Bajo el candente sol vemos un éxodo que no es el primero que estimula y desata la Peste Roja…

Del chavista Nicolás Maduro y otras bazofias

Del chavista Nicolás Maduro y otras bazofias
Nicolás Maduro. VZ

El mundo todo ha visto en ese pequeño punto de una frontera de 2.219 kilómetros con Colombia, la esencia misma de una montonera brutal y amoral capaz de todo por mantenerse en el poder en Venezuela y conservar con absoluta impunidad el botín de saqueos a la nación, de narcotráfico y otros ilícitos que han hecho de un hatajo de troperos traidores y sus acólitos civiles una casta infinitamente rica y envalentonada.

En esa frontera viva entre San Antonio del Táchira y la Villa del Rosario en el Norte de Santander, son hoy tanto el Puente Internacional Simón Bolívar como el río Táchira escenarios de un éxodo doloroso de ciudadanos humildes y laboriosos que la peste roja está utilizando para justificar una crisis producto de años de destrucción sistemática de la economía venezolana, de financiamiento de regímenes satélites de la Cuba de los tiranos Castro y de un politburó formado por esa izquierda canalla latinoamericana, sus grupos terroristas y sus adláteres europeos, asiáticos y africanos, todos en un mismo plan que no fue otro que lanzarse sobre Venezuela y sus riquezas para con ellas hacer realidad esa quimera que más que sueño es la salida del monstruo de cabezas vomitando odio, retaliación y ambición disfrazada de justicia social.

Peste que cumplió al dedillo con la orden del cagalitroso tirano cubano Fidel Castro de destruir la clase media, motor de desarrollo en cualquier sociedad organizada y de poner en marcha un saqueo continuo que ni siendo el país petrolero que fuimos, con precios del crudo jamás alcanzados antes, pudimos soportar.

Fotos y grabaciones ahorran largas descripciones de lo que sucedió y sucede en San Antonio del Táchira y que ya la Peste en boca del brutal autobusero presidente decretó también para los municipios de Ayacucho, Lobatera, Panamericano y García de Hevia, nueva barbarie que entró en vigor desde las cinco de la mañana del pasado sábado y desplegará la ferocidad -vista ya- de más de 3.000 militares armados y que de acuerdo al «plan Maduro» convertirán en paramilitares a pobres braceros, obreros y gente extremadamente humilde que desde Colombia han llegado por millones a este país que por primera vez se ha convertido en infierno para los emigrantes.

Amenaza pues el estrenado dictador en buscar «hasta debajo de las piedras» a esos que con seguridad votaban por Chávez y su proyecto de odio y devastación sin imaginar que los demonios pagan mal.

Bajo el candente sol vemos un éxodo que no es el primero que estimula y desata la Peste Roja… Cruzan a pie el gran puente, llevan sobre sus lomos doloridos lo poco que pueden salvar… Un colchón, un armario, un tanque de agua, unos ladrillos birlados a la máquina que aplasto la vivienda levantada con sudor y brega. Lo mismo se sucede en las aguas de río Táchira…

Otro éxodo que debemos sumar al emprendido por cientos de miles de venezolanos que el horror de la violencia, del desempleo, de la estigmatización que los hace blanco de amenazas y violaciones les forzó.

Unos jóvenes venezolanos hace un tiempo hablaban con absoluta pertinencia de Caracas como ciudad de despedidas. Ya no es Caracas, es Venezuela entera: Despedidas y empellones.

Éxodos voluntarios y éxodos impuestos por una canalla que viste de rojo y entona esa tonadilla que engaña con el cuento de que salvarán y dignificarán a los pobres de la tierra.

Ahora es Táchira, pero la barbarie es pólvora encendida. Ya veremos ese mismo cuadro dantesco del estado andino también en los pueblos fronterizos del estado Zulia.

Ya la bazofia de Francisco Arias Cárdenas, gobernador de la entidad la avanza, haciéndose eco de lo dicho por el Capo di tutti capi, ese retaco capitancito pendenciero y procaz que mazo en mano ha dicho que «es una posibilidad».

Y como de bazofias hablo, imposible no referirme al apoyo manifestado por algunas lacras colombianas que han apuntalado a su carnal Maduro y justificado la atrocidad. Comenzaré por Samper, cómplice a jornal fijo y no se sabe si parte del negocio gordo que en verdad ha motivado este desaguisado.

Seguiré con Iván Cepeda Castro un bandolero rojo en funciones de Senador, que raudo ha salido a apoyar al verdugo de sus connacionales. Piedad Córdoba y por supuesto a esa banda criminal que en La Habana espera confiada su retorno triunfal sin culpas y con plena impunidad.

Y cierro esta columna cavilando sobre Juan Manuel Santos «Pillao» entre dos fuegos: Uno el de su ambición de ser el padre de la Paz y otro el de pactar con los demonios así se lo lleven al abismo…

NOTA.- Más columnas de Eleonora Bruzual

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