Ford Focus ST, deportividad cotidiana

Por primera vez, el ST llega con dos mecánicas: la habitual de gasolina y una diésel más comedida, capaz de conjugar a la perfección la deportividad y la eficiencia

Ford Focus ST, deportividad cotidiana
Ford Focus ST The Motor Lobby - S.H

Detalles exclusivos y tecnologías que lo diferencian de sus -pocos- competidores, dos motores y dos carrocerías. Y no hace falta más. La última edición del emblemático Focus ST es, probablemente, no sólo la más conseguida de entre las que han visto la luz, sino también y probablemente la que tiene más posibilidades de enamorar a cualquier conductor, con independencia de su estilo de conducción o inclinaciones deportivas. Se puede decir que la marca ya tiene un ST para todo el mundo y que todo el mundo puede encontrar el ST que necesita.

Hasta ahora, este tipo de coche encontraba en España un tipo de público extremadamente selecto. Hoy se puede decir que estamos ante un coche con prestaciones muy avanzadas, con un nivel de tecnología superior que puede tener hacer honor a su espíritu deportivo, pero que, sin duda, no tiene ningún punto en su contra en el uso cotidiano. Sobre todo la mecánica diésel, que con su carrocería familiar es la que hemos probado en profundidad, se adapta a la perfección al uso que queramos darle al vehículo. Si le exigimos, el motor responderá sin sufrir. Si deseamos una conducción plácida y eficiente, encontraremos un aliado perfecto.

Espectacular por dentro y por fuera

La mayor flexibilidad de esta nueva versión es evidente a todos los niveles, aunque ya viene certificada por el mencionado aumento de modelos disponibles. Cuatro versiones en dos motores y dos carrocerías que, salvo por detalles son igualmente atractivas desde el punto de vista de diseño. Hacer que un station wagon tenga un aspecto deportivo que lo diferencie del resto es un reto complicado. Ford lo ha logrado a base de detalles y trabajo dentro y fuera del capó.

El exterior del Focus ST no deja a nadie indiferente. Hay notables diferencias con respecto a la presentación del modelo convencional. Los paragolpes son afilados y agresivos, la parrilla es diferente, permitiendo una mejor ventilación en el motor. Faldones laterales, espóiler en toldo sobre el portón trasero y un precioso escape en forma de doble hexágono situado en el centro del vehículo. El conjunto respira deportividad y se complementa con neumáticos de 18 pulgadas, aunque es un pecado no pagar por la opción para montar llantas de 19 pulgadas, que incorporan pinza de freno pintada en rojo y un neumático Michelin de perfil 35. Si todo esto no era suficiente, la nueva suspensión, ligeramente rebajada, completa una apariencia exterior temible que, como ha ido sucediendo siempre en las versiones más deportivas de la marca, añade colores exclusivos a la gama de pinturas disponibles y lunas tintadas en plazas traseras.

Abrir la puerta y saltar al interior nos presenta también un universo bastante diferente al que nos enseña el Focus de gama. Es imposible no enamorarse de los asientos Recaro que monta el modelo. Muy envolventes. Quizá demasiado envolventes si estás muy pasado de peso, pero tremendamente cómodos una vez te acostumbras a que abracen tu zona lumbar.

Además, encontramos tres relojes analógicos sobre la consola –temperatura del aceite y presión del aceite y del turbo–, que son una de las grandes señas distintivas del cuadro de este ST. Los materiales son buenos, el volante achatado –y plagado de controles– presenta un tacto muy agradable y los plásticos utilizados están lo suficientemente cuidados como para resultar duraderos y resistentes al desgaste. Y si por fuera había que invertir en llantas, dentro la inversión debería destinarse a la pantalla de 8 pulgadas con el sistema SYNC 2 que Ford ofrece como opción y que permite controlar la mayoría de las funciones con la voz y gestionar simultáneamente entretenimiento, navegación y teléfono. mecánicas.

En definitiva, el puesto de conducción cuenta con todo lo que se le puede pedir a un coche deportivo, más todas las comodidades que podemos encontrar en coches de segmentos superiores. Posición de conducción, ajustes, relojes, pantallas multimedia de información, controles en el volante… Todo ha sido pensado e integrado de manera fluida y es de aplaudir el esfuerzo de ingeniería que ha realizado la marca en ese caso.

