La tristeza de los ogros

Una pesadilla adolescente que parte de dos sucesos que conmovieron Europa hace una década

La tristeza de los ogros
La tristeza de los ogros - Teatros del Canal

Nos la subtitulan ‘un cuento onírico sobre el desarraigo, que dibuja la metamorfosis adolescente’, y puede que eso sea, aunque pueda decirse de foma más sencilla. En 2009 se estrenó esta ‘Le Chagrin des ogres’ en Lieja, fue un éxito de dimensiones europeas y llegó a España en versión original en 2013 en el marco del festival Temporada Alta de Girona. Fabrice Murgia tiene 35 años, es belga de nacimiento, pero apostaríamos a que es segunda generación de refugiados políticos del Cono Sur. Y en 2016 se ha convertido en director del Théâtre National-Bruxelles. En Madrid ya se vieron dos de sus obras posteriores, ‘Ghost Road’en estos mismos Teatros del Canal, y ‘Exils’ en el Festival de Otoño a Primavera.

Se inspira en sucesos reales que conmovieron en su momento. El 20 de noviembre de 2006, Bastian Bosse, un chico alemán de 18 años, planeó una matanza en su instituto pero sólo consiguió herir con sus disparos a cinco compañeros antes de suicidarse, cumpliendo con precisión el plan que había anunciado por internet. Unos meses antes, la chica austriaca Natascha Kampusch, de la misma edad, escapaba de la casa donde había vivido diez años secuestrada. A partir del blog personal de Bosse y de las entrevistas que Kampusch concedió durante y después de su hospitalización, trama una fábula para reflejar el desconcierto de su generación. ‘No es una obra sobre Kampusch y Bosse, sino sobre la pérdida de la infancia’. Una pérdida que en su generación se sitúa en líneas generales demasiado tarde, ya avanzada la treintena, y que ha generado cataratas de análisis sobre su inmadurez y fragilidad en relación a la generación de sus padres.

‘Escribí esta historia cuando acababa de tener un hijo. Me encontraba entre ese papel de padre, con una gran responsabilidad que asumir, y el papel del adolescente, aún soñador. Es uno de esos espectáculos que sólo puedes escribir una vez en tu vida. Es ante todo autobiográfico’, dice. Una autobiografía camuflada en dos casos mediáticos que por fuerza atraerían al público. ¿Y qué hay de cierto en este texto?: ‘El 90% de lo que veréis sobre Bastian y un 40% en el caso de Natascha’, responde. ‘Hay también muchas referencias que parten de un suceso similar al de esta chica y que conmocionó Bélgica en la década de los 90, el caso Dutroux’. Marc Dutroux fue condenado a cadena perpetua por haber secuestrado y violado entre 1995 y 1996 a ocho niñas y adolescentes de edades entre los 8 y los 19 años, a dos de las cuales asesinó así como a su cómplice.

Efectivamente, si bien la historia de Bastian resulta coherente y comprensible no es así con la de Natascha, ya en origen plena de lagunas que nunca se aclararon, y además en la obra mezclada con la de otra adolescente llamada Leticia, probablemente extraida del caso Dutroux. A Murgia no parece preocuparle ser fiel a la realidad, intentar establecer y conmprender la verdad de lo ocurrido en estos dos casos, sino simplemente usarlos para montar su historia: ‘Para mí, partir de historias reales es algo importante, porque la base documental permite ir hacia lo onírico y, a su vez, establece un vínculo con lo real. He incluido también detalles de mi adolescencia, estigmas de nuestra juventud’. Pretende hablar supuestamente de la pérdida de la infancia, pero una pérdida no situada cuando suponemos que ocurre, hacia los ocho años, sino mucho más tarde, hacia los 24-25, dando pábulo a la creencia de un superávit de adolescencia inmadura en esa ‘Generación X’ de contornos imprecisos que se hace visible y protagonista ante nuestros ojos.

El texto original ha sido adaptado por Borja Ortiz de Gondra con referencias al aquí y ahora entre las que se recuerda el horrible episodio del secuestro, violación, tortura y asesinato en 1992 de Míriam, Toñi y Desirée, tres niñas de catorce y quince años del municipio valenciano de Alcácer, especialmente aquel programa televisivo de la noche del 27 de enero de 1993 que se considera el nacimiento de la telebasura en España, el programa De tú a tú de Antena 3 presentado por Nieves Herrero y Olga Viza, que trasladó su plató a Alcácer y contó con la presencia de los familiares de las niñas, cuyo dolor fue retransmitido en directo a medida que se iban conociendo los macabros detalles de la recuperación de los cuerpos.

