Carlos Rubio Romo

Aisha como símbolo: la cobardía en Europa (y 1)

Aisha como símbolo: la cobardía en Europa (y 1)
Carlos Rubio Romo

El dos de febrero, el tribunal de Sheffield Crown, en Inglaterra, condena a seis musulmanes paquistaníes a 80 años de prisión (entre 10 y 20 años cada uno) por abusar, violar y maltratar a varias niñas. Los condenados escucharon la sentencia desafiantes y al pronunciarse ésta prorrumpieron junto con su clan de simpatizantes en gritos de «¡Alláhu Akbar!» (Alá es grande).

El desgarrador testimonio de una de las víctimas marcó el juicio: «Fui sumergida en un mundo de miedo, violaciones y abusos horribles. Perdí mi infancia en manos de estos hombres. Nadie me entendía ni me escuchaba. Me sentía avergonzada e inútil. Estaba aterrorizada, a las órdenes de viejos sucios, que hacían conmigo todo lo que querían«.

La víctima tenía once años cuando comenzaron los abusos. En 2001, a los doce, se convirtió en una de las madres más jóvenes de la historia de Inglaterra.

Pero el horror es mucho mayor aún: las estimaciones elevan el número de víctimas a dos mil en Rotherman y alrededores, algunas de sólo once años, por delitos cometidos por bandas de musulmanes desde 1997 a 2013.

¿Cómo es posible que la Policía ignorara algo así? ¿Cómo es posible que las autoridades no actuaran?

La respuesta es terrorífica: lo sabían todo. Y no actuaron. Y dejaron que bandas de basura humana destrozaran la infancia y la vida de más de dos mil niñas. Permitieron que unos malditos depredadores rompieran la inocencia de unas niñas. Padres de familia que tenían hijos de la misma edad que las víctimas cerraron los ojos. Peor, destruyeron pruebas, amenazaron a víctimas y familias para que no denunciaran, degradaron a trabajadores sociales que conocían esa barbarie, ignoraron las primeras alertas policiales.

La ley del silencio se rompió y en 2010 se hizo el primer atisbo de Justicia: la condena de cinco hombres, musulmanes paquistaníes, por abusos contra cuatro niñas, algunas de únicamente doce años.

En agosto de 2013, desafiando una especie de pacto de silencio a escala nacional, Andrew Norfolk, periodista de «The Times«, contó la historia de «Jessica«, nombre ficticio puesto que es una testigo protegida. Había sido objeto de abusos sexuales y físicos de forma sistemática y prolongada desde los 14 años de edad. A los 15, tras quedar embarazada de su violador por segunda vez, había tomado la difícil decisión de denunciarlo a la Policía.

Pero la Policía no sólo no tomó cartas en el asunto, sino que aconsejó a la familia que no diera parte y los agentes presionaron a Jessica para que evitara que la historia viera la luz.

Las conclusiones del informe encargado por el Ayuntamiento de Rotherham (250.000 habitantes, 10% de musulmanes), que vieron la luz en agosto de 2014, fueron demoledoras y conmovieron a la sociedad inglesa. Tras la publicación del informe todos coincidieron en señalar que el «miedo» a ser considerados racistas influyó en los dirigentes. El hecho de los agresores fueran musulmanes podía «dañar» la convivencia y «estropear» la reputación de la ciudad.

También se descubrió que a partir de 1999 se habían realizado algunas investigaciones policiales, pero que los abusos sexuales habían continuado sin cortapisas porque las autoridades locales tenían miedo a ser acusadas de racismo. Las personas que habían tenido la iniciativa de investigar por su cuenta, o que habían mostrado su preocupación por la negativa de sus colegas a investigar determinados casos, habían sido invitadas a abandonar su actitud y apuntadas por sus jefes en cursillos de multiculturalismo y de concienciación sobre minorías étnicas.

Colonia (Alemania), Nochevieja de 2015. Más de un millar de musulmanes, muchos de ellos refugiados, siembran el terror en el centro de la ciudad cometiendo robos, agresiones sexuales y violaciones. Hechos similares se produjeron en Hamburgo y otras grandes ciudades germanas.

