CARRERA A LA CASA BLANCA

Instante en que la norteamericana se entera de que Pete Buttigieg, ganador del caucus demócrata en Iowa, es gay y pide que le devuelvan el voto

El momento es espectacular. La mujer, que apoyó a Pete Buttigieg como candidato a presidente en el caucus demócrata de Iowa, solicita este 4 de febrero de 2020 que le devuelvan su voto, cuando se entera de que el candidato es gay.

Sin gritos ni discusiones. La paisana, procedente de una zona rural, debate sobre el asunto con una joven y entusiasta militante, que intenta argumentar con sosiego y que incluso apela a la Biblia, para rebatir la homofobia de la ciudadana.

La discusión comienza cuando la votante, genuinamente perpleja, pregunta:

 “¿Estás diciendo que tiene una pareja del mismo sexo? ¿Estás bromeando?”

La mujer luce una pegatina donde pone “Pete 2020”.

La chavala, unas de las organizadoras de la asamblea ciudadana, intenta convencerla.

Sin éxito, porque la votante, cuando le dicen que efectivamente Buttigieg es gay y tiene un marido varón llamado Chastes, insiste:

“Bueno, entonces no quiero a nadie así en la Casa Blanca. ¿Puedo entonces recuperar mi tarjeta (de votación)?”.

De poco vale que le digan que lo importante son las ideas y que hay que ser tolerantes y comprensivos.

UN CANDIDATO DIFERENTE

El ganador de las elecciones primarias del Partido Demócrata en Iowa, Pete Buttigieg, es todo lo opuesto al actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump.

El mismo no se cansa de repetir que no tiene nada que ver con el ‘establishment‘ de Washington.

Muy joven -38 años-, abiertamente homosexual -en el 2018 contrajo matrimonio con Chasten Glezman-, y militar retirado -fue a la guerra de Afganistán.

Buttigieg ocupó desde el 2012 y hasta el pasado 1 de enero la alcaldía de South Bend, una ciudad de 101.000 habitantes situada en el norte del estado de Indiana.

Es un orador excelente y ha destacado por su tono calmado y confiado, y su aparente conocimiento de los temas clave, poniendo de relieve su experiencia militar. Pasó seis meses en Afganistán. Se las ha apañado para aparecer como un ‘outsider’ creíble frente a sus rivales demócratas.

De hecho, no se ha cansado de repetir que su condición de recién llegado a la política nacional no es única en la historia de las elecciones presidenciales.

Y lo ha presentado como una garantía.

«Cada vez que mi partido ha llegado a la Casa Blanca en los últimos 50 años, lo ha hecho gracias a un candidato nuevo en la política nacional, centrado en el futuro, no moldeado por el estilo de vida de Washington y allanando el camino para una nueva generación».

Ha presentado algunas posiciones progresistas, pero está convencido de que sus opiniones más moderadas sobre la cobertura de salud y los impuestos podrían convencer a los votantes centristas, especialmente a los independientes y republicanos que votaron por Trump pero que ahora desean una opción alternativa para poner punto final a una presidencia marcada por la división política.

Traducir su soprendente victoria en Iowa en un éxito electoral más amplio será una tarea titánica.

A pesar de su impresionante capacidad para recaudar fondos, las encuestas nacionales solo lo colocan en quinta posición por su déficit de notoriedad en comparación con los candidatos más conocidos como Joe Biden o Bernie Sanders.

También adolece de un apoyo muy débil entre los votantes negros, un electorado clave para los demócratas.

En los últimos meses, este joven graduado en Harvard y que habla siete idiomas, ha preferido enfatizar su fe cristiana en lugar de su matrimonio con un hombre.

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