El concepto de envejecimiento ha evolucionado tanto socialmente como en la mente de los científicos, que han pasado de considerarlo inevitable a plantearse su modificación para prolongar la longevidad. Algunos dan un paso más y creen que debería calificarse como enfermedad.
Esta es premisa del artículo de María Sánchez-Monge publicado en Correo Farmacéutico en el que da cuenta de que uno de los defensores más destacados de esta nueva concepción es David Sinclair, en cuyo laboratorio de la Universidad de Harvard, en Boston (Estados Unidos), se han gestado algunas de las investigaciones más prometedoras sobre los mecanismos que subyacen al envejecimiento y cómo modularlos.
Muchos científicos están trabajando con los gobiernos de sus países para lograr que el envejecimiento se convierta en una enfermedad y se puedan prescribir fármacos para frenarlo.
No todos los investigadores opinan como él. María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), y Alejo Efeyan, investigador del mismo centro, piensan que «el envejecimiento no es una patología, sino que está en el origen de múltiples enfermedades».
Blasco reconoce que
Algunos fármacos, como metformina, se están empezando a ensayar para diversas condiciones asociadas a la edad avanzada, pero no estima prioritario modificar la actual concepción.
La prioridad es aprender del envejecimiento para desarrollar estrategias terapéuticas que ayuden a frenar una progresión que ahora mismo no sabemos cómo parar.
Un debate bien analizado y lleno de datos que se plantea en el mencionado artículo y que fue uno de los ejes de la primera edición del Congreso Internacional de Longevidad y Criopreservación donde una de las ponentes fue la propia María Blasco.