Bien. Estamos pues ante un viaje turbulento al lado oscuro de la adolescencia que podría dar lugar a todo tipo de excesos sensacionalistas. Pero que afortunadamente no lo hace. Murgia, a pesar del uso de materiales inflamables, a pesar de que el caso de Natascha Kampusch está sacado de contexto y refundido con otra historia diferente, no cruza la línea roja de la manipulación indignante, y se limita a reciclar este material con observaciones propias y retazos biográficos en una propuesta de fondo turbio y forma brillante. Una dramaturgia original que se apoya en un narrador -narradora en este caso, niñita vestidas de primera comunión, de apariencia angelical y trasfondo perverso- que da entrada y salida, comenta y apostilla las intervenciones de los personajes: la encerrada a la fuerza en el sótano de la casa de su secuestrador, y el encerrado voluntariamente en su cuarto frente al ordenador. La escenografía, basada en dos cubículos exscelentemente ambientados donde se encuentran los adolescentes, resulta intrigante, y genera el ambiente opresivo e intranquilizador, mezcla de realidad brutal y candorosa ensoñación, que es el núcleo de la obra. Los dos adolescentes no nos hablan directamente, pues ella se filma con una cámara de aficionado y él se dirige a la pantalla de su ordenador. Y la niña/bruja recorre el escenario, se mece en un columpio, se tira por los suelos, se desgañita, musita y arrastra a los espectadores al centro mismo de la pesadilla.

Los tres jóvenes actores componen un convincente tríptico. Desde un cuarto de hora antes del comienzo de la función Andrea de San Juan ya está en marcha y no para de asustarnos hasta que termina la obra y abandona esa voz delirante con la que desprecia al mundo. Nacho Sánchez transmite a la perfección el descenso a la locura de un solitario, acosado y despreciado muchacho que quiere imitar al héroe de sus lecturas. Olivia Delcán se mantiene impertérrita en la impenetrable resignación de su personaje. Y el autor se cuidará de dar explicaciones cuando le preguntan por su obra: ‘ Me dicen: «Usted critica el estado del mundo, pero ¿qué hace usted para cambiarlo?» Y les respondo: «Hago espectáculos oscuros. No tengo nada más que ofrecer que un testimonio de humanidad… Mi testimonio, mi punto de vista, nada más’.

Los Teatros del Canal, reconvertidos esta temporada en centro de artes escénicas contemporáneas, aporta con esta pieza un inicio brillante a una incursión nada fácil, vistos los desastroso antecedentes del Matadero por parecida singladura. Lo va a hacer en paralelo a una programación más convencional, con un total de cien espectáculos y obras de teatro esta temporada.

Casi dos décadas después del cambio de milenio, y pasada ya una de la irrupción de una nueva generación, heredera a su pesar de los años 60, empezamos a vislumbrar el cambio acontecido. Fundamentalmente se trata del eclipse total de la Diosa Razón sustituida crecientemente por una dicotomía que delega en la inteligencia artificial todo razonamiento, y  se circunscribe voluntariamente -¿suicida o clarividente?- a mecanismos mentales que reducen a papilla informe toda clasificación, todo razonamiento, todo el mecanismo pensante hiperdesarrollado en los dos últimos siglos. Hace un tiempo que nos interrogamos ante espectáculos artísticos y teatrales que se enmarcan -a menudo sin ser conscientes de ello- en este nuevo paradigma que intentamos comprender. ‘La tristeza de los ogros’ es un buen ejemplo. Sugiere, conmueve, explora sin aportar más que un sentimiento difuso de incomodidad. Su lejanía de las tesis cerradas es de agradecer. Su confusión ante el mundo de los adolescentes es comprensible y compartible. La tristeza de los ogros, también.

VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 8
Texto: 6
Dirección: 9
Interpretación: 9
Puesta en escena: 9
Producción: 9
Programa de mano: 6
Documentación a los medios: 7

TEATROS DEL CANAL
La tristeza de los ogros, de Fabrice Murgia
Del 18 de enero al 4 de febrero de 2018
Estreno de la versión en español

Reparto: Andrea de San Juan, Nacho Sánchez, Olivia Delcán

Texto y dramaturgia: Fabrice Murgia
Adaptación: Borja Ortiz de Gondra
Escenografía: Françoise Lefebvre
Vídeo: Jean François Ravagnan
Espacio sonoro: Maxime Glaude
Vestuario: Marie-Hèlène Balau
Iluminación: Manu Savini
Tècnico de luces: Ciru Cerdeiriña Técnico de sonido: Javier Almela Tècnico Audiovisual: Joan Lavandeira
Producción Théâtre National Wallonie-Bruxelles / Teatros del Canal / Teatre Lliure / ARTARA
Producción ejecutiva: Nadia Corral
Distribución: [email protected]

Sala Verde
Duración: 75 minutos
Este espectáculo hace uso de luces estroboscópicas
Edad recomendada: a partir de 14 años
Desde 14 €
De martes a sábado, 20.00 h. Domingos, 18.30h
Teatros del Canal. Cea Bermúdez, 1. 28003 Madrid | (+34) 91 308 99 99/50 | [email protected]

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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