El escritor alemán Günter Grass confesó, a
punto de cumplir los 80 años, haber servido en las Waffen-SS de
Hitler a los 17 años y abrió la caja de las preguntas no tanto sobre
qué pasó entonces, sino más bien por qué tan largo silencio.
Se trata de "una mancha", un "último resto" que "tenía que
soltar" y así lo hace, en su autobiografía "Beim Haeuten der
Zwiebel" -"Con la piel de la cebolla", en traducción libre-, que el
Premio Nobel de Literatura 1999 publicará en septiembre.
Fueron apenas unos meses, tenía 17 años, no se enroló voluntario
y hasta los procesos de Nuremberg no tomó consciencia de los
crímenes nazis, avanza hoy en una larga entrevista en el
"Frankfurter Allgemeine Zeitung", acerca de su paso por la División
Acorazada "Frundsberg" de las Waffen-SS, brazo de combate de las SS.
No disparó un solo tiro, no estuvo implicado ni asistió a
crímenes de guerra de ese cuerpo, especialmente activo en el
Holocausto. Dos cuestiones que, por otro lado, no se han puesto en
duda en Alemania, pese al revuelo causado por esa confesión.
De la misma forma que sonó ridículo el recordatorio lanzado desde
el Reino Unido, al ser elegido Joseph Ratzinger como Benedicto XVI,
de que el nuevo Papa sirvió en el ejército de Hitler, a los 17 años,
se da por hecho que Grass no tiene crímenes que ocultar.
La pregunta no es qué hizo entre 1944 y 1945, sino por qué calló
hasta ahora alguien a quien se considera una especie de instancia
moral o conciencia de Alemania, que ha hablado mil veces de su vida
y ha plasmado tantos aspectos autobiográficos en sus libros.
Hasta ahora, constaba en las biografías que Grass sirvió como
auxiliar de artillería. Entre un mero soldado y un miembro de las
Waffen-SS hay más que un matiz y eso lo sabe el escritor, gran
buceador del pasado alemán, mejor incluso que muchos compatriotas.
Grass no reivindica para sí ese papel de "conciencia del país",
pero sí es cierto que, como recuerda hoy el diario "Der
Tagesspiegel", ha sido azote constante de la clase política alemana,
sean de la República Federal o la extinta Alemania comunista.
Nacido en Gdanks en 1927, ha sido desde siempre un "escritor
incómodo", tanto para las filas conservadoras y los denominados
"viejos nazis", como para su partido del alma, la socialdemocracia
de Willy Brandt y Gerhard Schroeder, sus amigos y correligionarios.
"Der Tagesspiegel" se pregunta cómo se leerán ahora recientes
pronunciamientos de Grass en defensa de colegas de profesión que
ingresaron en su juventud en el partido nazi o a favor de una
edición comentada del "Mein Kampf" de Hitler.
La entrevista de Grass en el "Frankfurter Allgemeine" brinda
algunas de esas respuestas. Explica el título de su libro: "Al
quitarle la piel a la cebolla, o sea, al escribir, sale piel a piel,
frase a frase, y vuelve a la vida aquello que estaba oculto".
En su último libro también están, junto a sus últimas semanas
como soldado, los recuerdos de su infancia y su nacimiento como
escritor.
También hay un capítulo en el que coquetea con su supuesta
coincidencia, en el campo de prisioneros de Bad Aibling, con su
"amigo y colega Joseph", supuestamente Ratzinger.
"Había ahí unos 100.000 prisioneros de guerra. Uno de ellos se
llamaba Joseph, era extremadamente católico y a veces hacía citas en
latín", cuenta en la entrevista. Con él jugaba a los dados y, aunque
le parecía "un poco rígido, era un buen tipo".
"Una historia bonita", concluye, mientras en los medios se cruzan
los por qué de la "otra historia", la menos bonita.