Dead man walking, pecado y redención

Una impresionante zarzuela norteamericana conmociona el Teatro Real

Dead man walking, pecado y redención
Dead man walking - Teatro Real

Una gran ópera estadounidense sobre el mayor dilema actual en su sociedad, la pena de muerte. Un libreto de precisión, una interesante partitura, una extraordinaria puesta en escena, un gran plantel de voces con orquestación brillante: ‘Dead man walking’ despejó todos nuestros temores previos, revelándose como una obra trascendente, de enorme calado espiritual y precisas preguntas sobre eternos dilemas, el delito, el castigo, la culpa, el perdón, la compasión, la justicia, el arrepentimiento y la responsabilidad final. No iremos al cielo, pero nunca sobra meditar sobre el más allá y el más acá.

A estas alturas, casi todos los interesados en este estreno en España de una de las óperas recientes que ha conseguido mayor éxito -estrenada con el milenio en el año 2000, suma ya más de 300 representaciones en los cinco continentes y pronto llegará su 60ª producción, cifras que cualquier aficionado distingue como fabulosas en el contexto operístico, incluso en un momento de auge como el actual-, conocen la historia del libro de la monja Helen Prejean, y su exitosa adaptación al cine por parte de Tim Robbins en 1996. Unos años después, la Ópera de San Francisco hizo el encargo, Terrence McNally creó el libreto y Jake Heggie compuso la partitura. Tras la primera producción, seis cosos americanos aunaron esfuerzos para crear una nueva producción del director Leonard Foglia y el escenógrafo Michael McGarty, que fue con la que Joyce DiDonato hizo su debut operístico en Nueva York, producción con la que todos ellos ahora llegan en buena hora al Teatro Real.

Más allá del debate sobre la pena de muerte, la aportación de la ópera es poner el acento en la influencia transformadora de la religiosa sobre la personalidad del preso y, en definitiva, en el poder redentor del amor. Es impresionante cómo libretista y compositor logran dar a esta trama un potencial irresistible, cómo son capaces en un mundo tan descreido y tan materialista como el nuestro, convertir a una monja, sus creencias cristianas, sus oraciones y sus dudas, en un material tan convicente, que derrite el corazón más pétreo, y deja sin duda una huella, se reconozca o se ignore. Es cierto que la condena generalizada de la pena de muerte en nuestros lares es proclive a la aquiescencia del público a priori, pero es cierto también que más allá de argumento tan manido, se plantean los verdaderos problemas de fondo, y se hace con encomiable honestidad y valentía.

Más allá de los triviales panfletos buenistas, se introducen otras perspectivas colaterales con las familias indignadas de las dos víctimas que constantemente confrontan a la religiosa con la tragedia que están viviendo; la madre atormentada del condenado que no puede aceptar haber criado un monstruo inhumano; y la propia hermana Helen debatiéndose entre dudas a cada momento, recordando como amuleto de su fe que los asesinos también son hijos de Dios. Para no desfallecer, para no juzgar, para establecer con el criminal una progresiva relación de amor y de confianza que llevará a este en el último momento a reconocer su culpa, a pedir perdón sinceramente, a arrepentirse del daño causado, a morir en paz.

La partitura de Jake Heggie es profundamente emocional, considera con razón Joan Matabosch, director artístico del Real: entre sus referentes musicales confesados se encuentran Mussorgsky, Janacek, Ravel, Britten, Bernstein y Sondheim, y sus acordes consiguen a menudo resultar familiares, derrotando parcialmente las casi invencibles limitaciones que afectan a los contenidos vocales de las óperas actuales, aportando contornos melódicos y estructuras formales en arias, concertantes y recitativos sabiamente anclados en la música popular de su país, reivindicando de magnífico rebote lo más valioso que siempre contiene la zarzuela española (¿y si resultara más viable hoy de lo que se piensa?), las profundas raices de la ópera española, bastante similar en sus sabias y variadas raices populares a esta propuesta que incluye espirituales, rock and roll y resonancias country, y que rinde homenaje a Elvis Presley en el momento quizás más emocionante y conseguido de sus dos horas y media de duración, las cuales quizás fundiendo algunas escenas repetitivas argumental y musicalmente podría haberse reducido hasta las dos horas, eliminando el intermedio y concentrando su impacto hasta deslumbrar.

