Extracto del libro "Islam, visión crítica"

«Europa nunca será Eurabia»

El fracaso en la integración de los musulmanes en Europa

Muchas gentes se extrañan de la simpatía que los socialistas muestran hacia los musulmanes y hacia todo lo islámico

La integración de los musulmanes ha resultado un fracaso en toda Europa. No hay ninguna nación que presente una valoración positiva en este terreno. A los atentados de terrorismo indiscriminado, se unen las continuas amenazas a la libertad de expresión y la formación de barrios islamizados. Nadie se inventa nada cuando sitúa a los musulmanes como los más refractarios a la integración en las sociedades europeas. Eso es una evidencia a la vista de todos.

Los ciudadanos europeos han detectado con claridad la existencia de un problema y han dejado de seguir los dictados suicidas de sus acomplejadas y decadentes clases políticas. El problema es real y las perspectivas no son halagüeñas. Es preciso revertir la situación. Y hay que ir por esta senda con determinación. Es obligada la expulsión del territorio europeo de todos aquellos que aspiran a terminar con la libertad y a imponer su religión mediante la violencia. Los integristas deben ser de inmediato expulsados.

GROSEROS ERRORES DEL PASADO

No tiene sentido que los contribuyentes financien con sus impuestos la amenaza. Ninguna inmigración puede integrarse si es subsidiada. La inmigración no puede recibir subvenciones, tampoco por la natalidad. Menos la musulmana, por supuesto. Es preciso dar marcha atrás a los groseros errores que se han cometido en este campo.

Buena parte de los males estriban en un modelo europeo fracasado que se ha creído toscas mentiras como que la educación y la sanidad estatales son gratis, cuando es notorio que resultan muy ineficientes, muy caras, y por supuesto financiadas por los contribuyentes. Son precisas reformas muy profundas de esos sistemas, y del modelo en su conjunto.

La inmigración, a la que se ofrece esos servicios, sin contribuir, no es la causa de la quiebra del sistema, pero, sin duda, actúa como catalizador. La cultura de la subvención ha de terminar para los inmigrantes, pero también para los europeos de origen. No funcionan así las sociedades. Sólo salen adelante y generan progreso con trabajo, esfuerzo e iniciativa.

«INMORAL Y ABSURDA»

La idea de una inmigración humanitaria es inmoral y absurda, puesto que atrapa a los inmigrantes en un callejón sin salida y los lleva a la marginalidad. Si el modelo europeo cae, y no se transforma, no servirá para nadie.

Los musulmanes plantean un problema específico, pues son formados en una doctrina que les enseña a odiar a los demás. Ningún sentido tiene financiar su expansión, conceder terrenos para sus mezquitas, ni subvencionar sus organizaciones. El porcentaje de musulmanes ha de ser reducido, desde ya, para no poner las bases de conflictos futuros graves.

Cada nación es muy libre de establecer los criterios por los que está dispuesto a acoger a gente. Ninguna inmigración puede funcionar si no está relacionada con el contrato de trabajo, pero también resulta económicamente más rentable y socialmente más compatible una emigración que respete las pautas culturales y los valores de la nación de acogida. En España, esas condiciones se dan en la inmigración iberoamericana.

¿QUIÉN FINANCIA LAS MEZQUITAS?

La creación de barrios religiosos, islámicos, es el fruto habitual de coacciones y de una impunidad en el respeto al Estado de Derecho que, en ningún caso, han de ser toleradas.

Es preciso abrir una investigación en el ámbito europeo respecto a la financiación de las mezquitas, y a la intromisión de Arabia Saudí en la vida de otras naciones, y actuar en consecuencia. En mi opinión, las mezquitas no han de ser permitidas, pues desde ellas se difunde el odio y se hace apología del crimen y de la violencia, así como de muy agresivas restricciones a la libertad personal, incluyendo la minusvaloración de la dignidad de las mujeres.

Ni la libertad de expresión, ni la libertad religiosa amparan la apología del crimen y del genocidio, ni el asesinato del disidente o del infiel. Nadie se inventa nada. Estas son cuestiones obsesivamente presentes en el islamismo.

No vale ya una estrategia a la defensiva, sino una actitud coherente y a la ofensiva en defensa de los valores occidentales, que pasan por el respeto de la dignidad de la persona individual. Es preciso rechazar las monsergas suicidas del multiculturalismo. Es hora de erradicar esa consumada estupidez de lo políticamente correcto.

