Manuel Guisande

España, la democracia invisible

España, la democracia invisible
Manuel Guisande. PD

Decir que España es una democracia, entendida como lo es en el resto del mundo civilizado, es una pantomima, una ficción, que queda bien en los papeles. Solo hay que percatarse en los apellidos de muchos dirigentes para darse cuenta de que sí, de que estamos en una transición; pero la transición de quienes dirigieron este país con el general franco y ahora son sus hijos políticos los que siguen en el poder.

Una triste realidad porque con la llegada de la democracia, se creía que España (con el Psoe y otras fuerzas de izquierdas legalizadas), el país iba a cambiar, se iba a empezar de cero y las instituciones iban a comprometerse por un país mejor para todos, sin mentiras, sin engaños.

No fue así. Los de «izquierdas» acabaron engullidos por el postsistema dictatorial y así, recientemente (por miedo a un auténtico cambio) se aliaron con el PP tras la vergonzosa destitución de Pedro Sánchez, quien ahora podría alcanzar la secretaria general y regenerar esta democracia invisible.

España no es un país; España es una banda de impresentables, sometidos a los tiburones económicos que, al igual que las mafias, se eligen entre ellos ante el estupor de la bases de los partidos y del ciudadano de a pie, que ve impasible cómo gente que ha robado dinero a espuertas ya ni entra en la cárcel por la sinvergonzonería que son las fianzas.

A estos dirigentes, repito, no las bases, les importa un bledo España; les da lo mismo si uno se tira por el balcón porque no puede pagar una hipoteca, si los niños se marean en el colegio porque van mal alimentados, o si en Cáritas ya no dan abasto con tantas peticiones, síntoma de un país empobrecido.

Solo queda esperar un auténtico cambio generacional, una mayor sensibilidad entre todos (se tenga la ideología que se tenga) y que se acabe de una vez con esta filosofía política que es más de hooligans enfrentados que de personas que dirigen un país y miran por el bien común. Mientras tanto, mientras no suceda esto, seguiremos viendo delincuentes de cuello blanco paseando por las calles y, otros, esquiando en Suiza.

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