Un análisis del Real Instituto Elcano

Perfil del terrorista yihadista en España: marroquíes o segunda generación de inmigrantes

"Es más probable que alguien originario de Marruecos se implique en actividades terroristas si reside en España que si lo hace en Marruecos"

Por culpa de unos medios de comunicación con proclividad a mirar hacia otro lado en este espinoso asunto, el peso del pensamiento ‘políticamente correcto‘ y la propensión nacional a olvidar muy pronto lo importante, la inmensa mayoría de la población vive casi convencida de que España no es un objetivo de los terroristas islámicos y es falso.

«Aunque una amplia mayoría de los yihadistas en España son actualmente marroquíes o descendientes de marroquíes, es más probable que alguien originario de Marruecos se implique en actividades terroristas si reside en España que si lo hace en Marruecos».

Con esta conclusión arranca el análisis elaborado por Fernando Reinares, director del programa sobre Terrorismo Global del Real Instituto Elcano, y por Carola García-Calvo, investigadora principal del mismo programa, publicado recientemente por el think tank español.

En el estudio se pone de relieve que el yihadismo global ha dejado de ser en nuestro país un fenómeno esencialmente relacionado con ciudadanos extranjeros, foráneos ya radicalizados que vienen a atentar o a adoctrinar a otros para que lo hagan.

«Su componente autóctono ha adquirido, coincidiendo con la movilización yihadista de alcance mundial y sin precedentes que se inició en 2012, una magnitud cercana al foráneo».

Estos datos denotan «que hay dificultades en el acomodo en nuestra sociedad de las segundas generaciones».

Los «conflictos de identidad» a los que se enfrentan estos ciudadanos «suscitan vulnerabilidades explotables por las organizaciones yihadistas«, añaden los expertos.

Bajo el problema de seguridad nacional, el de la inclusión social y el encaje de las migraciones.

El perfil

Empleando información de la Base de Datos Elcano sobre Yihadistas en España (BDEYE), que incluye desde sentencias judiciales a informes del Ministerio del Interior, pasando por entrevistas con expertos policiales, el análisis de Reinares y García-Calvo indica que a lo largo del quinquenio transcurrido desde 2013 hasta 2017 han sido detenidos 233 yihadistas en España y ocho más murieron (los integrantes de la célula que atentó en Barcelona y Cambrils en agosto del pasado año). De ellos, la inmensa mayoría son hombres (89,6%) de entre 18 y 38 años (68,1%).

Un 46% de los yihadistas detenidos o muertos en España en ese periodo son de nacionalidad marroquí y un 37,9% del total tiene, por su parte, nacionalidad española. El restante 16,1% incluye a individuos de hasta 19 nacionalidades diferentes de la marroquí o de la española, ocho de las cuales corresponden a otros países europeos y dos a otros países magrebíes, más cinco latinoamericanos, dos de Oriente Medio y otros dos asiáticos.

Además, el 53% de los individuos estudiados nació en Marruecos y un 29,5% en España. El 17,5% adicional comprende individuos nacidos en otros 20 países, abunda el informe.

«Hablar actualmente de yihadistas en España es principalmente hacerlo de individuos con nacionalidad o ascendencia marroquí, lo que implica que sobre nuestro país se proyecta un problema existente en Marruecos y que requiere mantener una adecuada cooperación bilateral».

En el caso de los originarios de Marruecos, la mayoría procede de la región del Rif, donde se ubicó el protectorado español.

El «componente autóctono» se encuentra, por su parte, en individuos nacidos en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla y en Cataluña.

«Seis de cada 10 del total de individuos objeto de este estudio pertenecían al segmento social de las segundas generaciones».

«No estamos ya ante un fenómeno emanado casi exclusivamente del exterior, como venía ocurriendo desde la penetración del yihadismo global en España durante la primera mitad de la década de los 90 del pasado siglo y hasta que las comunidades musulmanas de nuestro país empezaran a verse, como otras de nuestro entorno europeo, afectadas por la movilización yihadista que se inició en 2012 con el desencadenamiento de la guerra civil en Siria».

Los motivos

¿Por qué es tan elevada la presencia de terroristas marroquíes? Los autores reconocen que «poco sorprende» si nos atenemos a los fríos números, al alto número de inmigrantes originarios del país vecino: en 2015 representaban el 67,9% de la población recibida por España desde países musulmanes.

Sin embargo, añaden una razón de más hondo calado: la «cultura popular» que, en determinadas zonas, se tiene de «contenidos religiosos» como los del llamado islam morabito:

«con sus legendarios guerreros santos sacrificados a sí mismos y venerados en mausoleos, cuya vigencia habría hecho posible que sectores de la población, como en concreto los jóvenes, se muestren especialmente receptivos a interpretaciones islamistas y combatientes de la noción de yihad o de la práctica del martirio».

«El yihadismo global llegó a contar en Marruecos, al menos tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, con un grado relevante de aprobación social, medido en términos de apoyo a los actos de terrorismo suicida en defensa del islam dentro del propio país o de confianza en Osama Bin Laden, el fundador de Al Qaeda, cuando era líder de esta estructura terrorista».