EXPULSADOS DE INMEDIATO

Las sociedades europeas están despertando del letargo al que han estado sometidas. Quienes acepten los valores occidentales pueden continuar, sin subvenciones, ni privilegios. Quienes aspiren a acabar con ellos, no han de tener cabida en nuestras sociedades. Y han de ser expulsados de inmediato.

Eso lo marca el mínimo de sentido común y el instinto de supervivencia. Aún no es tarde. El problema tiene solución, con claridad de ideas y firmeza en las convicciones: Europa nunca será Eurabia.

MASCOTA DE LOS SOCIALISTAS

Muchas gentes se extrañan de la simpatía que los socialistas muestran hacia los musulmanes y hacia todo lo islámico.

Mientras los socialistas de continuo perpetran ataques hacia la religión cristiana y las prácticas del cristianismo, exigiendo que sean reducidas al ámbito de lo privado, con la misma constancia promueven la expansión social del islamismo y fomentan, mediante donaciones de terrenos, la construcción de mezquitas o ceden locales públicos como sedes de asociaciones islamistas o están prontos a subvencionar cualquier manifestación islámica de apariencia cultural.

Esta curiosa sintonía fluye a pesar de evidentes contradicciones. Es notorio que los islamistas nunca corresponderán con cordialidad hacia quienes se proclaman agnósticos o ateos. Ni la más mínima piedad se establece para los tales en el texto canónico islámico. Los socialistas se muestran tan radicales en el feminismo -algún dirigente varón se ha definido como ‘feminista’- que han inventado lo que denominan ‘ideología de género’ como uno de sus más constantes ejes de comunicación.

Sin embargo, nadie como el islamismo proclama la inferioridad de la mujer respecto al varón, lo cual se manifiesta en costumbres como la venta de la novia, sin atender lo más mínimo a su libertad, o en el propio velo. De manera pasmosa, los socialistas no hacen la más mínima censura hacia esas vejaciones públicas. Mientras siempre tienen en la punta de la boca la acusación de machismo o combaten, hasta extremos delirantes, ese pecado genérico del sexismo, toda esta pasión desplegada se acaba en el rompeolas de las mezquitas, donde las mujeres han de ocupar lugares que ejemplifican su consideración ínfima.

A LOS HOMOSEXUALES SE LES CASTIGA

No es la única extraña y patente contradicción de los socialistas, quienes llegan a pedir retribuciones compensatorias a los descendientes de los moriscos. Así, los socialistas han hecho del matrimonio homosexual uno de sus principales logros.

Consideran como uno de los peores pecados laicos la homofobia, cualquier muestra de descrédito hacia quienes se sienten atraídos por el mismo sexo. Sin embargo, aunque, los homosexuales no son infrecuentes en las sociedades islámicas, la homosexualidad está penada en todas las naciones de mayoría islámica, y en varias con la muerte.

Se producen habitualmente colgamientos de grúas de homosexuales en Irán. Ni la más mínima condena emiten los socialistas contra tales salvajes castigos. Es notorio que el llamado día del orgullo gay, tan generosamente subvencionado, no podría celebrarse en ninguna ciudad musulmana.

Estas toscas y abrumadoras contradicciones, exaltación del más absoluto absurdo, son sostenidas de manera tan constante como acrítica por los socialistas, a pesar de que cuando los islamistas han llegado al poder, por supuesto, una de sus primeras medidas ha sido liquidar físicamente a sus extraños mentores y aliados. Así sucedió en Irán.

SOCIALISTAS Y COMUNISTAS CONTRA EL SHA

Socialistas y comunistas compartieron con Jomeini la lucha contra el Sha, pero cuando éste fue derrocado y declarada la república islámica, sus compañeros de viaje desparecieron de la escena. Como una macabra reproducción de los juicios estalinistas, los dirigentes del partido comunista iraní aparecieron en la televisión oficial abjurando de sus errores y proclamando las virtudes del islamismo, para ser de inmediato ejecutados.

¿Por qué, entonces, los socialistas persisten en esta senda manifiestamente suicida? ¿No les debería llevar su pretendido laicismo a ser especialmente severos en la crítica al integrismo y al islamismo, en su conjunto, donde la unión entre política y religión es completa?

