Jaime González

Mariano Rajoy: La tortuga aerodinámica

Mariano Rajoy: La tortuga aerodinámica
Jaime González (ABC). PD

Mariano Rajoy es como la tortuga de la fábula de Esopo; su caparazón aerodinámico le permite avanzar en posición de cubierto y sortear los obstáculos sin apenas asomar la cabeza gracias a un proverbial y sutilísimo movimiento de cuello.

No es grácil, ni falta que le hace, porque tiene un sensor oculto en los bordes bucales que le faculta para ir escrutando el terreno sin necesidad de dar rodeos.

A veces, parece que se tuerce, pero es un efecto óptico consecuencia del desnivel del suelo. Si se le observa con cierta perspectiva, se diría que traza las curvas con compás, ciñéndose lo justo para ir arañando un centímetro de aquí y otro de allá. Su sistema de seguridad es de serie, nada sofisticado, pero tremendamente eficaz, el clásico modo manual de reacción, detención y frenado.

La fotografía que ilustra este comentario sirve como corolario de las virtudes que le han permitido imponerse a todas las liebres del campo político nacional, lagomorfos de seductora apariencia que han ido sucumbiendo, uno tras otro, a su paso.

La firma del acuerdo con el diputado canario Pedro Quevedo -el voto 176- no solo permite a Mariano Rajoy asegurarse los Presupuestos de 2017, sino -lo que es más importante- ganarle año y medio a una Legislatura que, de un salto, le catapulta a la cima de 2019, año electoral (autonómicas y municipales) que debería obligar a sus adversarios a manejarse con prudencia a la espera del veredicto de las urnas.

El próximo objetivo del Gobierno es sacar adelante el techo de gasto de 2018, escollo superable -salvo imprevistos- en virtud del actual «statu quo» parlamentario. Si lo consigue, en el peor de los casos -falta de apoyos- el año que viene se prorrogarían las cuentas del Estado que serán aprobadas dentro de unos días, un colchón viscolástico y antiácaros nada barato -lo pagamos todos-, pero de indudable rentabilidad en términos de estabilidad nacional.

La firma suscrita ayer es una suerte de dos por uno, un estratégico control de avituallamiento que permite al jefe del Ejecutivo llenar la mochila hasta que vengan las curvas y las pendientes de los momentos decisivos.

Rajoy gana tiempo y, sobre todo, cierta tranquilidad para hacer frente al desafío secesionista, acaso el capítulo más crucial de la reciente historia de España. Queda confiar en la proverbial capacidad de Rajoy para avanzar en posición de cubierto y sortear los obstáculos del camino. Y encomendarse a su caparazón aerodinámico, ese que hasta ahora ha venido soportando el peso muerto de la corrupción. El otro gran desafío inescrutable.

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