Juan Antonio Cordero

De Mas a menos

De Mas a menos
Juan Antonio Cordero. PD

Anteayer 6 de Febrero de 2017, a las 9.00 comenzaba en el Palau de Justicia de Cataluña, el juicio a la astucia, estulticia, necedad, vileza y bobería de algunos protagonistas de 9N. No estaban todos. Yo fui a presenciar el espectáculo en directo, eso sí, sin estelada, que tampoco mi morbo da para tanto. Llegué caminando por la calle Almogàvars, Almogávares antes de la reivindicación del fet diferencial. Ésta calle, que toca con el Palau por su parte izquierda, confluye con el Paseo Lluís Companys, ya saben, el anterior, que estaba a tope.

En Lluis Companys 14, delante del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, una nube de esteladas, que nublaba el sol, esperaban a los héroes del 9N y del ‘prusés’, que son siempre los mismos porque Cataluña es un sitio muy pequeño donde, ellos, los que realmente mandan, son muy pocos, y los mayordomos, también, lo cual permite un control bastante efectivo de las voluntades… con dinero (público, claro) y control de los medios. Sí. De los medios públicos, que para eso tienen un mandato, dicen, y los medios privados, que para eso los riegan abundantemente con nuestros impuestos.

Digo que el espectáculo es digno de ser visto, igual que lo han sido los 11S de los últimos años. Tanta coreografía, tanta escenificación, tanto colorido, tanta organización, tanta consigna, tanta deslegitimación de las urnas… desde el puro y duro voluntariado es una labor muy compleja. Y vienen recuerdos a mi memoria, de lo que yo viví u otros más viejos, que me contaron como vividos: las exaltaciones fascistas de Franco en la plaza de Oriente u otras, con trenes y autobuses fletados desde provincias, gratis también. La diferencia es que aquellas tenían un claro vector político, que no se escondía.

Las exaltaciones de ahora nacen de corazones que laten con el mismo ritmo, con los mismos anhelos, en una especie de sopa de sonrisas o de confluencia cósmica tipo Leire Pajín. Todo de buen rollito, sin ir contra nadie, de camuflaje, vamos, vendiéndosenos como víctimas lo que solo son verdugos (los menos) y tontos útiles (los más).

Nos cuentan que había más de 40000 personas, cifra posible desde mi recuento particular que consistió en contar las esteladas, dividirlas por dos, y descontar a la baja una pequeña estimación (mancos, niños en cochecito, sillas de ruedas, etc.).

Majoritariamente jubilados y funcionarios. Los primeros no tenemos mucho que hacer, ya se sabe, y los segundos, parece ser…, tampoco. ¡Qué importan unos servicios cerrados frente a la épica de las banderas, familiarizados con la voladura del sistema sanitario o el adoctrinamiento del sistema educativo! Minucias. Muchos autocares de fuera de Barcelona, supongo que gratis, como se hacen estas cosas de exaltación nacional, es decir que también las pago yo. Y tu.

Ah. No. No estaban intimidando el poder que la democracia atribuye a los jueces, ni pretendían unos jueces doblegados. No. Pasaban por allí y dijeron, pues vamos a ver al Mas, Rigau y Ortega y echamos unas in… inde… indepen… dencias mientras los juzgan. Está TV3, Cataluña Radio un largo etc… y a lo mejor nos sacan por la tele. Cantaremos con Lluis Llach una canción que creo que se llama L’estaca para intentar poner la moviola en 1968, cuando el fascio en España comenzaba a romperse. Pero no. Intimidar, no.

Llegaron los imputados, seguidos de otros muchos más, que por lo visto también quisieran ser juzgados… pero que no caben en la sala. ¡Qué se le va a hacer! Poco a poco.

Disfrutaron del paseillo. Mas con su impostada sonrisa mandibulada, al lado Puigdemont, con su look de Beatle, hoy peinado, y sus dos mujeres, a los lados. Detrás, en el centro, la cabeza con brillantina del ministro de asuntos exteriores de Cataluña, si, el de los aviones, y a la izquierda, Junqueras, que es contado como uno, porque se cuentan las cabezas, no el volumen.

Unas escaleras separan la acera del Paseo de la puerta del Tribunal de Justicia. Llegan con retraso de astucia con coartada: ellos venían… pero las multitudes han dificultado la llegada. Vale.

Fin del año del baño de multitudes. Se acabó la épica.

Ya dentro, por dos veces, Más fue llamado al orden por el Juez. Una para decirle que él no tenía que hacer preguntas a nadie ni podía elaborar ningún discurso, mitin, cuento o historia. Que estaba allí como acusado y no como presidente de nada. Otra para corregirlo. Mas, haciendo uso de su derecho, dijo que solo contestaría a las preguntas del abogado defensor y del Juez. Éste le dijo que él, el Juez, no tenía nada que preguntarle.

Por lo que parece, los abogados de la defensa se emplean a fondo, y sus preguntas buscaban el cuerpo a cuerpo como los boxeadores que van perdiendo a los puntos pero no quieren un KO. Se trata de politizar el juicio y de tratar de eludir responsabilidades de tipo penal. Pero parece que el intento de dejar limpia a la Administración y pasar la responsabilidad primero al Voluntariado y después a los Directores, como custodios de los propios Centros,… está complicado.

