Estamos en donde estábamos

La impotencia de Artur Mas, abrasado en su propia hoguera

La impotencia de Artur Mas, abrasado en su propia hoguera
Artur Mas con Oriol Junqueras. CT

Artur Mas llegó a la presidencia de la Generalitat en 2010 con un notable apoyo popular, pero no pudo agotar la legislatura.

Convocó elecciones en 2012 con el objetivo de lograr una mayoría absoluta que le permitiera conducir su proyecto soberanista y las urnas le pasaron la primera factura: perdió doce escaños. Prometió una consulta al pueblo catalán para el próximo 9 de noviembre y tuvo que tirarla a la basura al chocar con el Tribunal Constitucional.

Aunque había afirmado en el Debate de Política General de Cataluña que no podría culminar la legislatura sin esa consulta, el martes se sacó de la manga otra alternativa en donde habrá «urnas y papeletas», faltaría más, aunque parezca poca cosa para decidir algo tan grande.

No especificó en qué legalidad se apoyará para convocar esta consulta ni aclaró si el llamamiento a la ciudadanía se haría mediante decreto convenientemente firmado.

Un juego de niños que no parece acorde con la solemnidad del acto ni con el respeto debido a los ciudadanos, que tienen derecho a decidir pero también a saber en qué condiciones van a hacerlo.

Para rematar, minimizó el alcance de una consulta que sólo sería un hito más para llegar a lo que realmente valdría: unas elecciones plebiscitarias.

La cuestión es que esas elecciones son las únicas que puede convocar él con todas las garantías, sin otro problema que ejercer su propia potestad. Pero no lo hace porque se muestra incapaz de articular un frente soberanista que le permita figurar como cabeza de lista.

De hecho, la convocatoria de este sucedáneo de consulta le ha distanciado de ERC, su socio en la aventura soberanista, y parece que ahora Durán Lleida anda buscando apoyos en el PSC para agotar la legislatura.

Artur Mas parece abrasado en su propia hoguera. Es una especie de Moisés que conduce a su pueblo a una Tierra prometida que él nunca pisará.

Pero se engañará quien piense que sin Mas el creciente soberanismo se frenará en Cataluña.

Estamos en donde estábamos, necesitando política de altura para desanudar el problema. Y no la tenemos, como el 9 de noviembre Mas no tendrá la consulta que había soñado y había prometido.

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