La casa americana continúa con su política de productos globales iniciada con la comercialización planetaria de la última generación del Focus (2011) y la recuperación del pequeño Fiesta para el mercado norteamericano. Poco después, en 2013, el gigante yankee comunicó que los motores de baja cilindrada Ecoboost también cruzarían el charco. Y ahora, en 2014, anuncia la llegada del Edge, un todoterreno que en Estados Unidos se vende desde 2006 y que coincidiendo con su actualización también se venderá en Europa, convirtiéndose en el hermano mayor de los Ford Kuga y EcoSport.
Básicamente, la apuesta por el Edge en Europa se debe al gusto cambiante del cliente en el Viejo Continente, en general entregado a la moda de los SUV y en concreto en mercados de centro y norte Europa, los más ricos, a carrocerías grandes y voluminosas donde se entremezclan valores como el espacio y la utilidad con la imagen y la sofisticación. Y en este contexto llega un Edge que mide 4,80 metros de largo, 28 centímetros más que un Kuga y calcado al Volkswagen Touareg, al que por precio y posicionamiento de marcas pretenda desbancar como SUV grande generalista líder en Europa.
Por fuera, presenta un estilo atlético y musculoso, destacando una generosa altura libre al suelo y una anchura notable, además de elementos de diseño muy característicos como la parrilla hexagonal con molduras horizontales plateadas o las ópticas traseras unidas entre sí por una tira de diodos de LED que atraviesan todo el portón. Tampoco faltarán llantas de gran tamaño, hasta las 20 pulgadas de diámetro, los paragolpes abombados o un perímetro cercado por las clásicas piezas de plástico negra y otras más finas cromadas a juego con la propia parrilla o el marco de las ventanillas.
Hasta aquí nada nuevo en un Edge con el que Ford pretende acercarse a posibles rivales premium a partir de una carga tecnológica de primer orden. De hecho, el 80% de los Edge que se vendan tendrá el acabado alto de gama Titanium. El nuevo SUV de la marca del óvalo estrena dirección adaptativa (a menos velocidad, menos hay que girar el volante para hacer el mismo giro que a una velocidad más elevada). También son novedad un sistema de atenuación del ruido (tres micrófonos en el habitáculo que generan ondas sonoras minimizando el ruido mecánico) o una cámara frontal de 180 grados que facilita las maniobras de aparcamiento o la visibilidad en determinados cruces.
No son nuevos en la marca otros equipamientos que también incorporará el Edge, como por ejemplo, el portón trasero manos libres, el sistema de conectividad SYNC2 de gestión por voz, el control de crucero adaptativo, los cinturones de seguridad traseros con airbag, o los asistentes activos a la conducción estrenados hace cuatro años en el Focus (alerta de ángulo muerto, asistente de cambio de carril involuntario, frenada de emergencia en ciudad…).
Todos los Ford Edge tendrán tracción a las cuatro ruedas y en Europa únicamente llegarán con motorizaciones turbodiésel, ambos basados en el bloque 2.0 TDCi Duratorq. El primero de ellos, asociado a un cambio manual de seis velocidades, ofrece una potencia de 180CV y la estimable cifra de 400Nm de par motor máximo, ajustando el consumo mixto homologado en 5,7 l/100 km (equivalente a 149 g/km de emisiones de CO2). La segunda variante se combina con el cambio automático de doble embargue y seis velocidades Powershift, desarrollando 210CV y 450Nm de par motor y dejando el gasto de combustible en 6,1 l/100 km (159 g/km).