Una primera respuesta es que los socialistas han situado como su principal objetivo la demolición del cristianismo y, en el caso de los españoles, de la Iglesia católica. Se establece, de esa forma, una sintonía frente al enemigo común. No es el único. Los islamistas se presentan como la alternativa planetaria contra el capitalismo y las sociedades que son en algunos aspectos liberales, dispuestos a llenar el vacío dejado por el fracaso del socialismo real.

Ahí se da otra comunidad de objetivos. Ambos, socialismo e islamismo, muestran dosis de resentimiento hacia Occidente y comparten el resquemor frente a la libertad personal. Son diferentes antítesis de Occidente.

UN ODIO A OCCIDENTE

Ese odio a Occidente como concreto de paralelismos muy alejados y, seguramente llamados a confrontarse, es muy visible en la alianza de Hugo Chávez y su socialismo del siglo XXI, con Mahmud Ahmadineyad y su integrismo chií. Para Ahamadineyad, por ejemplo, «Irán y Siria tienen la misión de crear un nuevo orden mundial basado en la justicia y en Alá».

Es un fundamentalista en las antípodas de la reedición bananera y megalómana de los más groseros errores comunistas perpetrada por el golpista venezolano, pero ello no es óbice para que Venezuela aporte gran parte del uranio necesario para los planes armamentísticos nucleares de Irán, ni para que aparezcan, en cuantas ocasiones pueden, juntos en las fotos con un objetivo común: la destrucción de Occidente.

El socialismo occidental, sin embargo, ha abandonado sus objetivos pasados de ir hacia una sociedad sin clases, ya sea mediante la violencia por la dictadura del proletariado, o utilizando arteramente los formalismos democráticos, pero, en buena medida, ha mutado, sin abandonar sus fobias, con ropajes buenistas y formulaciones sentimentales, impregnando a la izquierda y condicionando a la derecha tanto europeas como norteamericanas.

BEATERÍA PROGRESISTA

Ese socialismo, o aún bajo las siglas tradicionales o disfrazado bajo esa moda nihilista y destructiva de lo políticamente correcto, norma de la beatería progresista, ha interiorizado la mentalidad de ungido y ha elegido a los musulmanes como uno de sus grupos mascota.

Los ungidos -estudiados por el economista estadounidense Thomas Sowell- tienden a considerar que los problemas son resolubles mediante la coerción estatal y parten de que toda desviación de la conducta humana individual se debe a un problema objetivo, con el que se puede acabar mediante la actuación política.

Un tipo de mentalidad que suele caer en muy profundos errores de diagnóstico, del tipo de que el terrorismo islámico es fruto de la pobreza de las sociedades musulmanas -culpa, por supuesto, de Occidente- y que se terminará cuando se acabe con ella, a pesar de que no son infrecuentes los suicidas provenientes de familias adineradas y de que el móvil común de los terroristas es el fanatismo islámico.

La elección de los musulmanes como grupo mascota es caprichosa, aunque contenga las oscuras sintonías descritas anteriormente. Los defectos del grupo mascota se cubren con un espeso velo, en un gesto, voluntario y muy firme, de estricta irracionalidad. Aunque, por utilizar el argot, los musulmanes sean extremos en el machismo y en la homofobia, los ungidos nunca les afearán a los miembros de su grupo mascota pecados que les producen tan íntima y manifiesta repugnancia en cualesquiera otros. De hecho, los ungidos han inventado otro pecado nefando, la islamofobia, para la mejor protección de su grupo mascota.

BARACK HUSEIN OBAMA

Obviamente, se trata de una decisión unilateral, no correspondida, una especie de regalo sin contrapartidas. El hecho de que Barack Husein Obama haya seguido, muy fielmente, este extraño guión, prometiendo en su campaña electoral la retirada de las tropas estadounidenses de Irak y el cierre de Guantánamo, no impidió que un integrista, nigeriano, intentara hacer explotar un avión norteamericano en pleno vuelo, ni que el terrorista hubiera sido formado en Yemen por antiguos inquilinos de Guantánamo, inmediatamente reintegrados a la red de Al Qaeda nada más abandonar la prisión.

Obama ha tenido que rectificar su posición política tan buenista como equivocada.