Comportamiento en carretera

No nos extenderemos aquí hablando de la versión gasolina, ya que, como hemos mencionado anteriormente, la que hemos tenido ocasión de probar a conciencia es la diésel con carrocería familiar. En todo caso, los números hablan por sí mismos y quien quiera experimentar las opciones más extremas, tendrá que elegir los 250 caballos que promete y cuyo sonido y comportamiento es el más deportivo que se puede encontrar en el modelo, por lo menos hasta que llegue el RS.

La versión diésel, tasada en 185 caballos, democratiza el modelo. Es la puerta de entrada de todos aquellos que quieran grandes prestaciones en un compacto o familiar. El motor no ruge con tanta intensidad, pero tampoco tiene las notas agrícolas que se pueden encontrar en otros similares. El Focus ST es como un atleta bien entrenado. Ya lo conocíamos. Era directo, fiel, salvaje… un diamante en bruto. Ahora, además, se ha pulido y suavizado para ser más elástico y progresivo. Sigue conservando una entrada en curva espectacular, y es muy fiel transmitiendo sensaciones desde el volante.

El trabajo en la amortiguación ha sido muy bueno y la calibración electrónica no se ha quedado atrás. El resultado: un coche fácil de conducir, con un nivel de prestaciones tan alto como poco exigente gracias al buen trabajo de ingeniería. Nos ha gustado mucho la fluidez en la entrega de potencia, así como ese punch extra que se empieza a notar a partir de las 3.500 revoluciones. Obviamente, la versión wagon tiene una mayor inercia por la longitud de conjunto, pero su comportamiento sigue siendo dinámicamente notable.

La suspensión del modelo ha sido revisada con respecto a la de su predecesor con nuevos muelles en la parte delantera. El compromiso entre dureza y confort es, una vez más, óptimo, y satisfará a todo tipo de conductores. El cambio manual, como cabría esperar en un coche de estas características, responde a la perfección y nos permite hablar con el coche, y moverlo sin sobresaltos. Ayuda, por supuesto, que la entrega de potencia, como ya hemos comentado, sea progresiva y fluida.

Los frenos son otro de esos detalles que armoniza perfectamente con el conjunto. Se les puede poner a prueba y exigir; es muy difícil que muestren signos de fatiga. La dirección, progresiva, también se desenvuelve correctamente. Quizá el mayor pero que se le encontrar a este Ford sea el radio de giro, que en la versión ST station wagon nos resulta demasiado grande como para maniobrar con comodidad suficiente en aparcamientos y giros con espacio reducido.

En resumen

Uno de los aspectos más destacables del Focus ST es la excepcional integración de las ayudas electrónicas al conductor. No resultan invasivas, su funcionamiento es uno de los más fluidos que hemos visto y están al nivel de segmentos superiores. Frenada asistida en ciudad, sensores y cámaras de tráfico cruzado. Todo ello en segundo plano y sin reclamar protagonismo más que cuando hace falta, que es en situaciones de peligro potencial.

Teniendo en cuenta que hay muy poca diferencia de precio entre las dos motorizaciones de este Focus ST –31.500 euros el 2.0 EcoBoost de gasolina y 32.000 en 2.0 TDCi–, los criterios para elegir uno deben ceñirse estrictamente a lo que esperamos de cada uno. Más potencia, más entrega, más dinamismo a costa de la eficiencia en su versión gasolina; o un mayor compromiso entre eficiencia (aspecto bastante notable, ya que en nuestro ciclo combinado con gasóleo nos movimos siempre entre los 6,5 y los 6,7 litros a los 100 kilómetros) y prestaciones en su versión gasóleo.

La carrocería llamada por la marca Sportbreak incrementa el precio de cada una de las versiones en unos mil euros y nos deja un maletero con 160 litros adicionales. De nuevo, las matemáticas nos dirán qué necesitamos más.

Lo dijimos al empezar a escribir el artículo y lo repetiremos ahora. Ford ha conseguido con este nuevo ST un vehículo de alto rendimiento adaptado a todo el mundo. Habrá quien piense que eso no es bueno. En nuestra opinión, si se hace bien –y aquí se ha hecho muy bien– es un soplo de aire fresco en una industria que tiende a sobre-segmentar sus públicos. Otras marcas deberían empezar a tomar nota.

Entre sus rivales más cualificados y sin duda alguna modelo al que aspira a destronar, el Volkswagen Golf GTD es la referencia. La solvencia del alemán en todos sus apartados le hace brillar en todos los aspectos con los que se compare, y su mecánica derrocha incluso más poderío y eficiencia, contando con la opción además de maridarse con el fenomenal cambio de doble embrague DSG, otra referencia en su parcela de actuación.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído