Santiago López Castillo

El club de la comedia

El club de la comedia
Santiago López Castillo. PD

Un maldito virus me ha tenido atrapado cual zancadilla podemita y sólo el transistor de las ondas y de las olas por la cama me ponía en comunicación con la realidad que estaba de congresos y otros feriales de ganado. Mis colegas eran un avispero vocinglero enaltecedor de esta chusma de un solo señor y trino en persona. Miren, compañeros, no se esfuercen: son la misma cosa; el mismo pedo, el mismo beso, los mismos morros, la misma coleta, la misma teta, pera el nene y la nena. No se engañen, cualquier escenificación está sistemáticamente diseñada. Incluida la corrala en plan verdulera que se contempla en los figurines de la comedia. El sillón (estos que hablaban de la poltrona), a cual más confortable, si hay que echarse a los dados, se echa. El caso es seguir calentitos y llevándonoslo todo. Además, todo queda en casa. Nepotismo en grado sumo. Los mismos que iban a dar ejemplo y ahora pongo a mi novia, al amante cautivo o a mi hermano, el de pisito subvencionado.

Joder, qué casta. Hombre, yo conocí -allá por los sesenta- a Ramón Tamames en una casa que llevaba la plaga del Mº de la Vivienda, el yugo y las flechas, pero era un renombrado economista del PCE y estos pandilleros y pastilleros sólo dan para unas cuantas asambleas y agradecer a sus patrocinadores comunistas las suculentas subvenciones. Hablan de Errejón, el niño de mirada oblicua, que si ha sido sustituido por la novia de Pablo Iglesias, cómo les gusta yogar. No se engañen. Todos son iguales. Ponte tú que me pongo yo.

En esas que muevo el transistor como un tranvía con trolebús y en la madrugada, la SER, antes de hablar por hablar, qué sectario monólogo, otro club de la comedia -entre mofas y risotadas incita a masturbarse hasta la extenuación. Viva el sexo y muera lo viejo, gran conjugación de la vida y la muerte.

Un oyente afirma que tiene un periquito que le quita las penas subiéndose a su hombro desde donde le canta «El cara el sol»…

– ¡Será fascista! -exclama la locutora.

De este tenor fue una interviniente que le encantaba hacer jersecitos de lana para los niños.

– ¿Y a usted quién le enseñó?

– La Sección Femenina.

– ¡Qué horror!
La radio seguía vomitando eructos y hasta flatulencias en colores.

PD.- Durante la instrucción del caso Nóos critiqué la tremenda animadversión del juez Castro por la monarquía. Ahora, con la sentencia, se ha quedado con el culo al aire. No había que nadar tanto para después llegar a la orilla.

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