La muerte del gobernador de Punyab toca la fibra del liberalismo paquistaní

La muerte del gobernador de Punyab toca la fibra del liberalismo paquistaní
. EFE/Archivo

Pakistán, sumido en un debate sobre el ascenso de la ideología islamista, enterró hoy al gobernador de la provincia oriental de Punyab, Salman Tasir, asesinado por su oposición al fanatismo religioso, una acción que ha sacudido las entrañas de la clase liberal paquistaní.

El féretro fue enterrado en un cementerio de Lahore, la capital de Punyab, donde hoy las medidas de seguridad eran extremas, en un funeral de Estado retransmitido en directo por las cadenas de televisión.

Una multitud con banderas de la formación de Tasir, el Partido Popular (PPP), se agolpó en las afueras de su residencia para darle el último adiós.

El primer ministro, Yusuf Razá Guilani, el jefe de la diplomacia, Shah Mehmud Qureshi, y el titular de Interior, Rehman Malik, todos ellos del PPP, se confundieron con escasa protección entre la multitud, a la espera de que el cadáver llegara en helicóptero.

Al cementerio sólo pudieron acceder la cúpula del partido, allegados y familiares, que rompieron a llorar mientras las palas echaban tierra sobre el sepulcro.

Durante el funeral, las medidas de seguridad se extremaron en Lahore, donde muchos mercados cerraron sus puertas, informó a Efe una fuente policial.

El asesinato cometido ayer en una zona comercial de Islamabad fue motivado por la oposición del gobernador a las leyes antiblasfemia de Pakistán y su apoyo a la cristiana condenada a muerte bajo ellas, Asia Bibi, según el Ministerio de Interior.

Identificado como Malik Mumtaz Hussain Qadri, el supuesto asesino, que se entregó tras disparar a bocajarro contra Tasir, es miembro de las fuerzas de élite punyabíes.

La Policía ha efectuado varios arrestos y está intentando esclarecer si el ataque fue instigado.

Ninguna de las fuentes policiales de varias ciudades de Pakistán consultadas por Efe informaron de disturbios un día después del asesinato, el primero de una figura política destacada desde el de la ex primer ministra Benazir Bhutto en diciembre de 2007.

Una fuente de la Policía de la ciudad punyabí de Gujranwala admitió a Efe que ayer se registraron manifestaciones del PPP para llorar la muerte de Tasir y de islamistas celebrando su asesinato, sin incidentes violentos.

«Hoy la situación es pacífica y todo está bajo control», amplió.

Al margen del golpe anímico para el PPP, su muerte no abre un vacío de poder en las instituciones, ya que su cargo era de carácter ceremonial (el poder ejecutivo recae sobre el jefe del Gobierno provincial), pero la acorralada clase liberal, cada vez con más mártires, ha recibido la noticia con pesadumbre.

«Los fanáticos deben ser investigados y castigados de acuerdo con la ley. Nadie tiene derecho a emitir decretos para matar a gente», dijo a Efe por teléfono el ministro de Minorías, Shahbaz Bhatti (PPP), quien censuró los intentos de «aterrorizar» al pueblo.

Tasir y Bhatti fueron los más activos en el caso de Bibi: el primero intercedió para lograr un indulto presidencial que no llegó y el segundo sigue empeñado en enmendar el código penal para que no prevea penas capitales en casos de blasfemia.

La enmienda de los artículos 259 B y C del código penal (introducidos en la década de 1980 durante el régimen militar del dictador Zia-ul-Haq) aún no ha llegado al Parlamento y algunos partidos, especialmente aquellos en la órbita islamista, ya se han mostrado reacios o tibios respecto a la iniciativa.

Incluso el viceministro de Información Samsam Bokhar negó hace una semana que enmendar esta ley esté en la agenda del Gobierno.

«La política de contemporización con la intolerancia religiosa ha llevado al asesinato de un gobernador», advirtió hoy en un comunicado la Comisión de Derechos Humanos de Asia.

Próximo al presidente, Asif Alí Zardari, y a la familia Bhutto, Tasir fue especialmente ácido en sus críticas contra el estrato religioso, en un país donde incluso los líderes del secular PPP practican la cautela con el clero islámico.

«Mañana los mulás se manifiestan contra mí después de la ‘yuma’ (oración del viernes). Miles de barbas pidiendo mi cabeza. ¡Qué gran sensación!», escribió en una ocasión Tasir en su cuenta de la red social ‘Twitter’.

En Pakistán son comunes las protestas convocadas por grupos bajo múltiples y renovadas siglas religiosas, con amplia cobertura de la prensa -especialmente la escrita en lenguas paquistaníes- pese a su desigual apoyo popular.

También son habituales las ‘fatuas’ o edictos religiosos contra cualquier líder político o personalidad que se desvíe de una interpretación rigorista del islam.

«La ley antiblasfemia debe ser enmendada. Sé que puedo ser asesinado si sigo presionando, pero no tengo miedo», afirmó a Efe el ministro de Minorías.

Agus Morales

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