Una ciudad maravillosa y caótica, un libro espléndido y un autor brillante

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El Cairo: la ciudad victoriosa

Periodista Digital, Lunes, 18 de julio 2005
Pocas ciudades pueden inspirar un libro como este y pocos escritores son capaces de narrarlo como Max Rodenbeck. Residente en El Cairo desde su niñez, corresponsal de The Economist en Oriente Próximo y columnista en las páginas de The Financial Times y de The New York Times, Rodenbeck no cae en los errores habituales de los periodistas convertidos en escritores y saca el máximo a las virtudes de la profesión.
 
“El Cairo: la ciudad victoriosa” es la fascinante historia de la ciudad desde su nacimiento –los antiguos egipcios creían que la Creación tuvo lugar allí- hasta el caótico presente, pasando por su esplendor medieval, sus aguerridos mamelucos, sus años napoleónicos y sus crisis. Todo con detalle, combinando exquisito rigor, una prosa seductora y una divertida propensión a la anécdota.
 
El Cairo de Rodenbeck es complejo, caleidoscópico. Como el río Nilo, que acostumbraba inundar sus riveras hasta que el presidente Nasser concluyó en 1970 la gigantesca presa de Asuán, la ciudad no se puede entender con una clave simple.
 
Desgarrada entre polos tan fuertes como París y Meca, la población cairota palpita gravada por el peso de un pasado espléndido, las miserias del presente y los temores del futuro. En el lugar por excelencia de los arqueólogos, la labor literaria de Rodenbeck tiene mucho de excavación cultural. El aprecio que el autor demuestra por la ciudad, termina siendo contagioso.
 
Rodenbeck relata 5.000 años de historia desde el ángulo de un viejo vecino. No en vano su implicación con El Cairo comenzó hace más de un siglo, cuando su abuela norteamericana viajó a Egipto y se enamoró de un oficial británico. Su padre fue profesor en la Universidad Americana y el autor utiliza la ciudad como base para su trabajo periodístico.
 
A diferencia de muchos analistas occidentales, Rodenbeck no despacha el actual fervor fundamentalista como una manifestación de subdesarrollo. Disecciona la desesperación de la clase media, que ha empujado a tantos jóvenes educados a arrojarse en brazos del Islam en busca de solución para sus ingentes problemas, abominando con furia del nacionalismo árabe o la monocultura global.
 
La agitación social no es algo Nuevo en El Cairo. La ciudad que los geógrafos medievales árabes denominaban Al Qahira (La Victoriosa) ha sufrido incontables vicisitudes a lo largo de los milenios.
 
Tras la era de oro de los Fatimidas, padeció plagas, invasiones, hambre y un sombrío declinar cultural. Nada escapa a la pluma de Rodenbeck, quien es especialmente brillante a la hora de explicar la estructura del tejido social –universidades, comerciantes, juristas…- que hacía coherente El Cairo medieval.
 
El Cairo ha sido el centro de gravedad de Egipto desde los tiempos de los faraones. Todos los caminos llevan allí y todo se decidía y se decide en los polvorientos despachos de su masiva y lenta burocracia.
 
Los efectos de la brutal transición de la economía centralizada que impuso Nasser en los 60 a la economía de libre mercado impuesta por Sadat en los 70, son dolorosamente visibles. Mientras unos pocos millonarios circulan en Rolls-Royces y residen en mansiones de mármol,  cientos de miles de funcionarios se ven obligados a tener tres empleos para llegar malamente a fin de mes.
 
Max Rodenbeck no obvia ni un solo aspecto. En “El Cairo: la ciudad victoriosa” están los faraones, los mamelucos, los otomanos, los tres años que Napoleón y sus tropas permanecieron en la ciudad, el sentido del humor de sus habitantes, la humillación que supone para los egipcios el éxito constante del vecino Israel, la eclosión de organizaciones fanatizadas como los Hermanos Musulmanes y los recovecos de la brutal represión con que se intenta neutralizarlos.
 
El libro es magnífico y está editado con primor.  Lo que a uno le duele es que no haya en España quien escriba y edite algo parecido sobre Granada, Sevilla o Barcelona.