«En estos tiempos de incertidumbre y relatividad, Delibes sigue siendo un poderoso referente moral, un símbolo de la integridad», aseguró el periodista y escritor Tomás García Yebra durante la conferencia ‘Delibes y Ávila’, que tuvo lugar en la Escuela Universitaria de Magisterio y Turismo de la ciudad de las murallas. «Un hombre que apostó por la fidelidad en el amor, la honradez en el trabajo y el escaso apego al dinero, merece un puesto de honor en el cuarteado catecismo de nuestra sociedad».
Ante numeroso público y con la asistencia de Elisa Delibes (hija del premio Cervantes) y de representantes de la Fundación Delibes, García Yebra habló de ‘La sombra del ciprés es alargada’, primera novela del escritor vallisoletano, con la que ganó el premio Nadal en 1947 y cuya peripecia se desarrolla en Ávila. «Para Delibes era una obra primeriza, de escaso interés, pero, a mi juicio, se trata de una de sus mejores novelas, pues en ella se desnuda emocionalmente, algo que no volverá a ocurrir en toda su trayectoria».
La acción se desarrolla en la primera década del siglo XX. Pedro, un crío de doce años – huérfano y de acusada hipersensibilidad – es trasladado por su tío a casa del maestro Mateo Lesmes, quien se encargará de su formación. La tristeza de Lesmes, su pesimismo antropológico, calará negativamente en el carácter del protagonista. «Muchas de las posteriores obsesiones de Delibes, como la muerte, la melancolía, el miedo a desear algo por temor a perderlo o el chismorreo provinciano, están ya aquí». Y también están – subrayó el conferenciante – «algunos de sus rasgos más vitales, como el gusto por el campo o su preferencia por espacios no contaminados, tanto humanos como naturales».
García Yebra, quien actualmente imparte talleres de escritura creativa, entrevistó varias veces al premio Cervantes. «Cuando salía a relucir ‘La sombra del ciprés’, él arremetía contra ella y yo la defendía; creo que todas sus supuestas imperfecciones se tornan, en realidad, en virtudes», afirmó. «Es una novela visceral, escrita a los 25 o 26 años, donde Delibes se abre en canal y muestra sus temores y debilidades, algo de lo que luego se avergonzaría, pues siempre fue una persona muy pudorosa».
Desde el punto de vista estilístico – dijo el periodista – «hay frases rebuscadas de principiante, como ‘mi cabeza ya podía dilucidar entre la dicha y la desdicha. Las circunvoluciones actuaban ahora bajo el riego de unas sustancia que secretaba la razón’, pero también las hay brillantes, como ‘Los copos descendían lentamente, como si cada uno utilizara en su descenso un invisible paracaídas».
Resaltó la magistral ambientación que el autor de ‘El camino’ realiza de Ávila, «La retrata como una ciudad ensimismada, recogida en su misticismo y en su frío; el frío, tanto interior como exterior de la ciudad, te lo introduce Delibes en los huesos».
Elisa Delibes le confesó a García Yebra que su padre no quería que sus hijos leyeran esta novela. «Nos aconsejaba casi todos sus libros y en esa relación nunca aparecía ‘La sombra del ciprés es alargada’. Aquella solapada prohibición operó el efecto contrario: el deseo leerla. «La leí cuando falleció mi padre y me gustó».
En el turno de preguntas, el poeta abulense José María Muñoz Quirós dijo que Delibes, cuando iba a cazar por la zona de la sierra de Gredos, se paraba a desayunar en alguna venta cercana al humilladero de los Cuatro postes, monumento religioso donde tiene lugar una de las escenas más emotivas de la novela.