Ni el pueblo gobierna nada, ni las decisiones que se toman tienen como primer objetivo al pueblo

¿Rescate democrático?

¿Rescate democrático?
Encuestas, sondeos, elecciones. Maximino Soriano.

Se acercan unas nuevas elecciones generales y el sentir popular es que a partir de entonces ya nada será igual. Hasta ahora, España se encuentra asentada en un bipartidismo que, salvo la excepción de inicio de la UCD, dura ya más de treinta años.

A dos meses de las elecciones, las encuestas (siempre las encuestas…) dan como vencedor, sin mayoría absoluta al PP, seguido del PSOE y ya a muy corta distancia a Ciudadanos, para encontrar a Podemos mas alejado y finalmente a IU, de manera que el resto, salvo quizá el PNV, no cuenta en absoluto, pues UPyD está ya en caída libre y CiU se la han cargado ellos mismos (ahí Mas ha sido determinante).

En estos dos meses, la tendencia parece ser de ligeras bajadas en los dos primeros, de fuerte subida en Ciudadanos, mayor bajada en Podemos y una cierta estabilización en IU, lo que pudiera situarnos en un escenario electoral de Ciudadanos como segunda fuerza muy próxima al PP con quien finalmente discutiría en las urnas la mayoría, necesaria posteriormente de pactos de programa para establecer gobierno.

Hasta aquí, lo dicho responde a una realidad en la que la situación del país se valora en términos económicos, sociales, laborales, culturales, etc., pero, al igual que sucedió con el atentado de Atocha, que cambió el signo de unas elecciones, hoy el problema catalán puede también inclinar la balanza hacia situaciones menos esperadas o previsibles, dependiendo de cómo lo afronten los distintos partidos y la idoneidad de remedios que considere la ciudadanía.

Son muchos los años en los que uno lleva defendiendo la tesis de que la democracia real aun no ha llegado a España y solo un sucedáneo de bastante mala calidad le sustituye. La democracia es el gobierno del pueblo y para el pueblo. Nuestro sucedáneo, es un gobierno de la oligarquía dominante de un partido (las bases no cuentan para nada), contra el resto, y con el único objetivo de perpetrarse en el poder y colocar en todo tipo de instituciones a quienes sostienen esa oligarquía, para lo que es preciso grandes cantidades de dinero de procedencia extraña, pues el dinero entrante oficial no cubre hoy en día ni un porcentaje mínimo de sus presupuestos reales, unificar los tres poderes tradicionales y contar, como sea, con el cuarto poder, los medios de comunicación.

Ni el pueblo gobierna nada, ni las decisiones que se toman tienen como primer objetivo al pueblo, sino a impedir en lo posible la alternancia y la llegada al poder de otras oligarquías de otros partidos, de manera que si finalmente se pierde, se lleva a cabo poco antes una política de tierra quemada (al enemigo, ni agua) y la activación posterior de las puertas giratorias para colocar a los restos de gobiernos que a lo largo de cuatro años han dedicado la mayor parte de su actividad a pelearse con sus oponentes, sin exponer ideas ni propuesta alguna que ofrecer a un pueblo, a quien pedirle decisiones, empapándose, eso si, de la dinámica gubernamental para ocupar posteriormente puestos de influencia y esperar nuevas oportunidades, dando paso a quienes han de poner en marcha algo absolutamente calcado a lo anterior, y así sucesivamente (mismos perros con distintos collares). ¿Se diferencia esto en algo a cualquier mafia al uso, si sustituimos muertes reales por sociales?.

La democracia no solo consiste en una total y permanente sintonía con el pueblo para actuar conforme ese pueblo demanda, sino en procurar a ese pueblo la máxima información fidedigna, para que su sentir y sus decisiones puedan ser fundadas, y para eso están los distintos partidos, para comunicar a ese pueblo las distintas versiones de cómo afrontar los problemas, argumentos de los que los medios de comunicación han de hacerse eco para poder llegar al conocimiento de esos ciudadanos, quienes eligen a un poder legislativo para que dé cuerpo a ese sentir y a esas decisiones, a un poder ejecutivo para que lleve a cabo esa voluntad popular, expresada por ese pueblo, y de un poder judicial para que garantice el Estado de Derecho, siendo cada uno independiente de los demás. El que nuestra Constitución organice esa mecánica a través de partidos políticos, no es para que los caciques de cada partido lo decidan todo por su cuenta.

Como ciudadano informado y mayor de edad de un país que dice regirse por la voluntad popular, yo ni quiero ni tengo porque delegar, durante cuatro años, mi voluntad para decidirlo absolutamente todo en nadie concreto que yo no haya decidido, pues hoy incluso a través de la informática, la voluntad de cada individuo puede conocerse al momento, voluntad que ya cuenta casi para todo tipo de decisiones en la mayor parte de los Cantones suizos y en gran parte del Estado de California, por poner un par de ejemplos de democracias consolidadas.

