Carlos Carnicero

Entierran el partido de Pujol sin siquiera un responso

Entierran el partido de Pujol sin siquiera un responso
Carlos Carnicero. PD

Convergencia Democrática de Cataluña y su alianza con Unió Democrática fueron siglas respetadas durante toda la transición. Un catalanismo nacionalista respetuoso con la ley, dialogante e implicado en la gobernabilidad de España.

Desde 1980 hasta 2003, el fundador del partido, Jordi Pujol, fue presidente de la Generalitat de manera ininterrumpida. Disfrutó de la hegemonía del nacionalismo catalán y durante sus mandatos el nacionalismo radical quedó paralizado sin relevancia política.

Ahora, los militantes de Convergencia Democrática de Cataluña han decidido enterrar este partido con casi cincuenta años de historia para sustituirlo con uno de nueva creación. La razón fundamental, casi única, es la corrupción que ha envuelto a esta organización empezando por su fundador Jordi Pujol, que tuvo que confesar la existencia de dinero oculto en paraísos fiscales.

La práctica del llamado «tres por ciento» ha sido una fuente de financiación del partido constante y también ha enriquecido a un numero considerable de sus miembros. Era una especie de impuesto revolucionario que tenían que pagar al partido los empresarios que querían contratar con las instituciones de Cataluña.

En 2003 accedió a la presidencia del partido Artur Mas, heredero designado por Jordi Pujol, que ha conducido a CDC a posiciones radicales independentistas que han servido sobre todo para que Esquerra Republicana de Cataluña, ERC, le diera un sorpasso del que no ha podido recuperarse.

En las últimas elecciones autonómicas, CDC se presentó camuflado en una lista de unidad independentista de la que ni siquiera su líder, Artur Mas se atrevió a encabezarla. Tampoco consiguió la investidura y tuvo que ceder el testigo al actual president, Carles Puigdemón.

La corrupción que ha inundado a este partido y a sus líderes ha sido el elemento fundamental para hacerlo desaparecer pretendiendo eludir con un nuevo partido la herencia de corrupción que han dejado sus dirigentes.

Todo lo ocurrido en Cataluña es difícil de explicar desde parámetros políticos racionales. Ahora la fuerza dominante es Esquerra, pero también tienen un peso importante fuerzas antisistemas como la CUP y la franquicia catalana de Podemos. Es difícil explicar cómo el partido de la burguesía catalana, reconocida por su pragmatismo y su afán de entendimiento con el estado, ha visto enterrar a su referencia política.

Las encuestas demuestran que alrededor de la mitad de la población catalana es partidaria de la independencia de España. Los argumentos políticos y económicos para respaldar esta elección han sido sustituidos por meros impulsos emocionales sustentados por la pretensión de que el resto de España saquea fiscalmente a los catalanes y es el culpable de todas las desgracias.

Un nuevo partido no es suficiente para enterrar los inconvenientes del que sustituye. Es difícil pensar que un nuevo partido con esos antecedentes consiga la hegemonía de la que disfrutó durante tantos años. Y es todavía más difícil que en el hipotético caso de que quisiera, pudiera controlar la ola de radicalidad que han creado en los últimos años.

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