Maruxa cubierta de chapapote

Una manipulación sensacionalista oscurece la recuperación de una buena ópera española

Maruxa cubierta de chapapote
Maruxa - Teatro de la Zarzuela

Una gran producción, de notable puesta en escena y muy apreciable ejecución musical y artística, enfangada por el delirio de un director de escena que, copiando los peores excesos de sus colegas en la ópera actual, ofende la memoria de los creadores de esta obra, tergiversando su argumento e intención con una politización infantil, sonrojante e inaceptable por cualquier espectador en su sano juicio. Una auténtica tragedia, -esta sí y no la inventada por él-, que destroza un laudable intento de recuperar una ópera española del siglo pasado de gran riqueza melódica, con música refinada y elegante para un argumento banal de trama y texto aceptable, que podría y debería actualizarse con ingenio y respeto por el original. 

El director de escena ha convertido una égloga de pastores en la Galicia rural de finales del XIX en un panfleto descomunal que destroza la obra, las ideas y el proyecto del autor del libreto, dificultando enormemente la inteligibilidad de la partitura y el disfrute de unas composiciones musicales diametralmente opuestas a lo que a menudo se ve en escena.

El libretista murciano Luis Pascual Frutos fue comediógrafo y poeta, soberetodo famoso por sus aportaciones al género de la revista musical. Su texto -una historia de amor entre pastores gallegos, amenazada por dos primos propietarios ricos destinados a casarse entre ellos pero enamorados ella del pastor y él de la pastora, que fracasan en sus torpes intrigas de comedia de enredo con final feliz- ha sido convertido por Paco Azorín en algo que no sólo no tiene nada que ver, sino que es una falacia completa, mezcla caprichosa de sucesos y fechas al servicio de una visión alevosa que deforma la Galicia de ayer, la Galicia de hoy y nos atrevemos a decir que la Galicia de siempre.

‘Maruxa es Galicia’, le ha dado por maquinar gratuita y excesivamente. ‘Desgraciadamente, tierra sobre cuyas costas la codicia ha vertido más de 300.000 toneladas de crudo en tragedias medioambientales varias, perfectamente evitables, por otra parte’, añade, como si la anécdota de los accidentes marítimos (inevitables en todas las costas del mundo) pudiera convertirse en característica principal de esta tierra. ‘Hoy, paisaje asolado por incendios, detrás de los cuales vuelve a estar la sombra de la especulación y el delito’, remata, demostrando que no conoce la real Galicia y repitiendo el mecanismo falaz de hacer de lo accidental, fundamento. Todo para convertir una optimista y simpática historieta de amor en un lodazal o para ser exactos, en un mar de chapappote, concluyendo: ‘La tragedia está servida. Maruxa es un canto doloroso a Galicia, una suerte de Stabat Mater. Podríamos haber mirado hacia otra parte. Pero no podemos. Tampoco debemos’. ¡Un Stabat Mater, Deus meus! Un gratuito borrón inmenso, innecesario, inventado, infausto, inservible e inviable.

Azorín -uno de nuestros mejores escenógrafos, que debiera centrase en lo que sabe y dejarse de arengas prefabricadas- inventa un preludio en el que con versos de Rosalía de Castro ‘asistimos al nacimiento de Galicia, figura mitológica, a través de los versos de Rosalía de Castro. Deidad intemporal y omnipresente, símbolo de la tierra y de la cultura galega’. Disparate de coreografía lamentable. Todo el acto primero, que supuestamente debe transcurrir en un prado de Galicia en el que ‘Maruxa, joven y bella pastora, está peinando a su oveja Linda. Se oye una gaita lejana que hace saltar de alegría a Maruxa. Es Pablo, el pastor, quien se acerca en busca de su amada Maruxa. Juntos cantan a los prados y se confiesan su amor, cantan y bailan con tal entusiasmo que,
sin querer tropiezan y caen al suelo. A las preguntas de Pablo, responde Maruxa que no se ha hecho daño, pero siente una angustia, un afán inexplicable. Pablo le confiesa que él también siente un deseo que sólo se calma cuando está al lado de ella. Ambos acaban comprendiendo la causa: Amor’, todo el acto, decimos, está eclipsado por un trasfondo de reunión esperpéntica de un consejo de administración de una empresa naviera que está a punto de pasar a manos de la hacendada Rosa, como parte de una herencia familiar; el consejo celebra la toma de posesión de Rosa y presentan en sociedad el nuevo proyecto que les reportará cuantiosos beneficios: un petrolero de última generación: ‘En el plano superior, Galicia ha caído en la trampa de los especuladores e identifica su gran adversario: el petrolero que proyectan’. 
 
