En la primavera de 1943, mientras los aliados estaban más cerca de la victoria sobre el Tercer Reich y las fuerzas norteamericanas todavía mataban y morían en el inmenso Pacífico, un hombre -casi un adolescente: tenía 19 años- golpeó la puerta del 31 West, 27th Street, 3rd Floor, entre Broadway y 6º. Avenue.
Era una casa, sí, pero mucho más un templo, porque allí enseñaba actuación la sacerdotisa Stella Adler, que moldeó a algunos de los más grandes del escenario y la pantalla de plata.
Lo miró, y casi le impidió la entrada. Un pantalón raído, unas zapatillas que habían conocido tiempos mejores, y una mirada algo altanera le sugirieron más un vagabundo de los muelles que un aspirante actor.
Pero -los grandes artistas tienen más de cinco sentidos-, algo intuyó cuando le preguntó su nombre y, mirándola fijamente con unos ojos difícilmente olvidables, le dijo, seco: «Marlon Brando».
Y le abrió la puerta.
Las dos primeras semanas transcurrieron con más rutina que pena, y mucho menos con gloria. Pero en la tercera, cuando Stella les propuso a los alumnos que actuaran como gallinas amenazadas por una bomba, y todos empezaron a correr, frenéticos y cacareando, por el aula… Marlon se refugió en un rincón… ¡y puso un huevo! Ante la desesperación y la posible muerte… decidió salvar a la especie.
Para Stella fue suficiente. Muchos años después, un Brando famoso, único, monstruo sagrado nato, dijo en una entrevista:
-Stella me enseñó todo lo que sé.
Y ella replicó en otra:
-No le enseñé nada. Sólo le abrí las puertas del sentimiento y de la experiencia. Después de eso, ya no me necesitó…
Nacido el 3 de abril de 1924 en Omaha, Nebraska, fue fatalmente Marlon Brando junior, porque Marlon Brando senior era su padre, un mal tipo: dominante, fanfarrón, iracundo, desdeñoso, donjuán insaciable, nunca reconoció el genio de su hijo.
En cuanto a su madre, Dorothy Pennebaker, rubia, muy bella, actriz de segunda, alcohólica y maltratada por cuanto hombre se le acercaba, no equilibró los tantos: su hijo llegó a rescatarla, borracha y desnuda, de un bar de mala muerte…
Fuente: Infobae/Leer más
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