Santiago López Castillo

Sociología del disparate

Sociología del disparate
Santiago López Castillo. PD

Aquí somos muy dados a las estadísticas y cada cual las analiza según conveniencias. Que baja el paro, pues los sindicatos siempre están con la misma cantinela: empleo precario, temporero, de baja calidad, una mierda. Para la oposición, refiriéndonos a los últimos tiempos, insuficiencia, temporalidad, baja calidad, servicios; afirmación hecha con el morro cuando durante la ostentación del poder la gráfica subía febril a los cuatro millones de parados incluidas las moscas y moscones que holgaban hasta en el verano. Únicamente el gobierno, en este caso el PP, sacaba algo de pecho, la talla no le llegaba al cuello por su pertinaz complejo.

La última estadística, referida a votos electorales, la acaba de sacar el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) pocos días después del 20-D, que vuelve a dar ganador al PP, Sánchez no se lo puede creer, sólo cree en él, como sólo pienso en ti y al estribillo, viéndose el PSOE superado por Podemos y su coleta. Tampoco Ciudadanos supera la marca de las generales y luego viene toda esa caterva de independentistas y sucedáneos podemistas.

– ¿Y usted qué opina?
– Que estos sondeos vienen muy bien para los que les favorecen y pagan y mal para los que están en la cola de la liga ibérica.

En tiempos no lejanos se llevaba mucho la sociología porque era una carrera corta y justificaba las veleidades políticas. El gobierno de Aznar fichó a una socióloga (CIS) para hacerla ministra de Educación y Descanso, esto último lo añado yo, llamada Pilar del Castillo, a la que los sociatas acusaban de cocinar las encuestas pero nunca cuando ellos, los zapateristas, barrían para casa sin árbitro ni reglas de juego. Su ley de Educación se fue al traste y luego cuando el Ejecutivo del PP volvió a mandar, jamás restableció este proyecto de enseñanza. Igualito que el Plan Hidrológico Nacional, una de las mayores barbaridades de Rodríguez Zapatero, que el indigente cultural abolió de una tacada.

El barómetro del CIS, según comentan, no hace distingos. Preguntan al primero que pasa, igual que los shares de las televisiones, pero a mí, en mi largo recorrido por la vida, jamás me inquirió nadie. Uno piensa que el personal responde según le viene la pelota, la puede sacar de banda o despejarla por encima de la valla. Sino no se explica que unos muchos votantes echen a la urna la papeleta de unos desaliñados mocosos de universidad, asamblearios comunistas, irreverentes ante el jefe del Estado, embajadores de la ruina, y al que reflota un país le den un 5 raspado.

Pienso que electores y elegidos no pueden basar el poder como patente de corso porque supondría sembrar todo un mar de dudas, sombras e incertidumbres, hasta llevarnos al fraudulento y peligroso juego de confundir el mando con la sabiduría, la honradez y la prudencia.

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