El fiscal italiano acusa al capitán tunecido y su ayudante sirio de homicidio culposo múltiple

El patrón tunecino hundió el barco atiborrado con 850 inmigrantes, tras encerrar a mujeres y niños en la bodega

La justicia italiana dicta prisión preventiva para el capitán de la nave

El patrón tunecino hundió el barco atiborrado con 850 inmigrantes, tras encerrar a mujeres y niños en la bodega
El tunecino Mohamed Alí Malek, de 27 años, y el sirio Mahmud Bikhit. EP

Las acusaciones contra el tunecino Mohamed Alí Malek, de 27 años, y el sirio Mahmud Bikhit, de 25, son terribles: provocar la muerte de los centenares de hombres, mujeres y niños -entre 700 y 900- que el pasado domingo naufragaron al norte de Libia y cuyos cadáveres aún no han sido recuperados.

De ahí que, basándose en los testimonios de algunos de los supervivientes, la Fiscalía de Catania los haya mandado a prisión.

A Mohamed, el supuesto capitán, bajo los cargos de naufragio culposo y homicidio culposo múltiple, y a Mahmud, su presunto ayudante, por favorecer la inmigración clandestina.

Se da la circunstancia de que, como en otras catástrofes anteriores, todos los supervivientes son hombres y jóvenes; tal vez los únicos con las fuerzas necesarias para esperar la llegada de los equipos de rescate.

Uno de los 28 supervivientes -el que fue trasladado en helicóptero a Catania por su delicado estado de salud- aseguró que en la embarcación «iban 950 personas, entre ellas 40 o 50 niños y 200 mujeres».

Hasta ahora se había barajado una cifra de 700 víctimas, lo que sitúa sin duda la catástrofe del domingo como la mayor registrada jamás en el Mediterráneo. No obstante, las autoridades italianas esperarán a los próximos días para hacerse una idea más aproximada de lo sucedido.

Carlotta Sami, la portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), declaró que espera conocer pronto más detalles del número de afectados.

«Pero de lo que no tenemos ninguna duda es de que había muchísimas mujeres y niños en el barco».

La llegada de un nuevo grupo de inmigrantes a Grecia y la noticia de que otros dos barcos se encontraban sin rumbo en el Mediterráneo provocaron sobre el muelle de Catania la sensación de una tragedia sin fin.

Una catástrofe provocada por los deseos de huir de la pobreza o de la guerra de miles de africanos, pero también por la falta de capacidad de los países europeos para encontrar una solución conjunta.

De todo ello se aprovechan con infinita crueldad los traficantes de hombres, «los esclavistas del siglo XXI», como los denominó el domingo el primer ministro italiano, Matteo Renzi.

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