La bondad y la buena fe no son temas habituales en las noticias pero nuestra escritora de cabecera, Julia A. García, nos adereza el café del domingo con un precioso relato. La vocación, esa amante exigente que logra sacar lo mejor de nosotros mismos… lo protagoniza.
VOCACIÓN
La administración de justicia funciona ágil, precisamente ahora que la querría lenta al cuadrado. El cáncer me come y el día del juicio se acerca, pero no tengo fuerzas para romper la condicional ni coartada creíble para desmontar la acusación.
No queda a quien le importe ni nadie que me interese, pero una chiquilla me visita últimamente. Es preciosa, aunque me pone nervioso que llame al timbre impaciente y entre en mi casa como un tifón.
Es la abogada de oficio y mi asunto es su primer caso.
Me armo de paciencia y le aclaro, con delicadeza, que existe la posibilidad de que pierda mi causa pues quizás sea culpable. Ella se indigna, abre sus ojos como platos y esboza un mohín de fastidio.
Después declara su fe en mi inocencia aunque nunca pregunta si lo soy.
Pone café para dos sin pedir permiso, y se sienta mi lado en la mesa camilla, empeñada en demostrar lo indemostrable.