Un manto de silencio cayó sobre ese drama sobrecogedor. La Policía informaba de que la noche había sido tranquila y los medios de (des)información no dedicaban ni una mísera línea a la tragedia.

Únicamente cuando las denuncias empezaron a llover a centenares, no quedó más remedio que reconocerlo y el responsable de la Policía Local fue cesado.

Como símbolo de la ignominia, de la locura que se ha apoderado de nuestro continente, lo peor vino después. A las pocas horas, la alcaldesa de la ciudad, Henriette Reker, solicitó en los medios que las jóvenes vigilaran su manera de vestir para no provocar a los agresores. Por supuesto, la indigna regidora no explicitó que los agresores se trataba de refugiados.

Es decir, lo que sin rubor alguno sugería esa miserable es que los culpables de las violaciones no son los violadores sino las víctimas que, según ella, iban indecorosamente vestidas. En suma, ellas provocaron y tuvieron lo que buscaban.

No es ninguna casualidad que esa canalla lograra la alcaldía con el apoyo de la mal llamada derecha de la CDU de Merckel y de la bien llamada izquierda de Los Verdes. Los cobardes y traidores unidos para destruir nuestra identidad europea.

Por cierto, sin sorpresa alguna, el ministerio del Interior de la Sra. Merckel no cesa de exigir que los medios no hagan ninguna alusión a la condición de asilados ni al origen étnico de los asaltantes.

Mientras los austriacos celebraban la Nochevieja de 2016, decenas de mujeres en Innsbruck y Salzburgo son víctimas del taharrush gamea, es decir, agresiones y violaciones en grupo por parte de hombres «con pelo negro, barba corta y con apariencia meridional» como unánimemente declararon todas las víctimas en sus denuncias. Es decir, refugiados llegados al país tras la apertura de las puertas de Europa a la invasión.

Suecia, el paradigma del multiculturalismo, del relativismo, del progresismo. Se acaban de cumplir cuarenta años desde que el Parlamento sueco aprobó por unanimidad adoptar el multiculturalismo. Después, la fisonomía del país escandinavo ha cambiado vertiginosamente hasta el extremo de que muchos barrios y ciudades se asemejan mucho más a cualquier ciudad del Norte de África que a la tierra de los vikingos.

¿En qué se ha convertido la antaño apacible, tranquila y segura Suecia?

Pues bien en estos cuarenta años el crimen violento se ha disparado en un 300%. Pero lo que es más grave aún es el escandaloso dato de violaciones: en 1975 se denunciaron 421 casos mientras que en 2014 hubo 6.620, un 1472% más.

Comparando esa estadística con la de otras naciones, comprendemos la extrema gravedad de los hechos. España tuvo, según los últimos datos publicados en 2014, 1.300 denuncias entre una población de casi 47 millones de habitantes. Suecia tuvo 5.320 casos más con 37 millones de habitantes menos. Todo un drama.

Y es que Suecia es, según las estadísticas publicadas por la ONU, el segundo país con una mayor tasa de denuncias de violaciones del mundo por habitante.

Como no podía ser menos, la ley sueca prohíbe publicar estadísticas que se basen en la raza o religión de las personas. Uno de los últimos informes publicados en 2006, constataba que el 85% de los condenados a por lo menos dos años de prisión por violación en el Tribunal de Apelaciones de Svea Hovrätt eran inmigrantes o pertenecían a la segunda generación de inmigrantes, en su gran mayoría de origen musulmán.

Las estremecedoras cifras de violaciones y el hecho de que en muchas ocasiones los tribunales hayan absuelto a los sospechosos han provocado que las jóvenes suecas, tradicionalmente rubias, hayan empezado a teñirse el pelo para evitar ser objetivo de los violadores que acechan a las mujeres con esas características.

