos del teatro peninsular en las últimas décadas, y forma parte de una marea global de comedias ‘psicológicas’ en las que infinitas variantes de terapeutas y pacientes juegan a afrontar los problemas del ser humano en esta etapa nuestra. Todo el ‘psicologismo’ que nos invade y el teatro que lo refleja parten de los años sesenta (¡por supuesto, queridos jóvenos!), del Cubberley High School, un colegio de Palo Alto en el que durante la primera semana de abril de 1967, Ron Jones, dinámico profesor de historia contemporánea, realizó también otro experimento que creará escuela. En 2015 el CDN puso en escena una dramatización del mismo, con título La Ola, texto de Ignacio García May y dirección de Marc Montserrat Drukker (ver nuestra reseña), que no estaba nada mal y conecta en directo con la propuesta ‘kamikaze’. Desde entonces los experimentos científicos para conocer y modificar el comportamiento humano, y los tests psicotécnicos de toda guisa se han convertido en leyenda urbana todos los días presente en Facebook y aledaños. Entre nosotros, ‘Purgatorio’ de Ariel Dorfman, estenada en 2011 en Las Naves del Español (ver nuestra reseña), sigue siendo la más ambiciosa e interesante de este ya consolidado subgénero teatral de comedia con psicólogo incorporado.

No es novedoso el tema, desde luego. Jordi Casanovas, un veterano autor -aunque no haya cumplido aún los 40- muy conocido en Cataluña y poco o nada en el resto de España, lo sazona con acertijos que desafían al público y con suave melaza de hipotética rebeldía a la moda. El consagrado actor Israel Elejalde ha elegido este su último texto para proseguir su incursión en el campo de la dirección, y suponemos que lo ha hecho por lo fácil que resulta de montar y lo accesible del planteamiento: propuesta rodada, dos personajes, texto con gancho, escenografía fija. ‘La luz se enciende. la vida fluye. Riamos a carcajadas, sorprendámonos, angustiémonos, reflexionemos juntos. Eso es Idiota“, nos dice.

El protagonista, Carlos Varela, es un retrato robot de español frustrado y vocinglero, un bocazas patético, ese habitual listillo que se ha pegado la torta buscando atajos para medrar, y con el que muchos espectadores pueden sentirse identificados: se presenta a unas pruebas psicológicas remuneradas porque está con el agua al cuello de unos créditos suicidas. Lo que aparenta ser una manera sencilla de conseguir el dinero que necesita para resolver sus problemas económicos, se convertirá en una auténtica pesadilla frente a una implacable psicóloga que por medio de un cuestionario perverso le colocará en situaciones desesperadas. Y cuando Varela parece abocado al desastre… ahí está, en esa sorpresa final -un tanto  artificiosa- con mensaje movilizador -un tanto atrabiliario- la justificación de todo lo visto.

Una vez más teatro que imita más que al cine a la tele: en la proyección previa de los créditos, en la presencia protagonista de las imágenes filmadas, en una escenografía y unos personajes que parecen trasposición de la pequeña pantalla. Su aportación ingeniosa consiste en hacer cavilar al público con los enigmas que debe responder el conejillo de indias de un experimento cuyo origen, trama y objetivos están trazados a vuelapluma, es decir, no resisten un análisis medianamente serio. Así son la mayoría de los guiones de cine, de teleseries y de comedias tatrales a su rebufo, en los que todo vale para atrapar al espectador hasta la caída del telón, y si te he visto no me acuerdo.

Israel Elejalde supera la prueba siguiendo el esquema de la puesta en escena que se vio en la Sala Muntaner la primavera pasada, agudizando el aspecto artificial de una escena que aparentemente se desarrolla en un laboratorio científico serio pero tiene el aspecto de concursillo de televisión, con añadidos luminotécnicos un tanto naif, simplicidad absoluta de recursos, y economía de medios. Los actores del estreno barcelonés, Anna Sahun y Ramon Madaula, son sustituidos por Elisabet Gelabert y Gonzalo de Castro, escuetamente efectiva ella -la psicóloga teutona cuadrada de mente y resultona de físico que imponen los cánones-, y liberado él -españolito ya sea catalán o murciano, tan fardón por fuera como frágil por dentro, que tiene recursos para todo menos para estar en su sitio-, para desplegar un amplio abanico de emociones primarias, una sucesión enebrada un tanto caprichosamente de euforias, abatimientos, arrogancias y lloriqueos que es posible que para muchos signifique una interpretación convincente.

