El Teatro de la Zarzuela está empeñado en presentar creciente competencia al Teatro Real. Y esta producción de la última ópera quye compusiera el gran Amadeo Vives es un paso adelante. Todavía falta refinamiento y excelencia, pero la ópera española, -lo que llamamos zarzuela por razones históricas que a la postre la han perjudicado-, progresa en presencia. Esta La Villana, estrenada en 1927, resucita con aceptables planteamientos musical y artístico, y proporciona una notable velada musical. No es Edipo rey de Ígor Stravinski ni el Mahagonny de Kurt Weill estrenadas ese mismo año en Alemania. Y no lo es a mucha honra.
Esta ‘zarzuela en tres actos’, basada en el ‘Peribáñez y el Comendador de Ocaña’ de Lope de Vega, era tan ambiciosa, y la música de Vives de tal calidad, que los libretistas pensaron que la obra sería más adecuadamente una ópera, pero Vives se ciñó a su costumbre de una zarzuela en tres actos, manteniendo diálogo hablado, si bien la parte hablada no llega a los veinte minutos. Añadamos entre paréntesis que el incluir recitativos no es cláusula aceptable para separar óperas de zarzuelas, pues la ópera nació con recitativos. Y nadie se ha atrevido todavía a negar al Don Giovanni de Mozart la categoría de excelsa ópera.
Los libretistas Romero y Shaw ofrecieron cobrar sólo la tercera parte de los derechos de autor, pero Vives insistió en que cobrasen a medias, como era habitual en la zarzuela. Se estrenó el 1 de octubre de 1927, en este mismo teatro, pero no tardó en desaparecer del repertorio, quizá por la propia complejidad de la partitura, con exigencias propias de cantantes de ópera que al mismo tiempo tienen que ser buenos actores que sean capaces de interpretar diálogos.
Esta primera reposición en tres décadas es presentada como acontecimiento de primer orden, una confluencia libretistas-compositor que representa lo mejor de aquella época en la que se extinguió la producción española. Vives combina la tradición, lo popular, y la melodía elaborada, en una pieza alegre, al más puro estilo español.
Música alegre para un argumento reivindicativo de los que hacen la gloria del Siglo de Oro español, esas piezas repletas de personajes populares que hacen sombra con su sagacidad y su sensatez a los señores y a los nobles, de una forma que no supo ni quiso hacer Shakespeare, por no hablar de Molière y otros europeos admirados.
Natalia Menéndez presenta una puesta en escena con indudables aciertos, como no prescindir de adecuar la escenografía a los cinco ambientes originales mediante una efectiva variaciónn del espacio original con bastidores negros, así como un segundo ambiente posterior por el que desfilan tropas y acuden lugareños que suma amplitudes y perspectivas. Quizás presente un primer plano excesivamente naturalista, pero cuando se refuerza con el vallado posterior en las escenas de supuestos interiores, adquiere prestancia gracias a una iluminación a la que hay que dar categoría de protagonista en este montaje.
La Capa de Paño Pardo -una romanza que puede figurar en la antología de la ópera española- marcó un antes y un después en la representación a la que asistimos. Lo que hasta entonces era desbalazado, inconcreto y lejano, de repente adquirió una dimensión nueva, próxima, emocionante. Contribuye todo -iluminación, escenografía- para que la obra se levante y ya no vuelva a divagar. Estamos en la segunda mitad de la primera parte, momento clave pues así se llega al intermedio con una sensación optimista, esperando más.
La dimensión musical de la propuesta está en la batuta de Miguel Ángel Gómez Martínez, al que esta vez no podemos aplaudir tanto como nos gustaría. En las últimas temporadas del Teatro de la Zarzuela ha dirigido El juramento de Gaztambide, La del manojo de rosas de Sorozábal, La marchenera de Moreno Torroba y el estreno de Juan Jose, de Sorozábal. Sin emocionarnos nunca. Gran biografía desde sus inicios como niño prodigio, no necesita leer la partitura y declara una loable voluntad de ser fiel al compositor que interpreta: ‘En las partituras está escrito todo lo que tenemos que saber nosotros, sin añadir ni quitar’. Pero, los eruditos nos perdonen, su lectura de esta villana nos pareció siempre plana y a trompicones. ¿Culpa de la orquesta titular?
