Del periódico francés Liberation a nuestro ministro de Exteriores, todos se felicitan por la victoria de Obama, “uno de los nuestros”. Pero, tal y como ya pasó en 2008, el entusiasmo europeo no se corresponde con el sentir del pueblo americano, donde la elección ha sido mucho más disputada. —SIGA LEYENDO EN LA GACETA—
Al fin y al cabo, Obama ha revalidado la Casa Blanca por dos millones de votos de ventaja (apenas un 2% del total), bastante menos que la ventaja que le sacó a McCain hace cuatro años. Sea como fuere es el elegido democráticamente a pesar de haberlo logrado en parte gracias a la campaña más cara y sucia de toda la historia electoral americana.
Pero eso no le convierte en “uno de los nuestros”. No salvo que uno sea un ingenuo, un ignorante o un progresista a lo Leire Pajín y su irrefrenable fe en las coincidencias planetarias. Obama es como Zapatero sólo que más peligroso por las consecuencias globales de sus acciones. En primer lugar, Obama es un grave peligro para la economía mundial y para nuestra prosperidad.
Su plan de acción sólo contempla más intervención del Estado y del sector público en el mercado, más gasto social, más impuestos, mayor déficit y, al final, por inevitable, más deuda.
De hecho, Obama en su primer mandato ha acumulado más deuda que todos los anteriores presidentes juntos y en algún momento tendrá que pagarla.
En realidad, a corto plazo se enfrenta a un grave dilema: la Ley de Control Presupuestario impone un recorte de sus entradas vía impuestos sobre los rendimientos del trabajo a la vez que recorta drásticamente el gasto público de manera automática. Si no se logra un acuerdo sobre la suavización de sus términos, la ley entrará en vigor el 31 de diciembre y con ella la amenaza de una nueva recesión para la economía norteamericana.
Con el Congreso en manos de los republicanos y estos muy orientados al conservadurismo fiscal, el riesgo de que la política económica de Obama acabe con nuestros brotes verdes crece por momentos.
Ciertamente, en el Gobierno español se puede pensar que la postura de Obama de estimular ecrecimiento y en contra de un plan de austeridad crecimiento y en contra de un plan de austeridad severo puede venirle bien a España frente a Alemania, ahora que Merkel está prisionera de su propia dinámica electoral. Pero eso es no ver el bosque tras el árbol.
Los planes de gasto de Obama arrastran a la crisis, a la economía americana y a las nuestras, inexorablemente. En segundo lugar, Obama representa un grave riesgo para la estabilidad mundial.
Sus recortes en los presupuestos del pentágono y su amor por la guerra robotizada, con drones pero no con tropas sobre el terreno, lleva a una drástica reducción de la presencia americana en el mundo, con el consiguiente vacío de poder; igualmente, su preferencia por “liderar desde atrás” amenaza con una impotencia cuyos resultados ya conocemos: una Libia inestable, una espiral de violencia y caos en Siria, el peligro de una guerra en el Líbano, un Yemen en manos del terrorismo, un Mali descontrolado, el regreso de los talibanes en Afganistán, la iranización de Irak y la bomba en manos de los ayatolás en Teherán.
América contará con una mejor imagen, quién sabe, pero nos deja un mundo mucho más inestable con su falta de liderazgo y el autorrechazo de su hegemonía o preeminencia. Si todos los esfuerzos del presidente americano se centran en impedir que Israel acabe con el programa atómico iraní, acabaremos todos viviendo bajo la amenaza nuclear de unos dirigentes apocalípticos y con ambiciones globales.
Por último Obama ha dado buenas pruebas de ser un peligro para los valores que han conformado a nuestra civilización, la civilización occidental, por duro que suene. Como buen progresista está inmerso en una cruzada contra los valores e instituciones tradicionales, contra la religión, contra la libertad individual. Su modelo social responde a una población subsidiada y dependiente del Estado con un poder público al que nada le puede ser ajeno.
Su sueño no es el sueño americano del emprendedor y de la persona que toma riesgos y asume las consecuencias de sus actos. Es el sueño de la Europa socialdemócrata del Estado del Bienestar. O para ser más exactos, como todos hemos acabado por descubrir con esta crisis, del bienestar del Estado. En estas elecciones había que optar por un modelo del papel del Estado en la sociedad y por el papel de América en el mundo. El pueblo americano, aunque no por tanto, ha preferido la comodidad. Lo pagará América y lo pagaremos todos.
*Rafael L. Bardají es experto en política internacional.