Laureano Benítez Grande-Caballero

España en el jardín de las delicias

España en el jardín de las delicias
Laureano Benítez Grande-Caballero. PD

Desde que el mundo es mundo, desde que el primer primate se bajó de un árbol allá en la lejana garganta de Olduvai y sintió la fragilidad de su existencia en un mundo hostil, el ser humano ha soñado con mundos perfectos, con tierras prometidas donde pudiera disfrutar por fin de una felicidad plena, de un eterno bienestar, que además le fuera concedido sin esfuerzo, gratuitamente, y sin medida.

Así nacieron las Arcadias, las Jaujas, los Eldorados, los Edenes, los mil y un Paraísos con ríos de leche y miel; así surgieron los Mesías, los profetas a la vez heraldos y guías de esas nuevas tierras, los salvapatrias y cambiamundos que pueden prometer y prometen que nos llevarán a esos mundos felices si les seguimos, si les votamos, si hacemos genuflexiones ante ellos, si les rendimos culto con los botafumeiros de la adulación, con el incienso de nuestro servilismo.

«Yo soy Espartaco», dicen, con una pose muy estudiada, mirando a los tendidos de sus claques, con el puño en alto, mirada galáctica bien ensayada. Y ahí va el rebaño, tras su Hamelin perroflautado, tras los Rasputines de tres al cuarto, tras un Moisés de pacotilla que proclama «urbi et orbe» que es el elegido de los dioses para llevar a las famélicas legiones a numinosos Walhallas, a deliciosos prados donde folgar llenos de solaz. Y, además, gratuitamente, pues arrojarán a «la gente» una lluvia de oro desde las alforjas que habrán arrebatado, como nuevos Prometeos, a los plutócratas del Olimpo.

¿Cómo es ese mundo paradisíaco al que pretende llevar a España nuestro mesías de la coleta, ése que, en vez de bajar de un montaña sagrada, ha salido de una laika selva caribeña con unas tablas donde los señores del NOM le han escrito los mandamientos de la «Nueva Era»? Como una imagen vale más que mil palabras, acerquémonos por un momento al Museo del Prado, porque allí hay un cuadro que ilustra a la perfección la «nueva España» que los jerarcas globalistas han diseñado para nuestro país, y adonde -siguiendo sus directrices- nos quieren llevar los radicales antisistema.

En este cuadro -pintado por «El Bosco»- se ven extraños monumentos y alucinantes construcciones que llevan el rostro de conocidos personajes de la cúpula podemita, grotescos zapatiestas jugando con ceniceros, ritas semidesnudas vociferando amenazas a los católicos, femens arrancando fetos del vientre de sus madres, guiñoles ahorcando banqueros y violando monjas, espinares okupando pisos VPO, concejalas meando en los prados, karrozas gays desfilando entre parterres agostados, manteros cargando contra la policía, abuelitas rojas devorando caperucitas mientras dan de comer a sus lindos gatitos, proetarras chuleándose por las esquinas, jóvenes esnifando su autodestrucción con drogas totalmente legalizadas, templos con pintadas satánicas, banderas españolas destrozadas y arrojadas a los estercoleros, militares echados a los leones, coletudos azotando a marilós, personajes con gafitas trostkis enterrando monederos al pie de sus mandrágoras, bescansas amamantando churumbeles en medio de marchitos arrayanes, secesionistas barretinados marchando prietas las filas mientras hacen peinetas a la españolía, tribus de okupas escenificando la katarsis del tomatazo en hemiciclos y tertulias, drones en forma de brujas que-no-pudimos-quemar surcando cielos tormentosos… y todo envuelto en vaharadas de azufre, con un fondo de llamas, con una apocalíptica escenografía de palacios asaltados e iglesias arrasadas.

Sí, ésta será nuestra tierra prometida en el horizonte podemita, pues los paraísos versión española siempre tiende a revestir la forma de un jardín: al principio fuimos el «Jardín de las Hespérides», y ahora estamos en el camino para ser «El Jardín de las delicias». Sic transit gloria mundi.

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