La ya señalada falta de refinamiento y excelencia es extensible a la interpretación vocal y actoral del segundo reparto, que es al que escuchamos el viernes pasado. Mayte Alberola, César San Martín y Andeka Gorrotxategi cumplen con su cometido con más potencia que templanza. Destáquese al bajo Rubén Amoretti en su doble papel de judío David y Enrique III El Doliente, rey de Castilla entre 1390 y 1406. Señálese el desencuentro absoluto del poeta Olmedo y su lazarillo inventado. Y añadamos una gran actuación vocal y actoral del coro, y la discutida jota del concertante del segundo acto, que a unos horroriza y a nosotros nos gustó no poco en una coreografía de Mónica Runde.
‘¡Cosa estraña / que un labrador tan humilde / estime tanto su fama! / ¡Vive Dios que no es razón matarle! / Yo le hago gracia / de la vida. Mas, ¿qué digo? / Esto justicia se llama (…) Con esto acaba / la tragicomedia insigne / del Comendador de Ocaña’.
Habría que comparar los presupuestos de que disponen el Teatro Real y el Teatro de la Zarzuela para producciones propias, con objeto de aquilatar el juicio final sobre esta producción. Pero sin acceso a los arcanos de las cuentas discretas, esta producción de La Villana de Amadeo Vives es un buen paso adelante. No admite comparación con aquella grabación de 1973 protagonizada por Monserrat Caballé, Vicente Sardinero y Vicente Ortiz dirigida por Enrique García Asensio. Pero ofrece una grata velada para los que no desdeñan la segunda división, -esa en la que a menudo se ve fútbol más vibrante-, los segundos repartos y los títulos nada emblemáticos, y que a menudo aciertan.
El viernes pasado, con el Teatro de la Zarzuela al completo, tuvimos una velada de ópera española bien agradable. Pocas ciudades en el mundo tienen dos cosos operísticos, pocos países dos repertorios y dos estilos -uno autóctono- compitiendo. Este teatro está avanzando, no sólo en imagen, sino en contenidos. Una oportunidad para grandes patrocinadores.
Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 8
Dirección musical: 6
Dirección artística: 7
Voces: 6
Interpretación actoral: 5
Escenografía: 7
Producción: 7
Programa de mano: 6
Documentación a los medios: 8
TEATRO DE LA ZARZUELA
La Villana
Zarzuela en tres actos
Música de AMADEO VIVES
Libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw
Estrenada en el Teatro de la Zarzuela, el 1 de octubre de 1927
Nueva producción del Teatro de la Zarzuela
27, 28 y 29 de enero; 1, 2, 3, 4, 5, 8, 9, 10, 11 y 12 de febrero de 2017
Dirección musical
Miguel Ángel Gómez Martínez
Dirección de escena
Natalia Menéndez
Escenografía
Nicolás Boni
Vestuario
María Araujo
Iluminación
Juan Gómez-Cornejo (AAI)
Coreografía
Mónica Runde
Reparto
CASILDA
Nicola Beller Carbone (días 27, 29, 2, 4, 8, 10 y 12) / Mayte Alberola (días 28, 1, 3, 5, 9 y 11)
JUANA ANTONIA
Milagros Martín
BLASA
Sandra Ferrández
PERIBÁÑEZ
Ángel Ódena (días 27, 29, 2, 4, 8, 10 y 12) / César San Martín (días 28, 1, 3, 5, 9 y 11)
DON FADRIQUE
Jorge de León (días 27, 29, 2, 4, 8, 10 y 12) / Andeka Gorrotxategi (días 28, 1, 3, 5, 9 y 11)
DAVID / REY
Rubén Amoretti
ROQUE
Manuel Mas
OLMEDO
Javier Tomé
MIGUEL ÁNGEL
Ricardo Muñiz
LAZARILLO DE OLMEDO
Carlos Lorenzo
CHAPARRO
Rodrigo García*
EL LICENCIADO
Román Fernández-Cañadas*
LABRADORES
Daniel Huerta*, Francisco José Pardo*
*Miembro del Coro Titular del Teatro de la Zarzuela
Orquesta de la Comunidad de Madrid
Titular del Teatro de la Zarzuela
Coro Titular del Teatro de la Zarzuela
Director: Antonio Fauró
20:00 horas (domingos, a las 18:00 horas)
Duración aproximada: 2 horas y 30 minutos (con un intervalo de 20 minutos).