Menos oportunidades, más debilidad

El análisis repasa minuciosamente los escenarios más repetidos en la vida de estos yihadistas en España: Ceuta, Melilla y Cataluña. Tres cuartas partes de los terroristas analizados vienen de las ciudades autónomas.

En Ceuta, concretamente, el barrio más conflictivo es el del Príncipe Alfonso, conocido por la serie de ficción emitida por Telecinco.

Su gemelo melillense se llama Cañada de Hidum. En ambos barrios se dan «insólitas condiciones de segregación espacial y marginalidad social» que «han propiciado la penetración, a lo largo de las últimas dos o tres décadas, de corrientes fundamentalistas del credo islámico entre la población de origen casi exclusivamente marroquí que vive en esos distritos, incluyendo el salafismo en general y el salafismo yihadista en particular».

El radicalismo hace mella porque el desgaste de sus vecinos es intenso, citan los autores: falta de urbanización, chabolismo, desempleo, analfabetismo y delincuencia «denotan una ausencia efectiva de autoridad estatal» que a veces hacen imposible incluso el trabajo de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado.

Todo ello cuaja en «hostilidad» e incluso «agresividad», en un sentimiento de discriminación y rechazo que las redes yihadistas saben aprovechar.

En ambas ciudades tenían presencia cuatro de cada seis redes yihadistas transfronterizas desarticuladas entre 2013 y 2017, siendo objeto de ocho de las once operaciones antiterroristas desarrolladas conjuntamente por las Fuerzas de Seguridad españolas y sus equivalentes en Marruecos.

De Cataluña, por su parte, provienen el 14,3% de los arrestados y muertos, principalmente de las provincias de Barcelona (7,9%) y Gerona (4,8).

El entorno en estos casos es más variado en cuanto a concentración territorial, pero sí que muchos de los yihadistas detenidos o muertos de nacionalidad española comparten un hecho: son inmigrantes de segunda o incluso tercera generación en un 56,8% de los casos.

Esto es, eran ciudadanos nacieron en España o llegaron a una edad muy temprana, aquí fueron escolarizados y aquí se fueron incorporando al mercado laboral. Sólo el 37,3% de los analizados eran migrantes de primera generación.

Detenidos por actividades de terrorismo yihadista o combatientes terroristas extranjeros por cada 100.000 habitantes en Marruecos y por cada 100.000 residentes de origen marroquí en España

Los analistas de Elcano recuerdan, por ejemplo, que entre estos inmigrantes de segunda generación enrolados en el yihadismo, la mayor incidencia se da en tres localidades catalanas: Barcelona, Granollers (Barcelona) y Ripoll (Gerona).

Después, en menor medida, de Ceuta y Melilla. Son personas que han sufrido sus procesos de radicalización ya en España, bien animados por reclutadores, bien a través de la propaganda que se encuentra en determinadas webs, foros y redes sociales.

«A finales de 2013, casi un 40% de los ya para entonces más de 800 yihadistas marroquíes que se habían trasladado como combatientes terroristas extranjeros a Siria procedían de localidades ubicadas en las regiones marroquíes que circundan a Ceuta y Melilla».

En ambas ciudades tenían presencia, abundan, cuatro de las seis redes yihadistas transfronterizas que, entre enero de 2013 y diciembre de 2017, fueron objeto de ocho de las 11 operaciones antiterroristas desarrolladas conjuntamente entre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado españolas y sus equivalentes en Marruecos.

«Melilla estuvo afectada por tres de aquellas redes y Ceuta por dos de ellas, aunque uno de los entramados contaba con elementos en ambas a la vez».

De ahí que, en sus conclusiones, sean firmes al afirmar:

«el hecho de que entre los yihadistas objeto de nuestro estudio predominen actualmente individuos que, al margen de su nacionalidad española o marroquí, han nacido o crecido en España, denota que hay dificultades con el acomodo en nuestra sociedad de las mencionadas segundas generaciones -dificultades con frecuencia asociadas a conflictos de identidad- que suscitan vulnerabilidades explotables por las organizaciones yihadistas. Tanto la extraordinaria sobrerrepresentación de quienes pertenecen al segmento social de las mencionadas segundas generaciones como la reciente eclosión del yihadismo endógeno o homegrown en España advierten de una realidad en tendencia ascendente».

Por eso, recomiendan que además de que las autoridades atiendan «un problema que requiere el mantenimiento de una estrecha cooperación antiterrorista en sus facetas de inteligencia, policial y judicial»:

«Y hagan un esfuerzo en complementar la efectiva implementación dentro de nuestro país, por parte de las autoridades, en colaboración con entidades de la sociedad civil -como las comunidades musulmanas de origen marroquí establecidas en España- de medidas de prevención de la radicalización violenta en ámbitos que van desde la asistencia social y el sistema educativo hasta la inserción laboral».

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