Un partido político debe ser un instrumento permanente de debate entre sus afiliados, un fluir de ideas a contrastar, un enriquecimiento de la vida política, un lugar de decisiones democráticas gobernada por la voluntad de sus afiliados, ni una empresa de colocación, ni un arma arrojadiza contra disidentes, ni un coto privado de algunos, ni una mafia.

En España no existe ni un solo partido político con presencia en las instituciones, que cumpla con el mandato constitucional de basarse en una democracia interna (Art 6. Los partidos políticos… su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos), el gobierno de los afiliados para los afiliados, con listas abiertas a todos, debates internos y elecciones de «un hombre un voto», ni uno solo. Aquellos que mas se acercan con la entelequia que dicen llamar «primarias», únicamente para confeccionar listas (la ideología ya parece no interesar a nadie) disponen únicamente de candidaturas de las distintas oligarquías, cerradas, blindadas, y por las que votan solo algunos «delegados» pertenecientes, a su vez, a alguna de las oligarquías dominantes, de manera incluso que si el ganador no pertenece a la que ostenta el poder real en el partido, suele ser defenestrado y sustituido por el que «conviene».

Esto he de decir que incluso lo he podido comprobar en mi propia piel, pues tras una vida sin haberme afiliado a ningún partido, finalmente y por afinidad con su líder y su programa, y por considerar que se trataba de «algo distinto», lo hice con Ciudadanos, para ser expulsado en un mes, junto a otros veinte militantes (los más válidos de la peña), tras ver que el partido, nada mas nacer, había sido ya «tomado» por las ratas que abandonaban el zozobrado barco de UPyD (el equivocado objeto de deseo), que estaba ocurriendo exactamente lo mismo que en el resto de partidos y por tener la osadía de pedir explicaciones.
Si, nuestros partidos se rasgan las vestiduras cuando se ven afectados por incumplimientos, de otros, con la Constitución, mientras ellos vulneran permanentemente y de forma absolutamente impune e incluso jaleada, no solo la letra, sino lo más sagrado del espíritu constitucional, las bases de la democracia, y no solo los partidos, sino unos medios de comunicación cómplices en todo este desaguisado.

¿Cómo se puede entender que, en una sociedad supuestamente democrática, un periodista le pueda preguntar a Rajoy que cuando va a confeccionar las listas para las elecciones, que este no niegue ser él quien lo hace, y no las bases de su partido, mangoneándolo todo, y que nadie ponga el grito en el cielo por tamaña vulneración de la Constitución?. ¿En que se diferencia eso de una organización mafiosa consentida y aceptada?

Que España necesita urgentemente un «rescate» democrático es absolutamente evidente, pero no solo para los partidos, sino también para los medios, las instituciones y lo que es mas grave, para el pueblo en general, pues ya se ve que estas cosas no causan en menor escándalo.
Dicho esto, vamos ahora al problema catalán, pero no sin antes indicar que soy catalán, nacido en el centro de Barcelona y que mis primeros 24 apellidos conocidos, son todos ellos catalanes, por lo que me siento catalán y por lo tanto, y a mucha honra, muy español.

La culpa directa de lo que allí sucede la tiene, en primer lugar, uno de los mayores vanidosos de nuestra historia reciente, Artur Más. En segundo lugar una gran parte de la sociedad catalana (minoría importante), a la que siempre le han hecho creer, y se lo ha creído, que son, no distintos al resto (distintos somos todos), sino mejores, y que por tanto debían soltar lastre e ir por libre.

Finalmente, en tercer lugar, y para mi sin duda alguna, Mariano Rajoy Brey, un personaje de un inmovilismo exasperante y de formación puramente antidemocrática, no solo por lo expuesto, sino porque nunca se ha considerado ni dependiente del pueblo, ni deudor de tal pueblo no solo en cuanto a explicaciones, sino en cuanto a consulta o captación del sentir popular.

Si Mariano Rajoy, y no digo el PP, sino el «capo di tutti capi» creyese realmente en la democracia, tendría muy claro que en cuanto al problema catalán, a quien hay que convencer, con quien hay que tratar y con quien empatizar, es con el pueblo catalán, no con Artur Más, un fanático enloquecido, dispuesto a lo que sea por independizar a Cataluña y pasar a la historia como el artífice de tal gesta. En democracia, Artur Mas no es nada al lado del pueblo, quien al final es quien tendrá que decidir.
Hace alrededor de un año, propuse que ya que la Constitución impedía un referendum en Cataluña propiciado por la Generalitat (un acierto entonces pero un error ahora), fuese el Estado quien lo llevase adelante, evidentemente con carácter no vinculante, pues eso de momento tampoco lo permite la Constitución (acertadamente), sino para conocer de verdad el alcance sincero y comprometido de tal deseo, lo cual nos llevaría a afrontar el asunto democráticamente, no solo ante los españoles y más concretamente ante los catalanes, sino también ante una Europa a la que llegaban permanentes mensajes contradictorios y que no entiende como a alguien se le puede negar, en democracia, un referéndum sobre un asunto de suma importancia.

