La conversación debería de tener el límite de los asmáticos. Nosotros no podemos hablar más alto
Desde hace años, de las cosas que más le preocupan de este país es la facilidad con la que se insulta al otro. Pero del mismo modo reconoce que es una cruzada difícil. Juan Cruz se niega a ser cómplice del insulto, de las palabras dichas a voz en grito y por encima de todo no quiere ser cómplice del anonimato. En un momento en que «el anónimo se ha querido prestigiar con acciones sociales mediáticas». Ese es el espíritu de su libro Contra el insulto (Ediciones Turpial), reconstruir la conversación.
En esta entrevista en Periodista Digital, el autor subraya que
«Anónimo es sinónimo de insulto y de falta de respeto. Una persona que se dirige enmascarado a otra está ya insultando y faltando al respeto porque las armas de esa tercera persona no son equivalentes para poder defenderse. El anonimato empobrece el debate público.»
Recuerda aquella frase de James Joyce en la que decía que si no podemos cambiar de país, cambiemos de conversación.
En su libro Contra el insulto nos habla también del elemento que suele ir de la mano del insulto.
«Hemos instaurado el grito como forma de comunicación. Este país tiene que rehacer la conversación. Ahora no se conversa, se grita. Ese grito hace imposible que el que quiere sosiego lo obtenga. (…) La conversación debería de tener el límite de los asmáticos. Nosotros no podemos hablar más alto.»
Juan Cruz sitúa ese momento en el que hemos perdido las formas a finales de los años 80 cuando se diluye el espíritu de la Transición.
«Aquella tregua que nos dimos para ponernos de acuerdo en cosas muy básicas duró a penas ocho años. Y, de pronto, en 1993 todos nos pusimos a gritar. Se deslegitimó la victoria socialista de aquel año. Tuvo que intervenir La Zarzuela para sosegar a los jóvenes del Partido Popular.»
El periodista que elabora este diagnóstico no habla de solución sino de remedio.
«El escritor italiano Leonardo Sciascia dice que la felicidad es un instante. Un instante es un remedio en el que te puedes reír en medio de la catástrofe. El argumento es el remedio. No hemos dejado que prospere el sosiego y sí los gritos».
No hay derecho, insiste Juan Cruz, a que con la indignación como escusa acusemos a otros.
«Si acusamos tiene que ser con argumentos y sosiego. El otro nunca se merece el insulto.»
El autor de Contra el insulto como respuesta a una pregunta nos habla del caso concreto de Federico Jiménez Losantos.
«Me ha extrañado mucho el uso del insulto en una persona extraordinariamente culta y muy inteligente. Los epítetos que le dedica a muchas personas a las que le niega el pan y la sal son intolerables.»
«Como opinador Federico me ha decepcionado gravemente, al borde la melancolía»