AMENAZA DE GUERRA - La situación en Bagdad

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Sadam Husein reconoce por primera vez que ha tenido armas de destrucción masiva

ÁNGELES ESPINOSA (ENVIADA ESPECIAL) - Bagdad, Martes, 18 de marzo 2003
Sadam Husein reconoció ayer, por primera vez desde el inicio de la crisis, que su país ha tenido armas de destrucción masiva durante la guerra con Irán (1980-1988), pero aseguró que ya no las tiene. Lo que debiera ser una afirmación tranquilizadora contrasta con su amenaza de "combatir a Estados Unidos en cualquier lugar del mundo". Mientras su líder sigue mezclando cartas de guerra y de paz, los iraquíes sienten que la suerte ya está echada y que George W. Bush ha decidido por ellos. La población de Bagdad hace acopio de víveres y de gasolina.

"No tenemos la afición de almacenar armas de destrucción masiva", aseguró no sin cierto sarcasmo el presidente iraquí al recibir al ministro tunecino de Exteriores, Habib Ben Yahia, que le llevaba un mensaje de su presidente, Ben Ali. "Las teníamos para defendernos cuando estuvimos en guerra con Irán durante ocho largos años", justificó antes de añadir que "también Israel nos había amenazado e incluso nos llegó a agredir cuando sus aviones bombardearon la central nuclear de Tamuz".

Pero los mensajes del presidente iraquí rara vez son unívocos. A renglón seguido, aseguró que "Irak no cederá ante la amenaza". Aunque no se extendió en este punto, la noche anterior había anunciado a sus jefes militares que si el país era atacado, "trasladaría la guerra a cualquier lugar del mundo donde haya cielo, tierra y mar". "No necesitamos demostrar el coraje y la firmeza del pueblo iraquí", subrayó en tono desafiante. Y efectivamente, los iraquíes están demostrando su coraje no en el campo de batalla, sino en el día a día, sobre el que cada vez tienen menos control. Incluso los partos han pasado a depender de factores ajenos a la naturaleza en Irak.

Al conocer el ultimátum de Bush, Amina, de acuerdo con su ginecólogo, decidió adelantar el parto ante la posibilidad de que saliera de cuentas en medio del bombardeo. Ni las autoridades sanitarias ni los responsables de la maternidad facilitan cifras, pero la joven asegura que no es la única. Impotentes, los habitantes de Bagdad se ven obligados a cambiar el paso al ritmo que marca EE UU. Como precaución, los comerciantes han decidido llevarse la mercancía a casa.

"Es posible que durante la guerra no podamos movernos, y es mejor tener las mercancías cerca", manifiesta Haire Saleh, encargado de una tienda de electrodomésticos en la calle Arrasad al Hindie, feudo de los nuevos ricos del régimen. Afuera, varios empleados cargan lavadoras, televisores y cadenas de música en un pequeño camión. "Esta última semana no hemos hecho una sola venta; no son bienes de primera necesidad y en estas circunstancias la gente deja de comprarlos", añade tras expresar su preocupación por el riesgo de que haya revueltas.

"Cuando la guerra de 1991, mucha gente se fue de Bagdad y al volver se encontró con que los ladrones le habían vaciado la casa", explica Flayeh al Meyali, un traductor jurado que tiene una oficina en los alrededores. "En tiempos de paz hay mucha seguridad, pero si estalla una guerra, puede desatarse el caos", advierte. Al Meyali está convencido de que muchos de los que abandonaron la capital durante la guerra de 1991 no van a hacerlo ahora por temor a los robos.

Aunque una visita a la estación de Alaui confirma el aumento de las salidas, no se ha producido un éxodo. Los habituales atascos de tráfico lo confirman. Tampoco se detecta un descenso en el número de vehículos que desde primeras horas de la mañana invaden esta ciudad de 5,5 millones de almas a golpe de claxon. Y sin embargo, algo ha alertado a sus habitantes de que se acerca la hora de la verdad. Por primera vez desde el inicio de la crisis, los cambistas se quedan sin efectivo y hay colas frente a las gasolineras.

"Es razonable que la gente quiera tener el depósito lleno por si se produce una emergencia", justifica Yasem Alí Yasem, concesionario de una estación de servicio en el centro de Bagdad. "Pero no debe cundir la alarma porque tenemos grandes reservas de gasolina y el precio sigue siendo el mismo", afirma tras alertar del peligro que entraña acumular bidones en casa. Hace unos días, siete miembros de una familia perecieron al incendiarse el combustible que almacenaban.

Tampoco Saad, responsable de una de las 300 oficinas de cambio que hay en la capital, cree que haya motivo de alarma. "No hay escasez de efectivo", defiende, tras reconocer a media mañana que no dispone de dinares iraquíes, "es un problema de traslado de fondos". En las últimas 24 horas ha atendido a medio centenar de clientes que han cambiado un total de 3.000 dólares, más del doble de lo habitual. Fuentes empresariales aseguraron a este diario que los especuladores están sacando sus ahorros en divisas y apostando a que la moneda local va a revalorizarse tras las operaciones militares.

De momento, lo único que se ha revalorizado es la comida. "Preguntas un precio en un puesto, vas a comparar al de al lado y, cuando vuelves, ya ha subido", se quejaba M. K., que había movilizado a su familia para preparar la intendencia después de que la televisión aconsejara el domingo por la noche que se hiciera acopio de alimentos y agua. Mientras las tiendas se llenaban de compradores de última hora, en los restaurantes sólo había extranjeros.

Además de comestibles por tres millones de dinares (1.100 euros), M. K. ha comprado tres bicicletas "por si acaso".