Siguiendo el mismo esquema que en el resto de Europa, los políticos buscan por cualquier medio no sólo esconder la identidad de los delincuentes sino de culpabilizar a las víctimas. Así la diputada del Partido de la Izquierda socialista y feminista, Barbro Sörman aseguró en su cuenta oficial de Twitter que «es normal que los refugiados tiendan a querer violar a las mujeres porque es algo cultural en sus países». No contenta con semejante dislate, Sörman arremetió contra los hombres suecos asegurando que «si violan lo hacen por una elección activa. Es peor a que lo hagan ellos a los refugiados «.

Por el contrario, en medio de esa sociedad absolutamente esquizofrénica, al que intenta poner en evidencia el drama diario de las violaciones y del origen de sus autores se le tacha inmediatamente de racista, xenófobo y se le acusa de crimen de odio.

Todo lo anterior son hechos. No mitos urbanos. Ni propaganda racista como la castuza político-mediática quiere vendernos. Con un mínimo de imparcialidad es imposible afirmar que sean hechos aislados. Anecdóticos. Se reproducen con las mismas pautas en toda Europa. Podemos legítimamente preguntarnos entonces ¿los criminales son únicamente unos animales movidos por sus más bajos instintos o por el contrario se sienten legitimados por alguna doctrina por mucho que eso nos parezca aberrante?

El Coran dice:

«Los hombres son los responsables de las mujeres. Las mujeres virtuosas son las que son devotas, que protegen hasta lo que está escondido, lo que Allah ha protegido. En cuanto a aquéllas que sospecháis infieles…pegadlas ». (Corán 4 :34)

«Respecto a las mujeres que ya no tienen menstruaciones, si tenéis dudas, esperad tres meses. Lo mismo para aquéllas que todavía no tienen reglas». (Corán 65 :4)

«¡Oh Profeta!…también las esclavas que posees que Allah te ha dado como botín Sabemos lo que hemos establecido como regla sobre ellos respecto a las mujeres y prisioneras que les pertenecen y esto para que no haya ninguna querella contra ti. Y Allah est infinitamente misericordioso ». (Corán 33 :50)

«¡Oh vosotros que creeis !…haced que declaren dos testigos entre los hombres. Y si no hay dos hombres, que sea un hombre y dos mujeres de manera que si una duda u olvida, la otra pueda ayudarle. Y temed a Allah» (Corán 2 :282)

«Combatid a los que no creen ni en Allah ni en el juicio final, que no prohíben lo que Allah y su mensajero han prohibido y que no siguen la religión verdadera, hasta que paguen el impuesto, que se sometan y que se humillen». (Corán 9 :29)

Asimismo, se relata en los Hádices Sahih que el profeta Mahoma contrajo matrimonio con una niña llamada Aisha cuando ella tenía únicamente seis años de edad y tuvo relaciones sexuales con ella cuando era todavía pre-púber a la edad de nueve años lunares. Un hadiz en el Islam representa los dichos y las acciones del profeta Mahoma relatadas por sus compañeros y compiladas por aquellos sabios que les sucedieron. Los hádices son la base de la tristemente célebre Sharia.

Si desde niños a los musulmanes se les enseña que hay que combatir y someter al que no es musulmán, que las mujeres valen la mitad que los hombres, que es lícito tener relaciones sexuales con prisioneras «de guerra» y con niñas pre-púberes a imagen de Mahoma y que se permite pegar a las mujeres con la simple excusa de una presunta infidelidad, ¿a qué puede conducir todo eso cuando esos niños ya creciditos se convierten en adultos en un continente donde la mayoría de sus habitantes son kāfir, o sea, «infieles»? Pues muy fácil: van a intentar imponer la doctrina que sustenta eso: el Islam.

¿Y qué se van a encontrar en Occidente? ¿Va a haber una Cultura, unos valores, unas raíces tan arraigados que sirvan de muro de contención frente a los embates de la invasión?

Porque cuando un invasor quería tomar una plaza fuerte, las defensas y los defensores de ésta se lo ponían más o menos difícil según la solidez de la construcción y de la moral, valentía y combatividad de la tropa.

¿Es ese el caso en Occidente y particularmente en Europa?
Me temo que no.

(Continuará…)

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