ALARMANTE DEMOGRAFÍA

Los datos demográficos europeos resultan, ciertamente, alarmantes respecto a la posibilidad de un cambio poblacional que haga a Europa irreconocible en un futuro próximo. El dirigente libio Gadafi ha afirmado que «hay signos de que Alá garantizará la victoria islámica sin espadas, sin pistolas, sin conquista. No necesitamos terroristas, ni suicidas. Los más de cincuenta millones de musulmanes que hay en Europa lo convertirán en un continente musulmán en pocas décadas».

Las previsiones del gobierno alemán apuntan a que los cincuenta y dos millones de musulmanes que habitan en Europa pueden duplicarse en pocas décadas. Francia tiene una tasa de natalidad del 1,8, mientras las familias musulmanas francesas multiplican la tasa hasta llegar al 8,1, En el Sur de Francia, ya hay tantas mezquitas como iglesias católicas. El 30% de los jóvenes menores de 30 años que viven en la zona septentrional de Francia son musulmanes. En ciudades como Niza, Marsella o París se eleva al 45%. En 2027 uno de cada cinco franceses será musulmán.

En los últimos treinta años, la población musulmana de Gran Bretaña ha crecido desde los 82.000 a los dos millones y medio de musulmanes. El incremento ha sido de 30 veces el número inicial. En Reino Unido se cuentan más de 1.000 mezquitas.
En Holanda, el 50% de los recién nacidos son musulmanes y en sólo 15 años la mitad de la población holandesa será musulmana.

En Bélgica, el 25% de su población ya es musulmana y el 50% de los recién nacidos. En Rusia hay más de 23 millones de musulmanes lo que significa que uno de cada cinco rusos es musulmán. Con esta progresión, el 40% del ejército ruso será islámico en pocos años.

CAEN LOS CRISTIANOS

Se conjugan, pues, dos fenómenos: el decaimiento demográfico de los cristianos europeos, con el dinamismo de los musulmanes. El primero ha venido marcado por la extensión del hedonismo, por la desestructuración de las familias y por la extensión de la cultura de la muerte, con fuertes incrementos del aborto.

Es decir, Occidente tiene problemas propios, un proceso autodestructivo, propio de etapas de decadencia. A esa disolución, uno de cuyos efectos colaterales es, sin duda, la grave crisis económica que padecemos, han contribuido diferentes pseudoideologías como el feminismo radical, el ecologismo deprimente o la promoción agresiva de la homosexualidad. También la secularización y descristianización del viejo Continente.

La exaltación del éxito profesional en detrimento de los valores familiares, la incorporación masiva al mercado de trabajo de las mujeres, sin plasmación de opciones reales de conciliación familiar, han actuado como vectores a favor de la espectacular caída de la natalidad.

El mismo modelo europeo denominado de Estado de bienestar, con alta intervención del Estado en la vida de las personas y fuerte expoliación de las clases medias, conjugado con intensos entramados de cultura de la subvención, ha favorecido los dos fenómeno contrapuestos. el de la caída demográfica de los occidentales y el del incremento de la de los islámicos.

En el primer caso, el valor hijo se ha disparado exponencialmente, pues, con frecuencia, las familias responsables se ven obligadas a acudir a centros educativos o sanitarios privados, de alto coste, al tiempo que la presión fiscal no ha hecho otra cosa que subir, de modo que esos fondos sirven para financiar, mediante subvenciones, el incremento demográfico de los musulmanes, que entran dentro de los baremos establecidos por las clases políticas para ser beneficiarios de las ayudas estatales.

LOS EUROPEOS FINANCIAN EL ISLAM

Los europeos, en total contrasentido, están financiando la expansión islámica.

De hecho, la oferta de sanidad y educación gratuitas es el más poderoso efecto llamada para una inmigración no relacionada con el mercado de trabajo, dispuesta a vivir en guetos, sostenidos por ayudas públicas, La crisis económica es la quiebra de muchas de estas contradicciones y ofrece, en su tremendo dramatismo, posibilidades de transformaciones de un modelo inviable, marcado por la hipertrofia política y burocrática, y la expoliación de las clases medias.