El acto segundo debiera desarrollarse en la entrada de la casa de Rosa, en la montaña. Rufo ha dado a Maruxa en presencia de Antonio y de Rosa, una carta de Pablo, y la respuesta de Maruxa, que no sabe leer ni escribir, es manipulada por los señoritos para tender una trampa a los pastores. Pero aquí y ahora empeora la reconversión de la égloga en panfleto. Grandes titulares vuelven a explicar la confusión creada entre la historia original y la suplantadora: ‘Mayo de 1976. Botadura y accidente del Urquiola frente al puerto de La Coruña’. Que se centra en que llegan las primeras pruebas de la catástrofe. Los socios de Rosa, propietarios del petrolero, se preparan para dar explicaciones en un ambiente enrarecido tras el accidente. La marea negra ha llegado ya hasta las playas. El pueblo se va concentrando frente a la casa de Rosa y pide explicaciones. La policía amenaza y pega salvajemente a un muchacho que recoge chapapote en un cubo en una escena imperdonable de mezquina.

Y se nos desvía no pocos minutos hacia el otro asunto que nada tiene que ver con Maruxa: ‘Aparece el presidente del consejo de administración dispuesto a dar explicaciones contradictorias, pero es sorprendido por una acción de protesta de todo el pueblo al unísono. Esta acción simbólica pone en marcha un gran operativo de limpieza de la mancha. El pueblo, una vez más limpia su paisaje, su dignidad, frente a la inacción de los poderes públicos y la impunidad de los  culpables. Galicia entra en contacto con la gran mancha’.  Todo ello apenas permite seguir la trama original en la que los primos ricos Rosa y Antonio, se disponen a engañar a los pastorcillos pobres Pablo y a Maruxa con una cita falsa, sin saber que gracias a la ayuda de Rufo, han conseguido juntarse y terminan burlándose de los engañadores engañados. Todavía en los últimos compases se forma un nuevo consejo de administración para decirnos: ‘Ahora estamos en Galicia, en 2002. Continuará…’. Y de nuevo los ‘airiños’ de Rosalía de Castro sirven para lamentarse de la suerte de la pobre Galicia, toda enchapapoteada, víctima secular según esta ‘sui generis’ tesis ideológica victimista que tanto daño ha hecho y hace a los propios gallegos.

Podría resultar extraño que después de este radical antagonismo con el fondo de esta reposición, haya que alabar muchas cosas en las formas de este montaje. Pero así es de justicia. En primer lugar, la misma escenografía de Paco Azorín, que liberada de prejuicios absurdos hubiera resultado encomiable, con destacada iluminación de Pedro Yagüe, buenos figurines de Anna Güell para coro y figurantes (con el detalle divertido de la pastora en pantalones), unos efectos especiales muy efectistas -perdonen la redundancia- a costa de la gran mesa de reuniones convertida en platillo volante con focos intrusivos, en vía de agua capaz de naufragios, en pantalla de vídeos sinuosos, en motivo tan perturbador como sugerente. En el movimiento escénico sobraron gestos violentos, tantos empujones y hasta esa amenaza con una silla fuera de tono, uno de los gestos más cobardes y agresivos del muestrario de la reyerta callejera, aunque las incursiones de los protagonistas en el patio de butacas resultaran muy elocuentes y encontrara su momento álgido en la acción colectiva que formando una cadena humana poor el pasillo lateral derecho del patio de butacas hasta el escenario, no por espectacular menos incongruente que el resto de la propuesta escénica.

El absurdo y excesivo protagonismo del director de escena parecía perseguir el eclipse del fundamento musical, de la esencia de una ópera. Afortunadamente sin conseguirlo. La dirección musical de José Miguel Pérez-Sierra nos pareció buena, sacando todo el partido posible de la partitura, de la orquesta y de su conjunción con las voces. En estas, gran presencia del bajo Simón Orfila en el papel de ese encargado bonachón que arriesga sus judías por una causa justa, y excelente interpretación en ambos sentidos -vocal y actoral- de Susana Cordón como Maruxa, al frente de un segundo reparto que confirma la mejora general de nivel vocal en el teatro de la Zarzuela desde hace algunas temporadas, si bien Borja Quiza necesita templar mejor su gran potencia de barítono, la soprano Svetla Krasteva tuvo altibajos con su Rosa, y a Jorge Rodríguez-Norton le perjudicaron los tonos chulescos y depravados con que el director de escena exageró al primo Antonio. Rematadamente desastroso ese personaje incoherente que tocó en suerte a la bailarina María Cabeza de Vaca, y muy envarados los malvados financieros a cargo del equipo de figurantes.

