Por Alfonso Rojo

Los progres, el velo y el antifaz

"No somos nosotros los que han fallado en la integración: han sido los musulmanes"

Los progres, el velo y el antifaz
Alfonso Rojo, director de Periodista Digital S.L. PD

Ellos se ponen un velo y nosotros, un antifaz. Para ser exactos, ellos obligan a sus mujeres e hijas a cubrirse el rostro. Lo de nuestros gilipollas, eso de taparse los ojos, es voluntario («No somos nosotros los que han fallado en la integración: han sido los musulmanes»).

No hay peor tonto que el que se engaña a si mismo y en Europa, con particular incidencia en España, abunda la especie («Esta es la sociedad que mejor llora por las víctimas que no defiende»).

Hagan lo que hagan los terroristas islámicos, aparecen en tropel los de siempre, con la foto de siempre. No me refiero sólo a mamarrachos como Willy Toledo o al tontarra del alcalde de Oleiros, que al rebufo de la masacre de Bruselas ha colocado en los carteles luminosos de la localidad coruñesa el mensaje «Gobernos de Occidente, gobiernos terroristas».

Cada vez que los ‘fanáticos de Alá’ perpetran una carnicería, emergen dirigentes de IU, líderes de Podemos, mangantes universitarios, periodistas dicharacheros y faranduleros televisivos, a quienes lapidarían o ahorcarían por pecadores los criminales que ellos justifican, esgrimiendo la foto de Aznar, Bush y Blair y soltando frases como: «recogemos la violencia que sembramos».

Este domingo, en un parque infantil de Lahore, masacraron a un centenar de mujeres y niños cristianos que festejaban la Pascua.

¿Había algún chaval paquistaní en las Azores? ¿Tenía algo que ver con el archipiélago portugués la recién casada española que reventaron unos días antes en el aeropuerto de Bruselas? ¿Y los que escuchaban música en la sala Bataclan? ¿O los que iban en trenes de cercanías a Madrid o acudían en autobús al centro de Londres?

Hace varios años, en multitud de colegios belgas retiraron de la dieta escolar la suculenta salchicha local. Y no por miedo al colesterol, sino para evitar que se enfadasen los musulmanes («Eso es ser consecuente; Bruselas suspende la ‘Marcha contra el Miedo’ por miedo»).

En la laica Francia, hay alguna localidad donde en aras de la ‘integración’ han alterado el programa de la piscina municipal, incluyendo horas en las que sólo se admite a mujeres.

Es innegable que el apabullante éxito económico de Europa nos hace a menudo proclives a la claudicación, pero sería suicida admitir encima que somos culpables de los atentados («Los yihadistas deben de estar acojonados por las florecitas, las velitas y nuestro enérgico ‘todos somos Bruselas'»).

En España, basta echar un vistazo a los periódicos para encontrar columnas donde en respuesta a quienes demandamos a la comunidad musulmana una condena explícita del terrorismo, argumentan que es una simplificación, porque ‘no todos llevan barba o van embozados’.

Eso si que es una simpleza. No todos los alemanes de la época de Hitler exterminaron judíos en los campos de concentración, pero tenemos muy claro lo que fue el Holocausto nazi y hasta que punto lo permitieron el silencio culpable y la pasividad de decenas de millones de personas.

ALFONSO ROJO

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