Gran parte del asombro que causa este espectáculo, más allá del equilibrio envidiable con que se desarrollan libreto y partitura, de los detalles con sabor a auténtico y de la falta de envaramiento en ambos elementos, radica en la puesta en escena, una de las mejores sin duda que hayamos tenido el privilegio de contemplar en muchas temporadas, con un director escénico atento al último detalle, y un escenógrafo singular que consigue de elementos hoy usuales en los grandes escenarios -diferentes niveles, decorados movibles y transformables, sugerencias filmadas, elementos reales como un automóvil y sobre todo una deslumbrante moto policial- una precisión realista y una coherencia argumental que rayaría en la perfección sino fuera quizás discutible la minuciosidad del terrorífico desenlace de la ejecución, de una extensión, de una crudeza y de un realismo como probablemente nunca se ha visto en un escenario y sin duda -por su cercanía palpitante- como nunca el cine podrá lograr con todos sus recursos. Inclúyanse figurinista e iluminador en una nómina artística que realmente raya en la excelencia.

Donde hay que situar entero y completo al reparto, uno de los mejor conjuntados que recordamos, gracias a un trabajo de casting ejemplar que debía imponerse como norma en la ópera, desterrando las aún frecuentes incongruencias en los repartos. Qué vamos a decir de Joyce DiDonato, esta excepcional mezzosoprano que está arrasando desde hace años con una voz y una técnica  arrolladoras, pero sobre todo con una presencia y carisma de todo punto excepcional, las de una diva acostumbrada a fastos y oropeles capaz de convertirse en esta simple monja tan auténtica y veraz, cuya cojera parece tan real que nos ha llevado a consultar las noticias por si la sin par Joyce hubiera sufrido algún percance reciente.

Pero es que incluso es más destacable aún el nivel que ofrece el poco conocido barítono texano Michael Mayes en el papel de ese Joseph De Rocher que va a ser ejecutado, tan destacado por su poderosa y versátil voz como por su notable presencia actoral. Su aportación es esencial para la perfecta verosimilitud que necesita un tema tan exigente como el que abordan. En ambos aspectos -vocal y actoral- resultan también impecables todo el elenco que acompaña a tan destacada pareja, Maria Zifchak como la madre del convicto, Damián del Castillo como director del presidio, los padres de las víctimas, los hermanos menores del reo y hasta los policías… La dirección actoral es quizás lo más sobresaliente en ester sobresaliente director de escena que es Leonard Foglia, quien demuestra perfecta sintonía con la no menos descada dirección musical a cargo de Mark Wigglesworth, quien obtiene un gran y conjuntado nivel de orquesta, coros y voces solistas.

‘Dead Man Walking’ es una gran ópera de hoy en todos los sentidos. Y es una exhibición del alto nivel que ha conseguido el género en Estados Unidos hasta el punto de poderse vislumbrar un relevo de liderazgo a corto plazo sobre la vieja Europa. Se ha convertido en el mayor impacto de la historia del teatro musical americano desde el estreno de “West Side Story” hace más de cuarenta años. Como opina Matabosch, ‘es una gran noticia para los teatros de ópera que una ópera que casi se acaba de estrenar esté en camino de poderse considerar de repertorio’.

Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 9
Dirección musical: 8
Dirección artística: 9
Voces: 9
Orquesta: 8
Escenografía: 9
Producción: 9
Programa de mano: 9

Teatro Real
DEAD MAN WALKING
             Ópera en dos actos
             Música deJake Heggie
             Libreto de Terrence McNally
             Basada en la novela de la hermana Helen Prejean
             Ópera encargada por la San Francisco Opera
   
FICHA ARTÍSTICA
    Director musical     Mark Wigglesworth
    Director de escena     Leonard Foglia
    Escenógrafo         Michael Mcgarty
    Figurinista         Jess Goldstein
    Iluminador         Brian Nason
    Vídeo             Elaine J. McCarthy
    Diseñador de sonido     Roger Gans (Sound Effects Designer)
    Director del coro    Andrés Máspero
    Directora coro niños     Ana González

Reparto
    Hermana Helen Prejean     Joyce DiDonato
    Joseph De Rocher    Michael Mayes
    Señora De Rocher    Maria Zifchak
    Hermana Rose        Measha Brueggergosman
    George Benton        Damián del Castillo
    Padre Grenville        Roger Padullés
    Killy Hart        María Hinojosa
    Owen Hart        Toni Marsol
    Jade Boucher        Marta de Castro
    Howard Boucher        Viçenc Esteve
    Un policía motorizado    Enric Martínez-Castignani
    Hermana Catherine    Celia Alcedo
    Hermana Lillianne    Marifé Nogales
    Primer guardia        Enric Martínez-Castignani
    Segundo guardia        Tomeu Bibiloni
    Hermano mayor        Pablo García-López
    Hermano menor        Álvaro Martín (Pequeños Cantores de la JORCAM)
   
        Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
        Pequeños Cantores de la ORCAM
    Duración aproximada    2 horas y 55 minutos
        Acto I: 1 hora y 20 minutos
        Pausa de 25 minutos
        Acto II: 1 hora y 5 minutos
    Fechas    26, 29, 31 de enero
        3, 6, 9 de febrero
        20.00 horas.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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