Este 10 de junio de 2016 oí lo que decía en «24 Horas», a propósito de nuestro Himno Nacional, poco después de que se hubiera entonado la Marsellesa en el partido inaugural de la Eurocopa entre Francia y Rumanía.
Yo estoy convencida de que pocas cosas unen más a un grupo humano que el canto compartido.
Que la letra sea mejor o peor no importa tanto como que sea una letra que todos conozcan y sigan, y en la que se puedan volcar.
Por eso, el hecho de que nuestro Himno, que no es ni siquiera himno, sino marcha, no tenga una letra que se acepte, es lamentable.
Con lo de los atentados de París se comentó mucho nuestra carencia, siempre comentamos mucho nuestras carencias. Porque Wembley entonó entonces una Marsellesa que enfervorizó al mundo, y nosotros, algunos de nosotros, sentimos vergüenza y nos hicimos la misma pregunta que tantas veces antes ya nos habíamos hecho
¿Por qué los españoles, y solo los españoles, no tenemos nada comparable a la Marsellesa que cantar? ¿Por qué no tiene letra nuestro Himno? De lo que se trataba era de hacer algo: menos hablar y más hacer.
Por eso me animé y me puse a ello. Otros se han animado también a hacerle letras al Himno a lo largo de los últimos años, pero hasta ahora nadie la ha pegado, y eso que hay por ahí alguna la mar de poética, como la de Juaristi y Luis Alberto de Cuenca.
Pero los himnos nacionales están bajo sospecha en esta España del siglo XXI, que sigue siendo miserable aunque no sea ya dominadora.
Yo terminé mi letra en enero, y ahora la he inscrito en el registro de la propiedad intelectual y me propongo difundirla. Dentro de unos días mis compañeros de Música de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Cádiz y yo misma proyectamos hacer una grabación del Himno cantado, en las voces de todos los alumnos y profesores que quieran sumarse.
