Luis Ventoso

Según quién sea el ultra, las agresiones existen o no

Esta es la España absurda que hemos construido

Según quién sea el ultra, las agresiones existen o no
Luis Ventoso. PD

Un encapuchado cortó a punta de navaja la española, mientras uno de sus compañeros amenazaba a un miembro de la mesa: «Te vamos a clavar la navaja en la cara, en vez de en la bandera»

PUES no. Esta vez no hubo «condena rotunda de todas las fuerzas del Congreso». Tampoco salió raudo el Ministerio del Interior a tranquilizar a la población y advertir que los culpables del «execrable ataque» han sido detenidos «en solo unas horas».

La noticia pasó desapercibida y el vídeo, que lo hay, no fue exhibido una y otra vez en las tertulias al rojo vivo, en medio de sentidos y lógicos lamentos.

Esta vez no pasó nada, porque fue en Cataluña y se trataba de separatistas avasallando con violencia a catalanes que se sientes españoles. Eso no es noticia. Tampoco merece mayor repulsa.

Sucedió hace cuatro días. Estudiantes miembros de Societat Civil Catalana, una asociación que pide algo tan facha como que Cataluña forme parte de una España federal, recibieron autorización para colocar una pequeña carpa con una mesa en el campus de la Universidad Autónoma de Barcelona.

De once a dos de la tarde tenían permiso para informar allí de la manifestación que celebrarán mañana, en protesta por la sedición separatista. Cerca de 30 ultras independentistas cercaron su tenderete y tiraron carpa y mesa la grito de «nazis» y «fuera fascistas de Cataluña».

El puesto tenía tres banderas: europea, catalana y española. Un encapuchado cortó a punta de navaja la española, mientras uno de sus compañeros amenazaba a un miembro de la mesa:

«Te vamos a clavar la navaja en la cara, en vez de en la bandera».

El encapuchado quemó la enseña, en una estampa clónica de aquellos aquelarres etarras de agrio recuerdo.

La noticia ha pasado inadvertida. No hubo titulares en los telediarios. No ha merecido valerosas denuncias de sus señorías, ni reacciones enérgicas del Gobierno.

La prensa catalana, cuya libertad está mediatizada por las subvenciones de la Generalitat separatista, informó en breve y con escrupulosa asepsia, siempre «según el relato de Societat Civil Catalana».

En la Diada de 2013, casi una treintena de energúmenos de extrema derecha asaltaron el centro cultural Blanquerna, un espacio de la Generalitat en el centro de Madrid. Se subieron al escenario desalojando a los oradores.

Desplegaron banderas españolas y ultras al grito de «no nos engañan, Cataluña es España».

Soltaron un bote de humo, que irritó los ojos de varios asistentes. Una agresión inadmisible, violenta y contra la libertad de los demás. Fueron detenidos de inmediato, como debe ser.

La Audiencia de Madrid los condenó a seis meses de prisión. El pasado enero, el Supremo endureció la pena por el agravante de «discriminación ideológica» y la subió a cuatro años de cárcel (en un país donde un representante del Estado, presidente de una comunidad autónoma, puede organizar un acto golpista contra una prohibición expresa del Constitucional y la pena son solo dos años de inhabilitación).

No escucharán una condena del ataque de Barcelona en boca de Iglesias, Sánchez, la Generalitat, los comunicadores que se llaman «progresistas» o los cineastas concienciados.

Esta es la España absurda que hemos construido. (PD: los catalanes deberían acudir mañana a la manifestación de Barcelona, porque el acoso separatista a las libertades ajenas ha ido ya muy lejos y a veces toca atreverse a decir basta).

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