Resulta un despropósito la sanción contra Alberto Contador por una cantidad tan ínfima de clembuterol que el propio tribunal sentenciador considera que no mejoraría en absuluto su rendimiento deportivo. Estamos ante una atropello palmario donde se invierte la carga de la prueba, se castiga al ciclista de forma muy superior que a otros deportistas y para colmo, se concluye que no hubo dopaje.
¿Qué tomadura de pelo es esta? La sentencia concluye que el control positivo por clembuterol Contador «es más que probable que haya sido causado por la ingestión de un suplemento alimenticio contaminado, que por una transfusión sanguínea o por ingestión de carne contaminada». ¡O sea, que no tiene ni idea pero le condena a pesar o, mejor dicho, por culpa de que «no se ha aportado ninguna evidencia de que el deportista no actuara con culpa o con neglicencia».
Hace falta retorcer el sistema de garantías hasta lo indecible para pervertirlo ya que para estos «jueces» quien debe demostrar su inocencia es el acusado y no al contrario. Viva el totalitarismo, la dictadura y la arbitrariedad. Alberto Contador debe recurrir esta tropelía. Él encarna el esfuerzo, el sacrificio y la ejemplaridad en el deporte. Su recurso es el recurso de toda la sociedad que permanece incrédula ante tamaña injusticia.
CODA: Y todo ello sin contar el castigo económico añadido que le puede costar hasta ocho millones de euros. Por cierto, los guiñoles de Canal+Francia con la bromita de que los deportistas españoles no ganan por casualidad, son literalmente impresentables.