Decir que el minarete es un asunto arquitectónico es como decir que el crucifijo es un elemento de orfebrería
Los suizos se han pronunciado mayoritariamente en referéndum contra la idea de levantar minaretes en las mezquitas que se construyan en sus ciudades. La prensa amiga ha dado cuenta del hecho, ocultando a duras penas su disgusto por el resultado. Lo cuenta Santiago González en un artículo de su blog titulado «El tamaño no lo es todo»:
«Nadie esperaba un rechazo ciudadano, casi el 60%, 20 puntos por encima de lo previsto en los sondeos, hacia un elemento de visibilidad arquitectónica, pero de escasa relevancia religiosa»,
dice El País en su editorial de hoy. Decir que el minarete es un asunto arquitectónico es como decir que el crucifijo es un elemento de orfebrería. El diario aclara que el resultado de la consulta es «un triunfo rotundo para el ultraderechista partido popular, su promotor (…) éxito que sin duda será aprovechado por otras formaciones similares…»
Hace tres semanas, el mismo diario se manifestaba en un editorial, ‘Crucifijos en la escuela‘, a favor de la resolución del Tribunal Europeo de Derechos Humanos a este respecto. Esta es la esencia de la moral socialdemócrata, el uso a voluntad de lo ancho y lo estrecho del embudo. Somos partidarios de prohibir la exhibición de crucifijos por mandato de nuestro laicismo y también partidarios de la construcción de minaretes por el mandato, no menos imperativo, de nuestra multiculturalidad.
Hay una cuestión de tamaño. El problema de orfebrería que nos plantea el crucifijo, cualesquiera que sean sus medidas, es mucho menor que el de arquitectura que presenta un minarete de 50, 70 o 100 metros de altura.
También está el inexistente quid pro quo que señala Ignacio Camacho: traten de imaginar un referéndum en un país mahometano sobre la autorización de templos católicos. No hablamos de reproducir las agujas de la catedral de Burgos en Islamabad, ojo, ni siquiera de la construcción de templos de nueva planta, sino, por ejemplo, de la autorización para celebrar misas católicas en garajes, que es lo que viene a decir Hermann Tertsch.
Ayer, en el programa ‘Pásalo’, de ETB, había varios exponentes de esta virtud socialdemócrata. Una airada tertuliana terció en el debate para decir que la religión católica, igual o peor que la musulmana para las mujeres. Fue inútil que trataran de argumentar que en los países donde la religión católica es mayoritaria no se lapida a las mujeres por muy adúlteras que sean. ¿puede una mujer ser cura y decir misa? No, ¿verdad? Pues igual que los otros. En ese momento recordé a Hannah Arendt y su perplejidad ante el vicio alemán de tratar los hechos como si fueran opiniones y apagué la tele.