Fernando Jauregui

(i)lógica política

Que el Partido Popular ofrezca una alianza a Podemos para presidir la Cámara andaluza, con tal de que no la presida el Partido Socialista, no deje de ser una muestra más de la escasa lógica que domina nuestro escenario político. Especialmente, antes de unas elecciones. Parte de esa ilógica política es también que José Antonio Griñán no haya dimitido como senador, y Manuel Chaves como diputado, para facilitar, aunque sea a costa del sacrificio de ambos, la investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta de Andalucía.

Se ponga como se ponga la juez Alaya, no creo en la culpabilidad penal de ninguno de los dos citados, aunque sí pienso que han contraído responsabilidades políticas que solamente pueden pagar abandonando, espero que voluntariamente, sus cargos públicos y facilitando así el apoyo al menos de Ciudadanos a la investidura de la señora Díaz, lo que evitaría el dislate de tener que repetir las elecciones autonómicas en esa Comunidad: esto último sí que sería el colmo de la ilógica, de la traición al voto ciudadano.

Supongo, en fin, que Chaves y Griñán, que me parecen dos personas honradas a pesar de sus torpezas políticas, acabarán dejando sus escaños, porque la lógica, el sentido común, la ética y hasta la estética acaban (casi) siempre imponiéndose. Y confío también en que alguien como el que fue candidato del PP a la Junta, Juan Manuel Moreno, que también me parece persona cabal y de gran honestidad política, entienda que no pueden proponerse pactos ‘contra natura’ con tal de descabalgar a quien en buena lid ha ganado, porque ha tenido más votos que nadie. Lástima que no prosperase la idea, lanzada por el PP e inicialmente apoyada por el PSOE, que luego la rechazó, de modificar la normativa electoral para que el alcalde de una ciudad, y hasta el presidente de una Comunidad Autónoma, lo sean automáticamente quienes encabezaron la lista más votada: se habrían ahorrado chalaneos, acuerdos subterráneos en los que se cambia quién sabe qué por un apoyo que no ha sido el votado por los electores.

Debo decir, sin que me duelan prendas, que en este juego mortífero -que es casi un juego de tronos- del pacto poselectoral en Andalucía, quien mayor coherencia ha mostrado, hasta ahora, ha sido una formación a la que, como Podemos, yo no quiero ver en el gobierno de mi país, básicamente porque no les encuentro lo suficientemente preparados. Podemos ha rechazado de manera tajante y sin ambigüedades la oferta de favores políticos llegados desde la orilla ideológicamente opuesta a cambio de descabalgar al PSOE del poder andaluz. Debo decir, de pasada, que la formación de Pablo Iglesias, por mucho que este se muestre cada día más ensoberbecido, da muestras de irse adaptando a un terreno, el de la realidad, al que tan ajenas estaban sus proclamas y griteríos iniciales.

Y, volviendo al tema que nos ocupa, el de los pactos políticos, no es que yo me muestre contra ellos. Todo lo contrario: creo que serán imprescindibles tras unas elecciones generales que van a mostrar un Parlamento muy fragmentado entre cuatro fuerzas que, hoy por hoy, empatan. Es más: muchas veces me he pronunciado a favor de un Gobierno de gran coalición para una Legislatura acortada a dos años, en la que se aproveche este tiempo para pactar una serie de reformas imprescindibles y un cuadro de actuaciones regeneracionistas que se extiendan a lo largo de los años 2016 y 2017, cuando se convocarían nuevos comicios legislativos y el preceptivo referéndum para posibilitar algunos cambios en la Constitución. Ya sé que esta hipótesis puede parecer lejana y hasta utópica, pero nunca he querido renunciar a la utopía. A lo sí quiero renunciar es a la falta de lógica política, que es en lo que, en no pocos momentos, estamos instalados. Pues ¿no es el colmo del barroquismo -o mejor surrealismo- ir por ahí diciendo, que es lo que dice a veces alguien como Pablo Iglesias, que Felipe de Borbón sería un gran presidente de la República española? Así, lo más lógico es que andemos todos como despistados con tanta ocurrencia y con tanto juego. De trinos, de tronos y de truenos.

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