Divulgan las grabaciones de la princesa contando su terrible matrimonio

Lady Di quiso cortarse las venas tras su luna de miel con Carlos

Lady Di quiso cortarse las venas tras su luna de miel con Carlos
Lady Di con Carlos de Inglaterra, el día de su boda. BP

Nuevas grabaciones revelan que la princesa Diana trató de cortarse las venas a pocas semanas de haber contraído matrimonio con Charles.

En grabaciones secretas realizadas en 1991 que acaban de salir a la luz, Lady Di dijo que se encontraba desesperada tras la boda y que luchaba contra la bulimia.

Tras el casamiento el 29 de julio de 1981 los nuevos esposos pasaron tres meses en Balmoral.

«Estuvimos allí de agosto a octubre. Me puse muy, muy flaca. La gente comenzó a comentarme que se me veían los huesos. Para octubre, me veía muy mal».

«Estaba tan deprimida y estaba tratando de cortarme las muñecas con rasuradoras. No paraba de llover».

Diana entonces salió para Londres por tratamiento y vio muchos analistas y psiquiatras que no podían dar con lo que tenía. Ella relata que la pusieron en una alta dosis de Valium.

Las grabaciones se hicieron para la biografía autorizada de Andrew Morton de 1992, «Diana: Her True Story».

Ella hizo las entrevistas con la condición que no se le mencionara como la fuente.

Entre otras revelaciones ella dice que se sintió como «un cordero en el matadero» el día de su boda y que no podía dejar de pensar en la relación entre Charles y Camilla Parker Bowles. La noche antes tuvo una gran crisis con su bulimia.

«Estaba muy calmada la mañana siguiente cuando íbamos a Clarence House, me debo haber despertado a las 5 am. Estaba calmada, me sentía como cordero al matadero, pero sabía que no había nada que pudiera hacer».

Diana dice haber buscado entre la multitud a Camila mientras desfilaba hacia el altar.

«Recuerdo haber estado muy enamorada de mi marido y no podía dejar de mirarlo. Me sentía la chica más suertuda del planeta. Él me cuidaría, pero asumí incorrectamente».

Ella vio a Camilla sentada junto a su hijo y pudo describir su atuendo a pesar de los años.

«Recuerdo haber llorado muchísimo durante mi luna de miel. Estaba tan cansada, pero por las razones equivocadas».

UNA MATRIMONIO DESASTROSO

La boda se celebró un miércoles -el 29 de junio de 1991-, en la catedral de San Pablo de Londres. El lunes, Diana acudió al templo para el ensayo final y se derrumbó:

«Al ver cómo iba a ser la boda me eché a llorar. Colapsé por todo tipo de cosas. Camilla estaba en mi cabeza a largo de todo el compromiso. Yo trataba desesperadamente de ser madura sobre la situación, pero no tenía cimientos para eso y no podía hablar con nadie del tema».

De familia aristocrática, Diana trabajaba como profesora en una guardería antes de casarse y era una muchacha más bien sencilla, de gustos nada intelectuales, que se topó con un mundo rebuscado y complejo, el de la altísima realeza, para el que no estaba preparada. No entendía siquiera su esquinado sentido del humor. En las grabaciones evoca que se casó queriendo a Carlos:

«Recuerdo que estaba tan enamorada de mi marido que no podía retirar los ojos de él. Pensaba que era la chica más afortunada del mundo, que él me iba a cuidar. Me equivoqué al esperarlo».

En vísperas de la boda, Carlos no parece ser el ogro que ella pinta en otros pasajes. El día antes del enlace, le envió a Clarence House un imponente anillo y una nota que rezaba así:

«Estoy tan orgulloso de ti. Estaré mañana en el altar a tu lado. Tú simplemente míralos a los ojos y déjalos muertos».

Pero Diana ya estaba muy destemplada por la sombra de la relación de su inminente marido con Camilla:

«La noche anterior a la boda tenía una fuerte crisis de bulimia. Comí todo lo que encontré, lo cual divertía a mi hermana [Jane], que estaba conmigo en Clarence House» (la residencia real en el Mall de Londres donde hoy viven Carlos y Camilla).

El día de la boda se levantó a las cinco de la mañana, casi sin dormir, «pero estaba muy calmada, como el cordero que va al matadero».

Cuenta que recorrió el pasillo de San Pablo rumbo al altar «mirando a ver si veía a Camilla, sabía que estaba allí, por supuesto».

Y en efecto, la observó sentada junto a su hijo. «Lo recuerdo en mi memoria hasta este día, estaba completamente obsesionada con ella».

En la comida de boda los recién casados no se hablaron, según Diana. La luna de miel, al frío estilo clásico de la realeza inglesa, resultó terrible para una chica de gustos más bien livianos y frívolos. Primero estuvieron en Broadlans, la posesión del preceptor de Carlos, Lord Mountbatten, al que más tarde asesinaría el IRA.

Carlos recibió allí «siete libros» del filósofo y aventurero sudafricano Laurens van der Post. Dedicaba el día a su lectura y a leerle a ella algunos pasajes, que eran el tema de debate de las comidas.

De allí pasaron al yate «Britannia», sin intimidad alguna (21 oficiales y 256 tripulantes). La bulimia se disparó: «Comía todo lo que encontraba y lo vomitaba a los tres minutos. Estaba muy cansada. Cada vez más delgada y enferma». Balmoral, el palacio real en Escocia, escala final de la luna de miel, todavía empeoró la situación. Ella se sentía menospreciada por la familia real y la idea de diversión de Carlos consistía en dar largas caminatas y leerle a Carl Jung en lo alto de una colina con vistas panorámicas.

Tras Balmoral, Diana cuenta que «estaba tan deprimida que traté de cortarme las muñecas con unas cuchillas». Ya de regreso en Londres comenzó a recibir atención médica con ansiolíticos, que suspendió al quedarse embarazada en octubre de 1981 del futuro Príncipe Guillermo, para no dañar al feto.

Diana tuvo un embarazo muy difícil, con náuseas constantes, durante el que continuó con sus desórdenes alimenticios. Para poner fin a sus padecimientos se acordó un parto inducido, cuya fecha, según su relato, hubo de adaptarse a los compromisos de polo del padre del bebé.

La verdad es que Diana no perdona detalle a los Windsor. Cuenta que tras el nacimiento de William en el hospital St. Mary’s de Londres, donde también han nacido los príncipes George y Charlotte, Isabel II fue a visitar a su nieto y comentó ante la incubadora:

«Gracias a Dios que no tiene las orejas como su padre».

El culebrón continuará, secuenciado por entregas en el tabloide «Daily Mail». El mito trágico de Diana sigue vivo veinte años después. Sus hijos tratan de reivindicar su memoria con un documental y un nuevo monumento memorial en el parque de Kensington.

Un matrimonio equivocado por ambas partes, que como escribe Luis Ventoso en ‘ABC’, convirtió en una leyenda a una mujer probablemente muy sobrevalorada, cuya trágica muerte acabó con el mito del carácter inglés flemático y dio pie a un luto enormemente emocional, que hasta puso en jaque a la fría y siempre correcta reina Isabel.

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