Evidentemente tal referéndum tendría que venir precedido de algo que tampoco Mariano Rajoy entiende, de bajar al ciudadano a darle datos, a explicarle, a conocer sus verdaderas apetencias, sus porqués, a solucionarles sus problemas, etc. (la autonomía no significa que el Estado se margine). Para ello habría que organizar una campaña en la que no solo interviniesen los independentistas, quienes durante años si le han contado al pueblo catalán lo que han querido, alternando verdades con mentiras, falsos datos y falsas esperanzas. Una campaña en la que todos los partidos tuviesen cabida con sus distintos argumentos, los empresarios, los inversores, los trabajadores, las instituciones, nacionales y extranjeras, los dirigentes europeos, con datos, con argumentos sólidos etc.

Como soy catalán y conozco las virtudes y defectos de mi pueblo, como no son tontos y la pela sigue siendo la pela, sé positivamente que si ello hubiera sucedido, en lugar de no ofrecer mas argumentos que la amenaza de la aplicación de la ley, sin más, lo que cuando hay tensión se recibe como una provocación, hoy el escenario sería otro. El resultado a la pregunta (siempre hay que hacerla en positivo):

«¿Quiere usted seguir unido a España?», sería sin lugar a dudas un SI mayoritario, con lo cual las recientes elecciones a la Generalitat hubieran sido simplemente unas autonómicas sin mayor carga, el pueblo catalán conocería mucho mejor su realidad política, no sería tan fácil seguir mintiéndoles, la aplicación de la democracia nadie la discutiría y hoy, ante la perspectiva de unas elecciones generales, ningún fantasma de sedición adulteraría el futuro resultado.

Como el sostenimiento de que el referéndum se ganaría sin duda alguna no puede ser gratuito y fruto únicamente del deseo, voy a exponer el correspondiente razonamiento: Las elecciones catalanas fueron planteadas por los independentistas como un referendum sobre la independencia. Se trata pues de un «referéndum» en el que no se produjo por parte del Estado, de los distintos partidos, ni de los medios, ni instituciones tanto españolas como extranjeras, la campaña de información y argumentación pormenorizada que propongo en otro apartado de este artículo, y aun así, en votos escrutados, los partidarios de la independencia perdieron la votación (no digamos en cuanto a la totalidad del pueblo catalán), no obstante y en aplicación de la absurda ley electoral que padecemos, los vencedores en las elecciones, lo no independentistas, no disponen de mayor número de escaños que los perdedores, siendo estos mayoría en el Congreso catalán, de ahí que el mismo hecho llevado a cabo como un referéndum en toda regla, hubiese sido una derrota para los independentistas, pero con el planteamiento de elecciones (sucedáneo de democracia) han sido los vencedores y en base a ello ahora pueden disponer de mayoría al respecto.

Así las cosas y de haberse permitido el referéndum con campaña incluida para todos (la democracia en puridad), hoy los independentistas lo hubiesen perdido y el asunto sería otro totalmente distinto.

Si, España necesita un rescate democrático, de aplicación de democracia real, de contar con el pueblo, de consultarle y de atender a sus necesidades directamente expresadas, pero de forma también democrática, explicando las cosas, dando datos, razonamientos, atendiendo siempre a los medios como correa de transmisión entre los ciudadanos y los distintos poderes, pues al fin y al cabo la ley, si la elabora el poder legislativo, no es mas que la correa de transmisión del poder popular, de su voluntad y de la necesidad de ir acomodando el bienestar del ciudadano a las circunstancias cambiantes que marcan las distintas situaciones que el devenir y la historia nos deparan.

No podemos seguir contando con políticos que tengan miedo a cambiar las leyes, a escuchar al pueblo, a debatir, a hablar con los medios de comunicación, a reconocer la razón en otros lares y no para hacerlo cada cuatro años, sino cotidianamente. Hay que cumplir la Constitución (todos), los partidos políticos los primeros, pero también hay que modificarla para adaptarla a nuevos tiempos y a nuevas circunstancias, exigencias y necesidades de los pueblos.

Es posible que estemos a las puertas de una nueva forma de hacer política, donde sobran ya los de siempre pero, ¡ojo!, pues los que vienen empujando y exigiendo cambios en la Constitución, de momento tampoco la cumplen, pues ni siquiera han entendido que la democracia empieza por uno mismo. Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído