Se conmina a cada expatriado salir a la calle con su pasaporte

La policía pasará 100 días limpiando Pekín de extranjeros

Buscarán irregularidades en los visados de los 125.000 extranjeros que residen en la ciudad

Serán cien días de persecución. Así lo ha confirmado el gobierno de Pekín mediante una campaña destinada a reponer el orden en la capital tras un supuesto caso de intento de violación de un turista británico contra una joven local. El video, que ha navegado por la red a velocidades de vértigo, demuestra algo muy evidente: que en las imágenes nada queda claro ya que el video en cuestión ha sido editado, con cortes y montaje, aparte de que ofrece más dudas que clarividencias.

A causa de esto, la policía de Pekín lleva dos días -serán cien en total- buscando a los 125.000 extranjeros que residen en la ciudad con la intención de encontrar irregularidades en sus visados y permisos de residencia. Se centrarán sus pesquisas en las zonas de influencia de los ‘lao wai’ (extranjero en mandarín): Sanlitun y Chaoyang, por sus bares de copas y centros de ocio y compras; y las universidades, donde bastantes estudiantes intentan memorizar tonos y caracteres.

La policía ha emitido una nota, publicada en todos los medios patrios, en donde se conmina a cada expatriado a salir a la calle con su pasaporte así como con el documento que certifica su residencia oficial. Las autoridades creen que algunos miles viven en condiciones de ilegalidad y quiere dar con ellos para denunciarlos y deportarlos.

La red, a causa de este ataque oficial al extranjero, vive unos días convulsionada por los nietos de Mao, la segunda generación del causante de dos de las mayores atrocidades y ridículos de la historia de la humanidad: la Revolución Cultural, donde se asesinaron a profesores y escritores, y el Gran Salto Adelante, donde tras fundir cucharas con la idea de sacar su escaso acero, se produjo la última mayor hambruna conocida hasta la fecha con el consiguiente ‘éxito’ de la campaña: unos treinta millones de personas fallecieron por inanición.

Y ya sorprende que sean los veinteañeros y treintañeros -únicos consumidores de los micro-blogs y las redes sociales- los que se hayan puesto el cuchillo entre los dientes para iniciar una feroz campaña, que en paralelo a la racista de la policía de Pekín, amenaza con saltar por los aires el estado de cierta paz con los que vivían los residentes extranjeros en la capital china. Tras el memorable error cometido por las autoridades ‘han’, que anunciaron sin rubor que deberían «limpiar» de ilegales sus calles, las nuevas generaciones han cogido el testigo para llenar la red de frases desasosegantes tales como: «Hay que limpiar China de sucios blancos»; «Ya era hora: más vale tarde que nunca»; «Ojalá tras esta campaña no quede un solo lao wai»; «Confío en mi gobierno y en mi policía. Y espero que en una semana no quede extranjero en mi ciudad».

La manipulación del gobierno chino sobre este caso es absoluta y se enmarca, clarísimamente, en un acto de poder con el que sacar músculo ante su pueblo, ahora que llega el congreso nacional de octubre, donde Hu Jintao, presidente de la República Popular, y Wen Jiabao, primer ministro, deberán ceder sus poderes a los nuevos seleccionados. A la vez, diversas facciones del Partido Comunista Chino, andan enfrentadas por su cuota de poder llegándose a comentar que podría ser aplazado el próximo congreso si las aguas no vuelven a su cauce.

Además, coincide en el tiempo el vigesimotercer aniversario de la Masacre de Tiananmén, que se recordará el próximo cuatro de junio en el extranjero mientras que seguirá completamente censurado en China, donde aún no se ha reconocido la matanza que se llevó por delante a cientos o a miles de estudiantes que exigían al gobierno comunista de Deng Xiaoping menos corrupción y más libertad.

Sea como fuere, es absolutamente llamativo que por un caso, nada claro, de intento de violación, se haya montado la que se ha montado, una cacería en toda regla en donde se asume que pagarán justos por pecadores y donde la diplomatura occidental, generalmente timorata, mirará para otro lado para evitar molestar a este gigante con pies y rodillas de barro.

¿Se imaginan que en España, tras el primer carterista marroquí que trincó una cartera en la Puerta del Sol o en las Ramblas, la policía hubiera comenzado una campaña tan radical como la que ahora realiza China? ¿O que tras el primer butrón de una banda de albano-kosovares el gobierno hubiera perseguido a todos ellos?

China, con solamente un millón de ciudadanos extranjeros por 1.400 millones de habitantes -uno de los porcentajes más bajos del mundo; recordemos que en España por 48 millones siete son inmigrantes- ya ha comenzado a «limpiar» su casa cuando debe saberse que el 99’9% de los expatriados que residen en China son empresarios, diplomáticos, directores, profesores, formadores y estudiantes, todos con sus visados en regla ya que en el país que tan lejos queda hoy día del confucianismo o del taoísmo cualquier ciudadano de fuera al que se le vence el visado y no se marcha, es automáticamente introducido en alguna prisión estatal.

Entre los cientos de miles de mensajes que hoy inundan Weibo, el portal de micro-blogs que equivale al capado Twitter que lleva años cerrado por la censura del PCCh, uno se salía de lo común: «¿Para qué limpiar China de extranjeros si no la podemos limpiar de polución, agua contaminada y basura en las calles?». Si el atrevido ha dejado alguna pista sobre la matrícula de su ordenador será más que posible que hoy esté detenido. Que llevar la contraria a las políticas del Partido Comunista conlleva ese premio. Siempre.

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