No defraudó la enorme expectación que había despertado el regreso a los ruedos españoles de José Tomás.
Merced a unos astados de la ganadería de Núñez del Cuvillo que dieron un juego extraordinario, la plaza de Jerez nos ofreció el triunfo de los tres diestros convocantes, Tomás, Juan José Padilla y José María Manzanares, que abrieron la puerta grande.
Testigos de excepción, Su Majestad Don Juan Carlos y la Infanta Elena, que siguieron desde la barrera el auténtico muestrario de lances de una tarde para recordar.
Volteado en el primero, Padilla se rehizo en el cuarto y fue premiado con dos orejas.
Tomás, dos orejas y rabo en el segundo, y un trofeo más, en el quinto.
Manzanares, dos orejas en el tercero.
Demostración de que cuando se conjugan la bravura y el buen encaste con la maestría y la voluntad, la Fiesta se revela como lo que es: el reflejo de una cultura milenaria, que ahonda sus raíces en conceptos de valor y respeto a la naturaleza que no pueden despacharse desde una visión maniquea y simplista de las cosas.
Este 7 de mayo de 2016 se vivió en Jerez de la Frontera una de esas tardes de toros que dejan huella.
Los antiturinos que se manifestaron con sus pancartas de «asesinos», pues no.
