En 1906, el zar Nicolás II, aprobó ya un proyecto de puente

La Rusia de Putin retoma la idea de unir Asia y América con un túnel bajo el estrecho de Bering

El TEPR incluiría gasoductos y oleoductos para incrementar las ganancias de energía

La Rusia de Putin retoma la idea de unir Asia y América con un túnel bajo el estrecho de Bering
El Estrecho de Bering, entre Siberia y Alaska. PD

Desde Rusia se lamenta la "miopía y falta de visión histórica" de los políticos y empresarios norteamericanos

Vuelve a concebirse en Rusia la idea de unir Asia con América. El concepto es descomunal por sus dimensiones, imponente. Pero no es nuevo. Ya en 1890, el diseñador del Golden Gate en San Francisco había dedicado su tesis de la universidad para los planos de un puente de ferrocarril Transiberiano-Alaska.

Y en 1906, el zar Nicolás II, aprobó un proyecto de puente del estrecho de Bering en última instancia abandonado al iniciarse la Primera Guerra Mundial.

Los objetivos rusos se proponen construir un tren de alta velocidad a través de Siberia.

Explica Marcos Suárez Sipmann en ‘El Economista‘ este 24 de agosto de 2015 que el punto final de esa línea de ferrocarril -que se denominará el Cinturón de Desarrollo Trans-Eurasia (TEPR)- sería la boca de un túnel submarino que atravesaría el estrecho. La anchura de éste es de 82 kilómetros si bien la existencia de dos islas a lo largo del mismo facilitarían la implementación y permitirían la ventilación y acceso en caso de emergencia. Es este un punto mencionado a menudo por los impulsores.

De hacerse se prevé hacer también junto a la línea férrea una carretera. Con independencia del túnel, Rusia ya ha iniciado las obras del ferrocarril a través de su Extremo Oriente.

A su vez, Moscú y Pekín están avanzando en la construcción de un tren de alta velocidad entre las dos capitales, una línea que medirá unos 7.000 kilómetros. Por su parte, China trabaja en una conexión sino-canadiense que utilizaría el túnel del estrecho de Bering, si éste llegara a realizarse.

Costes financieros y políticos

Los costes serán enormes. Los desafíos de ingeniería imprevisibles. Incluso si se superan esos retos quedan los obstáculos políticos, complicados con la actual tensión diplomática. Sin embargo, más importante que la cuestión de la viabilidad del proyecto es la de su rentabilidad.

Unir los continentes para el tráfico de pasajeros tiene un interés limitado. Estas necesidades se pueden seguir cubriendo mediante las conexiones aéreas. Lo que hace realmente atractiva la idea es su extensión para incluir nuevos canales de transporte de energía -petróleo y gas- en el Ártico.

El TEPR incluiría gasoductos y oleoductos para incrementar las ganancias de energía. Si, como se estima, el túnel facilitara el traslado de hasta un millón y medio de barriles de petróleo al día, solo este dato podría justificar económicamente el plan.

Se crearían, además, nuevas industrias y puestos de trabajo. Esto repercutirá ante todo en beneficio del distrito autónomo de Chukotka, en el extremo nordeste, en la costa del mar de Bering, para incrementar la explotación de sus grandes reservas de petróleo, gas natural, carbón, oro y tungsteno.

La potencialidad económica, más allá de permitir integrar a la Federación Rusa, Canadá y EEUU tendría un positivo impacto global. No obstante, en EEUU hay todavía escaso entusiasmo.

En 2009 hubo algunos estudios de viabilidad realizados bajo la administración de la entonces gobernadora de Alaska, Sarah Palin. Cuando el coste fue estimado en 3.000 millones de dólares, las tentativas se abandonaron.

Desde Rusia se lamenta la «miopía y falta de visión histórica» de los políticos y empresarios norteamericanos.

La razón que explica en verdad el interés ruso es otra: su desconfianza hacia China aunque Vladímir Putin no se cansa de repetir las oportunidades que brinda la vecindad con el gigante asiático.

Rusia está dividida en doce regiones económicas. Tres de ellas conforman Siberia: Oeste, Este y Lejano Oriente. La población de Siberia emigra a un ritmo elevado. Esos indicadores aumentan a medida que nos desplazamos al este. La muy baja densidad (apenas 40 millones de habitantes en más de 13 millones de kilómetros) es motivo de preocupación para Moscú.

La situación es especialmente grave en el Lejano Oriente, la mayor y a la vez menos poblada de las divisiones económicas de la Federación. Desde la desaparición de la URSS la disminución de la población ha sido del 25 por cien, tanto por la baja natalidad como por la emigración a otras áreas con mejores condiciones de vida. Con poco más de una persona por kilómetro cuadrado, es una de las menos densamente pobladas del mundo.

Mientras esta inmensa área no ha llegado a beneficiarse del crecimiento ruso, la región fronteriza de Manchuria -con una población de 120 millones- sí ha aprovechado el colosal progreso económico del conjunto de China.

La falta de mano de obra cualificada en Rusia obliga a buscar en el sur a los trabajadores para los grandes planes de desarrollo de la zona. A su vez, esto hace temer un incontrolado desplazamiento -que ya ha comenzado- de población china al norte de la frontera en el río Amur.

La posición de Moscú es extremadamente difícil. Necesita la ilimitada capacidad financiera de China para el desarrollo de Siberia; la Rusia asiática. Pero recela de que esas inversiones sean parte de un designio expansivo en lo que los chinos ya denominan la «Manchuria Exterior».

Lejos de encontrarse en una relación bilateral de igualdad, Rusia, con su economía disfuncional, se ve abocada a convertirse en mero suministrador de recursos energéticos del poderoso vecino.

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