Círculo Polar Ártico

La aldea Shoyna, el lugar más desolado del mundo

Situado en la Península de Kanin en la costa norte de Rusia

Es un asentamiento situado en la Península de Kanin en la costa norte de Rusia, en el Mar del Norte, dentro del Círculo Polar Ártico. Allí se halla el asentamiento de Shoyna, radicada junto al río que recibe la misma denominación y su nombre dice lo que es, ya que, el vocablo shoyna significa en ruso olvidada o abandonada.

En este lugar perdido de la geografía polar Rusa no existen carreteras o ferrocarriles y sólo se puede llegar a aquel desolado lugar por barco o por avión, siempre y cuando la precaria pista esté libre de arena, un material que lo cubre todo, incluidas las casas y cuando el viento sopla con fuerza y la arena cubre las puertas o ventanas de las viviendas, existe un tractor-pala que las libera de este material, permitiendo con ello que la gente pueda entrar o salir de sus casas. Esta arena nunca cesa en su labor obstructiva, ya que es el fuerte viento quien empuja las partículas del material de rubio color, formando dunas y librando u obstaculizando las entradas a las viviendas. Hasta el camposanto del lugar se halla cubierto de dunas de hasta más de cuatro metros y se pueden ver algunos días las cruces que señalan las tumbas, e incluso, cuando hace mucho viento, éste puede alejar de allí la arena hasta hacer visibles los viejos y astillados ataúdes.

Este sorprendente lugar fue alzado en el lugar inhóspito donde está, al descubrirse alrededor de los años 30 del pasado siglo unos numerosos y ricos bancos pesqueros en el mar cercano a aquellas polvorientas tierras, llegando a sumar entonces la población más de 1500 habitantes. A los nuevos caladeros se acercaron más de setenta barcos pesqueros, levantándose una cooperativa que manipulaba y transformaba lo pescado. Pero la avaricia provocó el uso de malas artes de pesca y, enseguida barrieron los fondos marinos, hasta extinguir la vida allí. Hoy no se captura nada y la mayor parte de la gente huyó de aquel destierro y sólo quedan alrededor de trescientas personas, la mayoría nacidas en el lugar y que viven de pensiones y subsidios. En invierno las temperaturas suelen bajar hasta 40 grados bajo cero, haciendo más inhóspito, si cabe, el lugar. Todavía existe allí un faro activo y la costa está llena de barcos accidentados y varados, cuya presencia indica la peligrosidad de aquellas aguas.

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