En definitiva, la historia contextual inventada por Paco Azorín es un desacierto que perjudica el seguimiento de la trama original y al conjunto del montaje, aunque eso sí, tiene el sensacionalismo facilón con el que se busca la complicidad de ese público cuarentón, de progresismo reaccionario e izquierdismo carca, que creen los factotum culturales que es el futuro del teatro musical y puede ser su sepulturero. Los espectadores sin embargo eran septuagenarios en su inmensa mayoría, y en la segunda sesión de las catorce programadas, dió evidentes señales de contento con lo que escuchaba en el primer acto, y de disgusto con lo que veía desde comienzos del segundo, dicotomía que se expresó contundentemente al caer el telón, con abucheos a bailarina y figurantes que no iban dirigidos a ellos sino a sus cometidos; aplausos a los cantantes, que fueron nutridos para Borja Quiza y se convirtieron en ostentosas ovaciones en el caso de Cordón y Orfila, así como del maestro Pérez-Sierra; y enormes abucheos ante la presencia de Paco Azorín, que desafió al público puño en alto acentuando lo patético de su posición, privilegiado beneficiario de subvenciones públicas disfrazado de rebelde de salón.

Maruxa es una buena ópera española que si comenzara a gozar de reposiciones diversas y cuidadas producciones, crecería hasta alcanzar un nivel notable a escala internacional en este género. Amadeo Vives confirma siempre sus excelencias, y el Teatro de la Zarzuela, en su afanes de renovación, debe tener más cuidado en no confundir el culo con las témporas, exabrupto que viene a cuento ahora que hablábamos de Galicia.

Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 8
Adaptación: 4
Dirección musical: 8
Dirección de escena: 7
Producción: 8
Programa de mano: 6
Libreto: 9

Teatro de la Zarzuela
Maruxa
ÉGLOGA LÍRICA EN DOS ACTOS
Música Amadeo Vives 
Libreto Luis Pascual Frutos
ESTRENADA EN EL TEATRO DE LA ZARZUELA,  EL 28 DE MAYO DE 1914
NUEVA PRODUCCIÓN DEL TEATRO DE LA ZARZUELA
 
Equipo artístico
Dirección musical José Miguel Pérez-Sierra
Dirección de escena y escenografía Paco Azorín
Vestuario Anna Güell
Iluminación Pedro Yagüe
Movimiento escénico Carlos Martos
Vídeo Pedro Chamizo
Maestros repetidores Ramón Grau y Andrés Juncos   
Ayudante de dirección de escena Salva Bolta
Ayudante de escenografía Isabel Sáiz
Ayudante de vestuario Adriana Parra
Ayudante de iluminación Sergio Torres
Ayudante de vídeo Israel Menéndez
 
Reparto
MARUXA
Maite Alberola (días 25, 27, 31, 2, 4, 8 y 10)                
Susana Cordón (días 26, 28, 1, 3, 7, 9 y 11)                             
PABLO             
Rodrigo Esteves (días 25, 27, 31, 2, 4, 8 y 10)
Borja Quiza (días 26, 28, 1, 3, 7, 9 y 11)               
RUFO
Simón Orfila                                              
ROSA             
Ekaterina Metlova (días 25, 27, 31, 2, 4, 8 y 10)
Svetla Krasteva (días 26, 28, 1, 3, 7, 9 y 11)                 
ANTONIO             
Carlos Fidalgo (días 25, 27, 31, 2, 4, 8 y 10)
Jorge Rodríguez-Norton (días 26, 28, 1, 3, 7, 9 y 11) 
EULALIA
Julia Arellano
ZAGAL 
Carles Pachón                
GALICIA (DIOSA)
María Cabeza de Vaca Bailarina                         
GAITERO
Alejandro Díez 
FIGURACIÓN ESPECIAL
Jesús Lavi (Zagal)
VOZ EN OFF
María Pujalte 
FIGURACIÓN
Pedro Aijón, Esperanza Candela, Rosalía Castro, Vincent Domingo, Álex Larumbe, Jesús Lavi, Elena Lombao, Jaime Moreno, Nerea Moreno, Agus Ruiz, Carlos Troya, Alejandro Valenciano
 
Orquesta de la Comunidad de Madrid (Titular del Teatro de la Zarzuela)
Coro Titular del Teatro de la Zarzuela Director Antonio Fauró
 
Funciones
Duración aproximada Acto Primero: 60 minutos Entreacto: 20 minutos Acto Segundo: 50 minutos
Fechas y horarios 25, 26, 27, 28 y 31 de enero; 1, 2, 3, 4, 7, 8, 9, 10 y 11 de febrero de 2018 Horario: 20:00 h. (domingos, 18:00 h.)
Para más información: teatrodelazarzuela.mcu.es

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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