Consentimiento: haberlo o no es el dilema

Una gran comedia dramática con abogados, infidelidades, apariencias y una violación

Consentimiento: haberlo o no es el dilema
Consentimiento - teatro Valle Inclán

Teatro en serio, abordando temas importantes de la forma compleja que necesita la búsqueda de la verdad. El poder secreto de los abogados en el sistema judicial, el tejido de mentiras que jalona la vida cotidiana, lo que va del dicho al lecho, ese magma de apariencias engañosas en que vivimos, y sí, el complejo tema de la violación convertido en ariete justiciero para modificar usos y costumbres anclados en los humanos desde hace milenios. Gran texto, notable dirección e interpretación, discutible puesta en escena y excesiva duración.

Como cuesta lo suyo entender de qué van exactamente los tres personajes masculinos, pueder servir el conocer el argumento, aunque en arte todo lo que neecesita ser explicado evidencia carencias: dos abogados amigos se enfrentan en el caso de violación de una tal Adela, una trabajadora cualquiera. La defensa del supuesto violador está a cargo del ‘very smart indeed’ Eduardo, que argumenta que ha habido consentimiento de la supuesta víctima y por tanto no existe delito. Adela explica al fiscal, Tomás, las circunstancias de lo ocurrido de forma confusa y poco satisfactoria para este, que no parece emplñearse a fondo. Gana el juicio Eduardo, pierde el ministerio fiscal, y Adela, destrozada emocionalmente, se vengará.

Eduardo está casado con Kitty y acaban de tener su primer hijo. Sus amigos Raquel y Jaime acuden a felicitarlos, y un tiempo después vuelven a reunirse con otros amigos comunes y solteros para que se conozcan, el fiscal Tomás y la actriz Sara. Raquel descubre que Jaime le ha sido sistemáticamente infiel y quiere divorciarse, pero la mediación de Eduardo lo evita, provocando la ira de su mujer Kitty por su fría y nada compasiva forma de ser y actuar, y así llegamos a una fiesta de fin de año en la que los seis se despendolan y mientras una pareja se reconcilia, la otra encalla al surgir el recuerdo de una anterior infidelidad de él que no ha sido superada por ella, y la tercera, la de los solteros, consigue entenderse. En medio de la fiesta llega Adela con graves acusaciones morales contra Eduardo y Tomás, y nuevos datos que no pudo explicar en el juicio. Ambos, con toda su palabrería, han conducido el juicio hacia un final injusto.

Así llega el entreacto, tras más de cien minutos, tiempo más que habitual para que terminen las veladas teatrales. Y sin embargo, comienza una segunda parte que los espectadores cansados se tuvieron que perder (salir después de las 23’00 horas es fracamente tarde un día laborable). Kitty tiene una relación con Tomás. Se separa de Eduardo y comienzan agrias luchas legales por la custodia del bebé. La más grave es la denuncia que Kitty interpone contra Eduardo acusándole de haberla forzado. Jaime recuerda a Eduardo que la ley ha cambiado, que no es necesaria la violencia en el acto sexual para considerarlo violación, que basta un no. Pasan semanas de luchas y momentos difíciles para las parejas. Kitty despechada se lía con Tomás. Pero es cosa pasajera, pues volverá con su marido, y Tomás se unirá definitivamente a Sara. La obra termina con una conversación entre Eduardo y Kitty, que ha retirado la demanda de violación.

Consentimiento(Consent) es la cuarta obra de teatro escrita por la joven dramaturga británica Nina Raine, nieta de Boris Pasternak e hija de intelectuales sesudos. Se estrenó en Londres con mucho éxito hace un año y ya está aquí. Transcurre en el presente, en ambiente urbano a lo largo de varios meses. Está dividida en 15 escenas con siete personajes, cuatro mujeres y tres hombres.

La violada Adela está interpretada por Nieve de Medina, y es a nuestro juicio, punto y aparte en el reparto, realizando un excelente trabajo. Sus dos compañeras casadas están notables, la Raquel de María Morales y la Kitty de Candela Peña, ambas creibles, ambas complejas, ambas en esa paleta tan nutrida de los sentimientos femeninos que cambian de la conformidad más pasiva a la venganza más brutal y vuelta atrás, cada una a su manera pero en paralelas trayectorias, quizás lo más trillado de la trama, lo que tantas veces hemos visto en comedias urbanas actuales, ese filón que no se agota. A Clara Sanchis le toca lidiar muy bien con esa Sara desencantada y realista, una mujer inteligente que disimula, a la que ha llegado la hora de la verdad.

En cuanto a ellos, se parecen demasiado entre sí, no obstante resaltarse el cinismo refinado de Eduardo, los ordinarios modales de Jaime, y la introvertida retranca de Tomás. Puede que la autora haya delimitado peor lo que peor conoce, esta otra media naranja de hombres pedantuelos y obsesos, con mucha labia pero apocados de fondo. Jesús Noguero está centrado, David Lorente algo pasado, y Pere Ponce no llega.

