Tras su intento de invadir Inglaterra, la Armada de 130 navíos fletada por Felipe II desapareció a finales del verano de 1588 en los mares septentrionales. ¿Cuál fue la realidad de la amenaza española y por qué fracasó? ¿Fue Felipe II un lunático? ¿No es más cierto que, siendo como era un megalómano, también veía con claridad la amenaza de Isabel I para con las Indias como un peligro real al imperio español?
Para dar respuesta a estas preguntas, Geoffrey Parker analiza en ‘La Gran Armada’ [Planeta, 2011] gran cantidad de información -no revelada hasta ahora- procedente de los archivos más importantes de España y Holanda. Esta información se completa con el descubrimiento de los restos de la Armada, tres de cuyos barcos han sido estudiados por el arqueólogo marino, Colin Martin.
Esta reconstrucción de la Gran Armada llega a conclusiones inesperadas y destruye algunos mitos vigentes durante mucho tiempo en la historiografía anglosajona.
En el verano de 1588 la Armada española de 130 barcos sufrió una gran fracaso que después la Historia ha interpretado con un sesgo muy negativo para España y para Felipe II. En este libro se explica que este fracaso se debio tanto a las innovaciones en la manera de combatir los ingleses como al mal tiempo.
A partir de una ingente cantidad de documentos históricos conservados en Europa y América -muchos de ellos desconocidos hasta ahora- y tras un análisis minucioso de los restos de ocho barcos de la Armada, el historiador Geoffrey Parker y el prestigioso arquéologo marino Colin Martin ofrecen aquí una histioria que describe las luchas de poder y las intrigas políticas de Europa que condujeron al envío de la Armada, la vida de los comandantes y marineros, los detalles de cómo eran las armas, los barcos y las provisiones de una guerra naval en el siglo XVI y reviven el el terrible viaje que la Armada renqueante tuvo que hacer alrededor de Irlanda para regresar a España. En el proceso acaban muchos mitos.
Según los autores la Armada logró el objetivo concebido por Felipe II: sus barcos alcanzaron Calais en gran parte intactos. Allí debían encontrarse con el duque de Parma y ejército para invadir Inglaterra, pero debido a las malas comunicaciones la flota española no pudo esperarlos. Sólo esto frustró el intento español de colocar a un católico en el trono inglés.