El término ‘musulmanes’ utilizado en los estudios demográficos precisa algunas matizaciones obvias. Los musulmanes no constituyen una unidad homogénea, o mucho menos de lo aparente. Existe una enconada y muy virulenta división entre suníes y chíies, según la opción originaria por la monarquía electiva, los primeros o la hereditaria, los segundos.

Por supuesto, las diferencias nacionales son muy intensas, por ejemplo entre marroquíes y argelinos. Turcos y árabes se odian. Los integristas consideran a la inmensa mayoría de los musulmanes como apóstatas. No ha habido gentes más dadas a la inestabilidad política y a la guerra civil que los musulmanes.
Por de pronto, el islamismo implica un fuerte componente racial, no demasiado conocido.

El pueblo elegido propiamente son los descendientes de Ismael, los árabes, siendo el resto, musulmanes de segunda. El idioma santo, en el único en el que puede leerse, aprenderse y recitarse de memoria El Corán es el árabe.

CONSTANTES EXPLOSIONES DE VIOLENCIA

Las dificultades para la estabilidad política y la convivencia humana son extremas porque incapaz de establecer el islamismo diferencias entre el Estado y la religión, y siendo Alá absoluto detentador del poder, la capacidad para establecer éste en el terreno humano sobre alguna base mínimamente firme son escasas, por no decir nulas.

De manera constante las poblaciones musulmanas han tendido a la tiranía y a formas autoritarias de gobierno, que han dado lugar a constantes explosiones de violencia. De hecho, el islamismo ni tan siquiera ha conseguido superar las formas tribales de organización.

LA PUJANZA ISLÁMICA, PURO ESPEJISMO

El dinamismo demográfico o la visión imperialista que se desprende de la cita de Gadafi no han de confundirse con una pujanza islámica. Podría decirse que es precisamente el mundo musulmán el que vive una decadencia muy acusada. Desde los años veinte del siglo pasado carece de califa. Es un mundo depresivo y atenazado por intensos complejos, que percibe la superioridad de Occidente de manera angustiosa.

La ausencia de califa es de una gravedad extrema y el suicidio personal de los terroristas implica simbólicamente el suicidio colectivo, una forma muy intensa de nihilismo y depresión colectiva, cuanto menos en algunos grupos, de forma que los integristas consideran esa situación de vacío el fruto de la culpa del alejamiento religioso y la apostasía de los gobiernos y de las poblaciones musulmanas. El integrismo implica una guerra civil interna.

Las sociedades musulmanas son conscientes de que, desde hace siglos, han vivido en el anquilosamiento y no han aportado nada en el campo de los descubrimientos científicos, algo que, sin duda, es consecuencia de las tendencias ultraconservadoras y fosilizantes del islamismo, cuya ortodoxia llevaría a la prohibición de todo libro que no sea El Corán y que, desde hace siglos, ha condenado la teología y la filosofía, el raciocinio en general, de forma que la enseñanza en las escuelas coránicas o madrasas es, básicamente, un lavado de cerebro: la repetición cansina y recurrente de unos textos que no pueden glosarse, ni debatirse.

ESCASA RELEVANCIA ECONÓMICA

También es notorio que las sociedades musulmanas tienen una escasa relevancia económica, fuera de las reservas petrolíferas que se encuentran en el subsuelo desértico de algunas de las naciones islámicas. No siempre fueron desiertos sus territorios. El Norte de África -Egipto y Túnez- era el granero del Imperio Romano.

El vergel de Israel está rodeado de extensos territorios yermos. La misma riqueza del petróleo no ha producido tejidos industriales, ni economías fuertes, aunque sí algunas de las mayores acumulaciones personales de riqueza del planeta. Sin el consumo occidental del petróleo, las naciones musulmanas decaerían rápidamente y no podrían sostener, ni mínimamente, sus actuales niveles de población.

De hecho, es preciso insistir en que esos cincuenta millones de musulmanes que viven en Europa han tenido que marcharse de sus naciones porque carecían de posibilidades de salir adelante. Su misma supervivencia depende del mantenimiento de los valores occidentales de libertad que han dado lugar a la libre empresa -hoy tan mediatizada en la decadente Europa intervencionista y burocratizada- y al despliegue económico, con sus adelantos técnicos y altos estándares de calidad de vida.

[Extracto del libro ‘Islam, visión crítica’ (Editorial Rambla), del que es autor Enrique de Diego y que se pondrá a la venta esta semana]

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