Gonzalo de Castro domina una amplia paleta de colores temperamentales pero o le encasillan los directores o tiende a ser siempre el mismo personaje, ya haga de histriónico alcalde en El inspector, de Nikolái Gógol, en versión y dirección de Miguel del Arco, en 2012 para el CDN (ver nuestra reseña); o del visceral Roote en Invernadero, de Harold Pinter, dirigido por Mario Gas en 2015 en La Abadía (ver nuestra reseña); o del mismísimo Max Estrella en las Luces de Bohemia montadas por Lluis Homar en el María Guerrero en 2013 (ver nuestra reseña).

En resumen, una comedia entretenida, con momentos divertidos y ratos tediosos, que se agota en sí misma por más que quiera prolongarse en un acrónimo curioso, en una sigla divertida. En el estreno oficial del jueves pasado los invitados vitorearon antes de la función a los cuatro socios emprendedores de esta aventura teatral -el actor Israel Elejalde, el director Miguel del Arco y los productores Aitor Tejada y Jordi Buxó- que anunciaron una nueva modalidad administrativa consistente en obligar a los invitados a donar tres euros a beneficio de una subvención a dos autores llamados Lucía Carballal y Antonio Rojano, para que escriban sendas nuevas obras dramáticas.

Nada que objetar a la iniciativa, salvo que a la crítica especializada se la ha incluido en la categoría de invitado. El facilitar la entrada gratuita a los periodistas que cumplen la función social de reseñar los espectáculos culturales, es una costumbre inveterada que se basa en la lógica y la conveniencia de un consenso equitativo. Las empresas culturales se hacen cargo de este pequeño gasto extra a cambio del beneficio de difusión que supone. Una nueva empresa teatral es muy dueña de cambiar el sistema y puede pensar que deben ser los medios los que paguen la entrada de sus cronistas y así exigirlo. Pero lo que no es correcto es considerar al crítico que acude a una función a realizar su trabajo, como un invitado, porque no lo es en absoluto. Y obligarle a suscribir iniciativas ajenas, por loables que sean.

Con una comedia intrascendente que quiere pasar por rebeldilla, abre pues temporada un nuevo teatro madrileño, el Pavón Kamikaze, una iniciativa muy comercial -y por tanto tan respetable o mas que las que emplean dinero público- acogida con cierta discreción a la moda indignada (que por cierto, ya está pasando), que quiere conectar precisamente con la generación postransición, su sector burgués supuestamente ilustrado, urbanitas en los 40-50 tacos que aún van de jóvenes, que viven plenamente instalados en la sociedad del espectáculo y las apariencias, y que tienen una gran querencia por las redes (a)sociales. Para ellos es ‘Idiota’ y sin duda la degustarán plenamente.

VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 6
Texto: 6
Dirección: 6
Interpretación: 6
Escenografía: 6
Producción: 6

El Pavón Teatro Kamikaze
Idiota, de Jordi Casanovas
Del 8 de septiembre al 30 de octubre de 2016

Dirección  –  Israel Elejalde
Intérpretes   –  Gonzalo de Castro y Elisabet Gelabert
Escenografía  –   Eduardo Moreno
Iluminación   –  Juanjo Llorens
Sonido   –  Sandra Vicente (Studio 340)
Vestuario   –  Ana López
Vídeo – Joan Rodón
Música original – Arnau Vilà
Ilustraciones   –  Lisa Cuomo
Ayud.dirección   –  Pablo Ramos
Direccción producción – Aitor Tejada y Jordi Buxó
Una producción de Gonzalo de Castro, Israel Elejalde, Kamikaze Producciones y Buxman Producciones.

Duración, 1 hora y 20 minutos
Precios, tarifa general: 24-26€
El Pavón Teatro Kamikaze
Calle de Embajadores 9, 28012 Madrid
Tel. 91 051 33 31 – [email protected]

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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