Rafael Torres

Susana y el sistema

Susana y el sistema
Rafael Torres. PD

Susana Díaz hizo en el último Comité Federal de su partido, en el que se decidió por mayoría facilitar la investidura de Rajoy, un encendido elogio del Sistema, amenazado, según su criterio, por el podemismo rampante. De la Feria habla cada cual según le ha ido, y es natural que Susana hable tan favorablemente de la Feria, del Sistema, donde le ha ido tan bien. No así, por desgracia, a tantos millones de españoles que han sufrido y sufren el desprecio, el desamparo, la pobreza en todos los órdenes, la burla incluso, de ese Sistema en el que los políticos medran, tanto los que lo aman, como Susana, como los que quieren sustituirlo, como Pablo Iglesias, por otro peor.

Está en su derecho Susana Díaz de hablar bien de la Feria, pero también lo están los ciudadanos, los votantes del PSOE particularmente, de exigirle un poco más de nivel y de congruencia en sus apreciaciones políticas, pues, como todo el mundo sabe, Podemos no es sino un producto de ese Sistema del que se dice tan partidaria, un producto de los abusos, de los excesos y de las rapiñas de los últimos años, que tanta miseria, caos y desesperación han traído. Sin el despojo de los humildes, sin la neoesclavitud de los trabajadores, sin la laminación de la clase media, sin la destrucción de la Cultura, sin el desquiciamiento de las desigualdades, sin la sustracción y el expolio de los bienes naciones y su traslado a las arcas de los ricos, ni Podemos ni ningún otro movimiento populista y mesiánico, de los que se nutren del hambre y no de la razón, existirían.

Tal es la cara B del Sistema que defiende Susana, pero más grave es que lo defienda, con semejante reduccionismo, con tamaña simplicidad, en el devastado seno de un partido en el que alguna vez los carenciados, los humillados y los ofendidos del Sistema cifraron sus esperanzas de redención o, cuando menos, de mejoría. Por ello, no debiera Javier Fernández abandonar la zona templada, casi neutral, que se le requiere, para echarse en brazos de las filias y las fobias susanescas, a menos que quiera ver definitivamente roto su partido. Deje, pues, votar a los suyos en la investidura según su conciencia, sin amenazas ni intimidaciones. O la lealtad a las ideas se sobreponen a la disciplina, o la política acabará siendo cosa exclusiva de césares visionarios y de institutrices inglesas.

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