No conocemos el texto original y no podemos juzgar traducción y versión, que aparecen fidedignas al original. La dirección de Magui Mira no ha conseguido de momento un dominio total del espectáculo, tanto del espacio elegido como del tono actoral de conjunto, que comienza deficiente, pero van sólo cinco representaciones y tiene casi un mes por delante para que fragüe la masa. Ha introducido unas coreografías histéricas en los cambios de escena para ‘expresar este punto de locura  del mundo en el que vivimos’, que no terminan de agradarnos aunque sea loable la intención. Una banda sonora de ruidos urbanos, que comienza con atronador concierto de móviles, quiere sumarse a los trazos algo gruesos para nuestro gusto del espectáculo, aunque favoritos en nuestras tablas a ambos lados del telón. Se usa con acierto el clásico tema  de la canción protesta ‘Little Boxes’ que inmortalizara Pete Seeger.

Curt Allen Wilmer hace una propuesta conceptual en un espacio enorme de 15×6 metros, con el único recurso de cajas de cartón de embalar arrumbadas al fondo, que van siendo traídas a escena para sacar de ellas copas y copas, y las muchas botellas que se trasiegan estas parejas urbanitas. Las cajas apiladas cierran la embocadura del escenario a modo de muralla pétrea y entre ellas aparecen de tiempo en tiempo las vitrinas individuales en las que se refugian los personajes al terminar las escenas, en las que posan y se cambian de ropa. Y que iluminadas a fogonazos por José Manuel Guerra son lo mejor de su trabajo. El vestuario es nutrido, actual y realista, con varios logrados cambios, desde ropa casual a festiva pasando por la inevitable ropa interior de las damas -siempre las contradicciones que vacían los discursos- y unos tocados para la fiesta que pretenden acercarse a la psicología de cada personaje, creados por Sandra Calderón que es lo único estético de la propuesta, una producción que a nuestro modo de ver ha intentado ahorrar en decorados sin un resultado ventajoso. El espacio tiene espectadores a los tres lados, modificando la estructura tracional del patio de butacas. Dudamos si el camino más tradicional, de cara al público y con ambientaciones diferentes, no hubiera resultado una decisión mejor, menos rupturista para una comedia expresamente convencional en fondo y forma; en argumento, texto y trama.

‘Consentimiento’ deja desnuda la verdad para que cada cual la vista según su conciencia, su ética o su conveniencia, nos dice Magui Mira, respetando el enfoque de esta pieza, esa admirable neutralidad y esa sincera empatía que tanto admiramos en los dramaturgos británicos, un acicate a nuestro alcance.

No se debe subestimar su aguda disquisición sobre un sistema judicial como el que tenemos, aún tan lejos de ser perfecto, donde a menudo se enfrenta una verdad a otra, donde se hace difícil discernir quién dice la verdad y quien es perjuro, y en el que los que deciden -juez, tribunal, jurados- son débiles humanos propensos al error.

El feminismo pretende acabar con miles de años de ‘noes pero síes’ que ha regido el momento de la verdad en las relaciones entre ambos sexos. Esa retórica de la seducción que compartimos con tantas especies animales en la que el macho insiste y la hembra se resiste en un juego nupcial lleno de incertidumbre, donde nada es explícito, donde los deseos luchan con las conveniencias, y la prudencia con el frenesí. Ahora parece que por decreto sólo los síes primigenios e introductorios de la mujer, los síes decididos y casi previos, pueden dar paso a una relación sexual. Y que los noes son noes definitivos acabando de un golpe con el cortejo porque ya todo es acoso. Pero esos síes en frío, esos síes racionales, esos síes… ¿existen? Tema complicado del que sólo se puede hablar sin prejuicios previos y con mucha buena voluntad.

VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 9
Texto: 9
Dirección: 7
Puesta en escena: 6
Interpretación: 7
Producción: 6
Programa de mano: 6
Documentación a los medios: 10 (Cuaderno Pedagógico)

CDN
Teatro Valle Inclán
Del 9 de marzo al 29 de abril
CONSENTIMIENTO

REPARTO (por orden alfabético)
David Lorente, Nieve de Medina, María Morales, Jesús Noguero, Candela Peña, Pere Ponce y Clara Sanchis
EQUIPO ARTÍSTICO
Nina Raine (Texto), Lucas Criado (Traducción) y Magüi Mira (Versión y dirección) Curt Allen Wilmer (AAPEE) con estudio deDos (Escenografía), José Manuel Guerra (Iluminación), Ana López Cobos (AAPEE) (Vestuario), Bruno Tambascio (Música y espacio sonoro), Toni Espinosa (Movimiento) y Juanma Romero (Ayudante de dirección).
Producción: Centro Dramático Nacional.
Con la colaboración de British Council.

Horario: de martes a sábado 20:30 horas y domingo 19:30 horas
Duración aprox.: 2 horas y 40 minutos (con intermedio).
Encuentro con el equipo artístico: 27 de marzo a las 19 horas, antes de la función, en la sala Mirlo Blanco.
Funciones accesibles: 19 y 20 de abril de 2018.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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