Esther Esteban

Constitución y consenso imposible

Constitución y consenso imposible
Esther Esteban. PD

Me satura el debate político de gestos fatuos en el que llevamos demasiado tiempo instalados. Ni siquiera la fiesta del día de la Constitución -que antaño solía ser un alto el fuego para unir a todos- ha servido, en esta ocasión, para visualizar que el consenso es algo posible y no una utopía.

Ni el líder de Podemos, Pablo Iglesias, ni su número dos, Iñigo Errejón, acudieron ayer a los actos que se celebraron en el Congreso de los Diputados y ¡paradojas de la vida¡ las ausencias se celebraron más en los días previos que las presencias.

Ambos están en su derecho de irse de puente -que supongo que es lo que ha hecho- dando un corte de mangas a los representantes de todas las instituciones del estado y la sociedad civil que participaron en el acto. Otra cosa es si la ausencia de Podemos se ha convertido, finalmente, el centro de la noticia más incluso que la noticia del acto en sí y realmente en esta ocasión eso no ha sido así.

En los corrillos nadie hablaba de Podemos -como ocurrió el año pasado- ni de los ausentes y aunque como es habitual, Mariano Rajoy, Albert Rivera y la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría fueron junto a Javier Fernández -el presidente de la gestora del PSOE- los más solicitados, todos los presentes hablaron fundamentalmente de las «cosas de comer» desde la educación a las pensiones, pasando por los impuestos, la cuestión territorial y ¡cómo no! los presupuestos.

Sin embargo la manoseada reforma de la Constitución fue, sin duda, la estrella del evento. Todos creen que la Constitución del 78 ha supuesto democracia, libertades, derechos fundamentales, modelo de Estado descentralizado, la entrada en Europa y la mayor época de bienestar y progreso de los últimos tiempos, pero a estas alturas ni el argumento es palabra de Dios, ni significa que no pueda ser modificada. Lo malo no es abrir ese melón, sino el ambiente político que, con la crisis y la corrupción, se ha convertido en espeso y asfixiante.

La mayoría opina que la Carta Magna hay que adecuarla a los parámetros del siglo XXI y es cierto que hay asuntos de enjundia que abordar, entre ellos la cuestión territorial o qué hacer con una cámara cara e inútil como el Senado -y en eso tiene razón Rajoy cuando advierte que se debe tener muy claro cual es el objetivo y que se va a reformar porque sólo así se puede avanzar-.

«Yo estaría de acuerdo en reformar algún tema muy concreto y siempre con un amplio consenso previo sobre lo que se quiere cambiar y lo que se pretende preservar, afirmó el presidente del gobierno, quien insistió en los principios fundamentales que deben mantenerse sobre todo lo recogido en el título preliminar y en el título 1. «Estas osas -dijo refiriéndose a la posibilidad de iniciar un proceso de renovación-, conviene hablarlas y pactarlas».

En su opinión, «todo se puede hablar» pero advirtió , que «hay que ser prudentes; no es un tema para ocurrencias ni para frivolizar. Hay asuntos en los que conviene saber cómo comienzan y cuál será su final».

Por su parte varios miembros del PP insistieron en estar abiertos a todos los planteamientos que se hagan siempre y cuando no afecten a la unidad de España, a la soberanía nacional o a la igualdad y los derechos de los españoles». Javier Fernández, presidente de Asturias y de la Gestora del PSOE, defendió la necesidad de «reformarla porque es la mejor forma de defenderla» y se mostró partidario de buscar el consenso como el que se produjo hace 38 años.

«Desde el punto de vista político y constitucional hay una sola nación y una sola ciudadanía. «No hay otro significado que el que plantea el artículo 2 de la Constitución y nosotros no proponemos cambiarlo», dijo, desarrollando el argumento de que lo que la mejor forma de defender la Constitución es transformarla y actualizarla.

Visto así ni una afirmación ni la otra son incompatibles, lo que debe haber es voluntad de pacto y consenso y eso… es harina de otro costal, porque es un asunto que requiere muchas voluntades y no sólo la de PP Y PSOE, incluso no sería suficiente con el apoyo también de C,s.

Albert Rivera, de hecho, pidió «valentía» para abrir la revisión de la ley de leyes. «Las cosas hay que cuidarlas y renovarlas. Es sano y bueno» que para modernizarla estemos todos. Estoy convencido de que hay espacio de consenso y para eso no hay que tener reticencias ni querer romperla», añadió .

Sea como fuere y más allá de la celebración de ayer a este país, que antaño presumía de haber conseguido la cuadratura del circulo haciendo una transición modélica ejemplo en todo el mundo ahora, 38 años después de haber sellado aquella Carta Magna no lo conoce ni la madre de que lo parió, que diría Alfonso Guerra, pero en el sentido opuesto al que el lo planteó.

Tal vez los constituyentes prefirieron dejar algunos flecos sin cerrar, entre ellos el título VIII, pensando sin duda que con el tiempo las cosas se verían con mayor perspectiva, pero lejos de eso la crispación ha crecido cada día y no hay nada en el horizonte que permita albergar alguna esperanza de que formaciones nuevas como Podemos o los independentistas estén dispuestos a una aproximación sincera y efectiva.

«Cada nación debe decidir como se expresa su relación con el conjunto del país -dijo Carolina Bescansa- quien pidió la reforma para resolver grandes problemas como el de la soberanía de la nación y reclamó un nuevo articulado que refleje demandas de la mayoría social.

Sea como fuere pienso que convendría poner, como tarea, a nuestros políticos la relectura del texto que ya en su preámbulo habla claramente de «garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y las leyes, consolidar un Estado de derecho que asegure el imperio de la ley como expresión, de la voluntad popular, proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones lenguas, instituciones, promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida y establecer una sociedad democrática y avanzada». ¡Pues eso!.

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