No dar órdenes por escrito, significa tener conciencia de la ilegalidad de la orden pero no querer asumir los costos de ejecutarla. Para eso están los voluntarios, para librar a nuestros astutos políticos de la responsabilidad penal de sus acciones. Y ellos, los voluntas, tan contentos. Los absolutistas españoles de 1814, contrarios a la constitución de 1812, y los nacionalistas de 2017, que rechazan la Constitución de 1978, juntos gritando ¡¡¡Vivan las caenas!!!

Si no hay órdenes por escrito, y se dan órdenes orales que no han sido cumplidas, ¿por que no ha actuado de oficio la Administración?. Esa es la ilegalidad.

Respecto a las respuestas, ya no queda ni una gota de la épica de una hora antes, ni de ningún tipo de ética. Que si yo no sabía interpretar la orden del TC, que si no sabíamos que desobedecíamos, que si nosotros no queríamos hacer algo ilegal, que no me dijeron que la ley había que cumplirla, que si la abuela fuma porros…

Cuánto me gustaría que los humoristas, tomando como fuente de inspiración estas respuestas absurdas, pudieran inspirarse y darnos sus pinceladas de humor a este material tan verdaderamente valioso como chanza.

Oír decir al ex-presidente de la Generalitat que ostentó la más alta representación ordinaria del Estado en Cataluña, que no sabe interpretar la orden del TC, y que pide una aclaración al respecto, es como si un conductor pidiera a Tráfico que le explicara lo que significa el número 80 en negro dentro de un círculo blanco de borde rojo que aparece sobre un RECUERDE, en una carretera. Y ya, si esperas que Tráfico te libere de la multa de incumplir el límite 80 km/h en base a la aclaración que le has pedido, es que vives en un universo paralelo del que ya estás muy, pero muy, alejado. Tanto, que de hecho, cualquier desconexión sería insustancial.

Y ahora, que nos lo cuenten. Ojo. Aviso.

Si al ejército de periodistas catalanes con poder y a favor de la secesión como intelectuales independentistas, les sumamos los «a nómina» de la subvención (los 12 medios del editorial conjunto: La Vanguardia, El Periódico de Catalunya, Avui, El Punt, Segre, Diari de Tarragona, La Mañana, Diari de Girona, Regió 7, El Nou 9, Diari de Sabadell y Diari de Terrassa) y alguno nuevo como el Nacional, les añadimos los Torribas, Bassas, Cunites, Raholas, Mikimotos con mando en plaza en Cataluña, y le agregamos los equidistantes, tipo ni Rajoy ni Mas, pero ejercientes en Madrid, de la órbita de la Ser u otras, no favorables a la independencia de Cataluña… pero tampoco netamente contrarios, como Niergas, Francinos u otros como Évoles, Buenafuentes, Julianas, etc, al final tenemos muchos.

Son muchos los pájaros en el nido con la boca abierta, y la de sus hijos, y sus plumillas cuidan mucho lo que escriben mientras esperan el maná publicitario o subvencionado o guardan una silla para el futuro.

Ya, ya sé que afortunadamente no son todos. Y me alegro de que cada vez sean menos… o que relativamente sean más los que levantan la voz frente al nacioseparatismo. Ahí está Crónica Global, creciendo a muy buen ritmo fuera del pesebre, de la adulación, del mirar para otro lado, de la genuflexión y de la subvención. Un pulmón de aire fresco desde la putrefacta, mediáticamente hablando, Barcelona. Y otros muchos que también han dado la cara, claro que si. Arcadi, Boadella, Cárdenas, Anna Grau, Sardà, etc. Para TV3 y el establisment, éstos últimos y algunos de los anteriores por tibios, son considerados malos catalanes, de los que no entrarán en el Reino de los Cielos. Bueno.

Pues bien. En una buena medida, el periodismo catalán (desde el más duro y local, al más «progre») sigue situado en la editorial conjunta actualizada, que es: «Todo lo que haga el Estado (hoy Rajoy, mañana ve a saber…) al respecto de Cataluña lo convierte en una fábrica de independentistas». Es como una consigna compartida, como una amenaza, como el famoso editorial, y suena a aquello de ‘… a partir de ahora todo lo que digas puede ser utilizado en tu contra…’. Es su manera de intentar neutralizar por inacción al enemigo: el Estado democrático. No hagas nada, no digas nada, no apliques la ley, que eso los puede exaltar más. Lo inventó, gestionó y rentabilizó muy bien Pujol, pero no sus albaceas, que no hacen más que cacarearlo cuando se les acaba el recorrido tópico y gallináceo de su discurso, que suele ser más pronto que tarde. En cuanto oyen algo que no desean, o que no pueden rebatir, cae como una losa la acusación de ser una fábrica de independentistas.

Buen intento… pero ya no cuela.

Que se aplique la ley y que salgan los independentistas que quieran y de donde quieran, que ya volverán a entrar al mismo sitio de donde salieron. Nos sobra la legitimidad que a ellos les falta.

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